Lázaro Díaz, miembro del movimiento opositor Partido por la Democracia de Matanzas, conserva varias cicatrices en el cuerpo, un tabique roto y 36 puntos de sutura en el cráneo. Todas estas lesiones resultaron de ataques de agentes del orden vestidos de civil. El fin de las detenciones contra él era evitar que filmara protestas pacíficas en su localidad.
En 2014, la miembro de la UNPACU (Unión Patriótica de Cuba) Lisandra Rivera fue golpeada por un agente del Estado para impedirle llegar a la iglesia del Cobre. Ella estaba embarazada. “Había una policía de tránsito, que ellos cogían para llevar a la represión. Esa policía se metió delante de mí y le dijo al guardia, un hombre, que yo estaba embarazada. Aun así, él continuó golpeándome”, precisó según reseña Cubanet.
Al escuchar la palabra tortura casi en automático nuestra mente la traduce a actos de extrema violencia física, como los relatados anteriormente. Sin embrago, el concepto es mucho más amplio e incluye, además de físicos, sufrimientos mentales que se inflijan intencionalmente. La Convención Contra la Tortura especifica que estos actos son ejecutados por agentes estatales en el ejercicio de sus funciones públicas u otras personas en complicidad con las autoridades. El propósito suele ser obtener confesiones, intimidar o castigar.
A Miraida Martín, Dama de Blanco residente en Santiago de Cuba, no la golpearon, pero el régimen cubano es el responsable de amenazarla de muerte. Y eso es un trato cruel.
A continuación 14 diferentes patrones de tortura y tratos crueles que aplica el régimen cubano en los momentos previos, durante y luego de las detenciones de activistas y opositores:
1- Actos de repudio
Los actos de repudio consisten en que un grupo de partidarios del régimen cubano, guiados por agentes de la Seguridad del Estado (vestidos de civil), se reúnen para gritar consignas políticas, descalificaciones morales y ofensas personales contra un desafecto, un disidente o un opositor. En estos casos la violencia puede no ser sólo verbal, sino pasar a agresiones físicas que van desde el lanzamiento de comida, piedras y golpes con las manos o cables envueltos en periódicos.
Ocurren mayormente en las afueras de las casas de los agredidos, en las inmediaciones de las sedes de algunos movimientos de oposición y en la vía pública donde los disidentes estén reunidos. Es una práctica que ha desarrollado y alentado el régimen cubano por más de 60 años.
2- Violencia física y amenazas durante los arrestos
En espacios públicos agentes de la policía y Seguridad del Estado acostumbran a golpear a los activistas por el abdomen y el rostro, y a colocar su rodilla en el cuello de las víctimas. También aplican llaves de inmovilización y llegan a lanzar a los detenidos contra el suelo, patearlos o apretarles la garganta. Tales agresiones pueden ser propinadas con las manos abiertas, puños o las tonfas. Como resultado los agredidos sufren fracturas, laceraciones y hematomas.
El célebre represor conocido como el teniente coronel Camilo apuntó con una pistola la sien de José Díaz Silva, líder del Movimiento Opositores por una Nueva República (MONR).
Este agente, junto a otro conocido como Volodia, trasladó a Díaz Silva en un auto de la Seguridad del Estado hasta un lugar desconocido, con una capucha cubriéndole el rostro. Para el opositor fue tan traumática la sensación de asfixia y no poder respirar, como la indefensión de no ver hacia dónde lo llevaban o saber qué le harían. En otra ocasión lo trasladaron hasta la playa de Guanabo, en la capital, y le dijeron que lo iban a ahogar ahí mismo, como represalia por su disidencia.
3- Uso de gas pimienta
Durante las detenciones, los agentes del régimen cubano han echado gas pimienta en los ojos y la boca de activistas. Esta acción provoca ardor y visión borrosa junto al enrojecimiento de los ojos, y posteriormente ceguera temporal.
