En la tercera parte de este análisis publicada en DIARIO LAS AMÉRICAS, quedaron descritas las circunstancias coercitivas bajo las que el mecanismo de la elecciones en Cuba pone a funcionar su maquinaria, parsimoniosa, pero letal.
En la tercera parte de este análisis publicada en DIARIO LAS AMÉRICAS, quedaron descritas las circunstancias coercitivas bajo las que el mecanismo de la elecciones en Cuba pone a funcionar su maquinaria, parsimoniosa, pero letal.
Un monstruo insaciable
Imagine un monstruo con tres cabezas que ejerce su poder desde el estómago. Las cabezas podrán pensar con cierta independencia, pero esos pensamientos no los podrán llevar a cabo sin el soporte dadivoso del estómago. Por eso en Cuba, muchos dicen no cuando quieren decir sí, o viceversa. El estómago ejerce un mando ilimitado sobre las tres cabezas, pues si se se negaran a comer para así matar al monstruo, entonces morirían con él.
La metáfora es repulsiva, como repulsivo es el monstruo: un sistema políticamente homogeneizado bajo el mando de un partido único y, por tanto, sin separación de poderes. En un contexto constitucional de tal índole las elecciones son una pantomima, un amago de opciones.
Ninguna democracia es perfecta. Sin excepciones, adolecen de boquetes por los que se cuelan la represión, las instigaciones a los ciudadanos, los lobbies corporativos y el poder financiero agazapado. Pero la democracia es el poder y el gobierno del pueblo. Es un cuerpo de normas sociales y leyes protectoras de las libertades y del libre albedrío de los ciudadanos. La división de poderes es el único garante de que ese cuerpo normativo sea aplicado.
La división de poderes
El Poder Ejecutivo, representado por el Gobierno; el Poder Legislativo, encarnado por el Parlamento; y el Judicial, personificado por los Tribunales de Justicia, constituye la división de poderes clásica de un Estado proclive a la democracia.
Los regidores cubanos de la era socialista simularon un estado con tres poderes distintos que técnicamente no están separados. Son el monstruo de tres cabezas y Cuba es su guarida. Un monstruo insaciable que lleva más de 50 años incurriendo en el contrasentido de convocar a elecciones para que todo se quede como está, mitigando así la esencia misma de la democracia.
Desde que se aprobara la primera Constitución cubana de signo socialista en 1976, a quien preside el Consejo de Ministros se le otorga el poder absoluto. ¿Por qué? Porque sin la autonomía del Poder Judicial que interpreta y aplica las normas políticas con independencia de otros dos poderes, entonces prevalece una sociedad suficientemente presionada para ejercer el voto según el canon dispuesto por el ejecutivo convocante de las elecciones.
Cabeza 1. El Poder Legislativo
Sirva este ejemplo: La sonrisa socarrona de Arnaldo Ochoa cuando el Fiscal General de la República avalado por los poderes Ejecutivo y Legislativo, lo condenaba a muerte por “fusilamiento, por traición a la patria”, es elocuente para explicar cómo funciona el poder legislativo en Cuba.
Aquella no era la sonrisa de un ciudadano cualquiera, sino la del General de División, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Jefe de las misiones militares en Venezuela, Etiopía y Angola, Arnaldo Ochoa. Fue declarado culpable y quizás lo era, pero no menos que la camarilla del gobierno que le facilitó toda la estructura para traficar con cualquier materia o sustancia lucrativa utilizando el mar, el espacio aéreo, el chantaje y los sobornos.
Según el artículo 108 de la Ley de Organización del Sistema Judicial, el Fiscal General de la República recibe órdenes directas del Consejo de Estado y enfatiza que son de “obligatorio cumplimiento”. Si el Fiscal General de un país es una marioneta del poder ejecutivo, qué puede quedar para el ciudadano de a pie.
Si el presidente de un país tiene la prerrogativa de decidir cuándo, cómo, a quién y por qué alguien puede ser fusilado, qué puede quedar para el Poder Ejecutivo.
Cabeza 2. El Poder Ejecutivo
En Cuba el Poder Ejecutivo está representado por el Consejo de Ministros: los ministros van y vienen a antojo del Comité Central del Partido, de hecho rinden cuenta ante él. Si el Partido Comunista de Cuba quiere un sobrecumplimiento de los planes de siembra y recogida de papas, el Ministro de Agricultura poco tiene para decir más allá de “cumpliremos, Comandante”. Es por eso que los Noticieros Nacionales de Televisión están desbordados de vegetales, frutas y verduras y en la exigua red de distribución del estado la mayoría de veces solo se ofertan hierbas medicinales y otros inventos.
Cabeza 3. El Poder Judicial
El Poder Judicial en Cuba no tiene la facultad legítima de interpretar leyes. Esa función le corresponde a la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento Cubano) y al Consejo de Estado, que a su vez regula las funciones de la Asamblea Nacional. La Constitución cubana en su capítulo XIII regula el funcionamiento de la Fiscalía y los Tribunales a nivel provincial, municipal y militar. Llevan la denominación de populares y están conformados por jueces colegiados y profesionales previamente nombrados por la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Elecciones sin separación de poderes
La Constitución de Cuba siquiera menciona la separación de poderes. Le otorga al Poder Legislativo funciones del Ejecutivo; al Ejecutivo, funciones del Legislativo y así sucesivamente hasta conformar un círculo vicioso con un transvase de competencias que terminan cayendo en el omnipotente saco sin fondo de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Y vuelta a empezar, la Asamblea Nacional del Poder Popular está regulada por el Consejo de Estado, que está presidido por el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, quien a su vez dirige el Ejército y todos los Ministerios incluido el coercitivo Ministerio del Interior.
Con este sistema no se convoca a elecciones, se conmina a la inercia. Desdibujando así el necesario equilibrio que debe existir para que las reglas de un país y sus ciudadanos funcionen en armonía. La conjunción de los tres poderes, bajo el mando del partido único, señala con un dedo quién debe ser el candidato en cada nivel y los tres poderes coordinan sus mecanismos para que así sea. Así se ha perpetuado en el poder el flamante Partido Comunista de Cuba, asumiendo sin consulta prerrogativas constitucionales. A los militantes de base, muchos de ellos militantes convencidos, les toca patearse las calles detectando, impidiendo o eliminando todo lo que ponga en peligro la alimentación del monstruo por cualquiera de sus tres bocas.
El monstruo a su vez, apertrechado de la sinuosa filosofía del “dejar hacer, porque me siento seguro”, capta nutrientes, se sobrealimenta y vomita indistintamente a través de cualquier cabeza. Porque todas le pertenecen. Las tres se alimentan de esa furia cotidiana, evidenciada en el miedo a opinar o a levantar la voz unos decibeles por encima de los desagradables ruidos estomacales del poder único.