Al ser irrigado en fauces, el gas puede producir sensación de asfixia en vías respiratorias, además de tos seca intensa. La sensación predominante, según los agredidos, es no poder respirar, ni ver.
En marzo de 2013 la policía allanó la vivienda del rapero contestatario Ángel Yunier Remón Arzuaga. “Me echaron spray en la boca y en los oídos, mucho, gas pimienta, para que no pudiera gritar”.
4- Manos a la espalda con esposas apretadas
“A nosotras nos ponían las esposas desde la guagua y nos mantenían las manos así incluso en los interrogatorios de Tarará. Si usted mueve la mano, las esposas se cierran. Son esposas de hierro”, relata Jackeline Boni.
Boni, como secuela apenas puede apretar la mano izquierda. Y José Díaz Silva también tiene problemas para abrir y cerrar las manos.
Durante las detenciones e interrogatorios las autoridades en Cuba (policía uniformada y/o Seguridad del Estado) suelen torcer los brazos de los detenidos en la espalda y apretarle las manos con las esposas. Casi la totalidad de los activistas entrevistados por Cubalex definieron las esposas como “muy ajustadas” y con la intencionalidad de causar dolor.
Específicamente al cantante de Patria y Vida y miembro del Movimiento San Isidro, Maykel (Osorbo) Castillo le fracturaron un dedo en un arresto mientras lo esposaban. “Esposado me han dado galletas, me han hecho daño en los dedos. Me los han partido”.
El rapero Ángel Yunier Remón Arzuaga añade: “Experimenté mucho dolor. Por ahí mismo, por las esposas, te halan”.
Las Damas de Blanco han sido probablemente uno de los grupos de la oposición que más violencia ha sufrido. Mujeres con una flor en la mano cometieron el pecado de tomar las calles en Cuba, y lo pagaron con golpes en sus cuerpos.
A ellas no solo les apretaban las esposas. Al detenerlas las lanzaban al interior de vehículos para llevarlas a los centros de interrogatorios. Ahí, inmovilizadas, eran golpeadas por las autoridades policiales mientras transitaban la vía pública. En los autobuses o carros jaulas alzaban el volumen de la música para apagar los gritos de estas mujeres.
5- Exposición a altas temperaturas
Es común el uso de las patrullas como cárceles ambulantes, donde los detenidos (activistas, artistas, opositores y periodistas independientes) son expuestos al sol, mientras que los oficiales se refugian fuera del auto, bajo la sombra. Los retienen por horas en vehículos herméticamente cerrados. Allí el calor, la falta de agua y alimentos afecta a los detenidos. La Dama de Blanco Annia Zamora (detenida por agentes del Estado para impedirle asistir a misa) estuvo horas en tales condiciones. Ania sufrió excesiva sudoración, náuseas, mareos, fatiga, dolor de cabeza y zumbido en los oídos.
Desde Pinar del Río, el opositor José Rolando Cásares explica que también pueden dejarte dentro del auto cerrado con las manos esposadas. “Con ese calor, el sudor te corre en los ojos y la nariz y no puedes ni limpiarte”. Después de casi ocho horas al sol y sin tomar agua, el activista escupía espuma por falta de hidratación. “Sentí mareos y náuseas y tuve un vómito verde por no comer”.
Algunos activistas como Jackelin Boni han tenido que orinar y hasta defecar dentro del auto, sobre sí mismos, y luego permanecer horas en este estado con el mal olor y la incomodidad de estar embarrado de los deshechos del cuerpo.
Lo descrito anteriormente puede ser aún peor. Imaginen que no dejen a una sola persona dentro de un vehículo al sol. Imaginen que dejan a 10, 20 en un carro jaula, unos sobres otros. Tal escena la padeció la activista Miraida Martín Castellanos.
6- Abandono en lugares despoblados
Los opositores Jackelin Boni, Sissi Abascal Zamora, Alexis Sabatela, Asunción Castillo, Annia Zamora, José Díaz Silva y José Rolando Cásares denuncian haber sido abandonados por la policía, bajo las órdenes de la Seguridad del Estado, en lugares despoblados. Todos fueron trasladados en autos policiales sin conocer el destino final, y luego, aunque se resistieran a bajar, fueron obligados a descender del vehículo a la orilla de la carretera.
Usualmente, las autoridades en Cuba retiran a los detenidos su teléfono y dinero, para luego dejarlos en espacios donde no hay edificaciones o personas a quienes pedir ayuda. El abandono ocurre mayormente en horas de la tarde noche y la única opción es caminar indefinidamente hasta encontrar auxilio o esperar que algún vehículo se detenga y acepte trasladarlos.
Si el detenido se resiste a bajar de la patrulla, es empujado o halado por las esposas. A las mujeres las toman por el pelo para forzarlas a descender.
“Me dejaron de noche botado y le pregunté que cómo regresaba. La respuesta del oficial fue: guíate por las estrellas”. Rememora Lázaro Díaz, a quien abandonaron en las proximidades de la Ciénaga de Zapata.
Estos abandonos colocan en situación de mayor riesgo a las mujeres, al exponerlas a abusos sexuales y violaciones. Éstas tienen que hacer autoestop (o botella como se le conoce en Cuba) para regresar a sus hogares.
Así lo vivió Jackeline Boni:
“Una de esas veces que me dejaron sola en medio de una carretera, para regresar tuve que subirme a un camión con dos desconocidos. El ayudante del chofer empieza a tocarme las piernas sin consentimiento y me dice: ‘tienes dos opciones: dejarte que te haga o te mueres’. Le respondí que yo no me iba a morir, pero que tenía que advertirles que era paciente de VIH. El hombre miró al otro asustado, me pidieron disculpas y me dejaron en paz. Por esa mentira me salvé, pero otras activistas sí fueron violadas”.
7- Exposición a bajas temperaturas durante los interrogatorios
En habitaciones climatizadas y con bajas temperaturas, activistas y periodistas pueden ser interrogados. Allí los oficiales a cargo de los interrogatorios vestían abrigos o ropas de manga para cubrirse, mientras los acusados no, y sentían frío.
La silla de los interrogados, como relató la exprisionera política Keilylli de la Mora, suele estar más cerca del equipo electrónico por lo que estos reciben directo el aire frío. En su caso, se quejó de la temperatura y la incomodidad que producía, pero los agentes ignoraron sus reclamos. Otros opositores relataron que los dejaron solos durante horas en habitaciones heladas, atados a una silla y con la espalda frente al aire acondicionado.
8- Intimidaciones, chantajes y amenazas en los interrogatorios
Los agentes de la Seguridad del Estado en Cuba detienen, de manera arbitraria (sin una orden de detención), a los activistas u opositores y los trasladan, sin su consentimiento y a la fuerza, hasta una unidad policial o “casas de visita” de la policía política.
Allí, los agentes intimidan a los activistas con amenazas sobre su integridad o la de sus familiares (incluso peligro para la vida).
Las intimidaciones, además, incluyen ir a prisión por motivos políticos para ellos o sus allegados, u otras afectaciones físicas, laborales y médicas.
Miraida Martín, miembro de la UNPACU, ha sido advertida que su hijo Alexey Vargas puede terminar en la cárcel. El “motivo” es el activismo de ella.
“Me han dicho que es muy fácil para ellos detenerlo por algún motivo. Incluso lo han detenido y me han llamado por teléfono y me han dicho: aquí esta Alexey, dime qué vas a hacer porque puede ir a prisión”, relata Martín.
Para las personas que tienen hijos menores el ultimátum habitual es perder la custodia.
En el caso de Boni, esta indica que la policía política en Cuba estudia a los opositores y cuáles podrían ser sus principales debilidades para quebrarlos. La mayoría de las “advertencias” contra ella iban dirigidas a sus hijos y al estado de vulnerabilidad que tendrían estos si ella era procesada.
9- Ofensas y otros comentarios degradantes
“Mona, King Kong, auras” han gritado en plena vía pública policías a las Damas de Blanco de piel negra.
“Mujeres policías, también negras, nos decían el combo de las monas. Nos cantaban una cancioncita que decía: ustedes no tienen madre, la madre es una mona”, atestigua Jackelin Boni
Durante los interrogatorios otro comentario usual era aclararles que debían agradecer todo a la revolución, porque sin los hermanos Castro serían esclavos.
Al respecto, el opositor José Rolando Cásares expresa: “Ellos piensan que nosotros los negros tenemos alguna deuda con la revolución. Cuando ven que uno disiente, te agreden con una frase usual: este negro que nosotros lo hicimos persona”.
Por su parte Jackelin Boni sostuvo que un agente de la Seguridad del Estado la llamó “puta”, mientras ella se dirigía a su casa. La activista también destacó que los miembros de la policía política que la interrogaban ocasionalmente indagaban sobre su vida íntima de pareja. Los agentes especulaban sobre el ejercicio de su sexualidad lo cual provocaba que Boni se sintiera apenada e incómoda. Lisandra Rivera agrega que, en Santiago de Cuba, los agentes le han gritado a ellas y a sus compañeras “cochinas” y “asquerosas”, mientras las escupen.
10- Condiciones precarias en los calabozos de las estaciones policiales
Maykel Castillo estuvo en un calabozo de tres metros de largo por 1.5 de ancho con otras diez personas. El espacio era tan reducido que ni quisiera podían acostarse. La única opción era mantenerse sentados todo el tiempo.
Además, tampoco tienen constante acceso al agua, salvo con los horarios de comida. El líquido en ocasiones es oscuro y con sabor a tierra. Las camas son de cemento, y no alcanzan para todos. En algunos casos les proveen colchones sucios y con plagas, los cuales son repartidos en las noches y retirados en la madrugada.
El olor y la putrefacción de esos colchones se torna tan repulsivo que varios entrevistados aseguraron que era preferible dormir sobre el piso que en ellos. En estos espacios no hay inodoros, sino baños turcos (agujeros en el piso) por donde salen ratas y cucarachas.
En algunas de estas celdas no hay privacidad. Si usted se baña, defeca, orina, el guardia puede verlo.
Específicamente en la estación de micro IX en Santiago de Cuba, Lisandra Rivera confirmó a Cubalex que no había colchones o sábanas para cubrirse, ni siquiera permitían que los detenidos tuvieran un abrigo para resguardarse del frío o los mosquitos.
Dos activistas, madre e hija, Sissi Abascal y Annia Zamora durmieron una noche en la estación de Unión de Reyes mojadas por la lluvia que entraba a la celda por una ventana. A pesar de sus pedidos de auxilio por la lluvia y el frío, los oficiales de la policía las ignoraron y las dejaron con la ropa mojada encima, sin tener tampoco una sábana o cobertor.
11- Desnudos forzados para revisión corporal
Esta técnica fue mayormente reportada por mujeres. La Dama de Blanco Jackelin Boni atestiguó que agentes del sexo femenino de la policía revisaron sus órganos genitales, en ocasiones de modo violento. La activista fue testigo de cómo las opositoras que se negaron fueron desnudadas a la fuerza y su ropa arrancada. Una vez desnudas las oficiales les indicaban que debían hacer cuclillas.
Si una persona detenida se rehusaba era golpeada en la región lumbar hasta hacerla caer. Una vez en el piso era cargada como una bolsa entre varios agentes, a la vez que abrían sus piernas a la fuerza para examinarla.
12- Negación de acceso a almohadillas sanitarias
Después de recibir una golpiza a manos de agentes de la policía, bajo las órdenes de la seguridad del Estado, Jackeline Boni fue recluida dentro de una celda. Ese día comenzó a menstruar y las autoridades que la tenían detenida e incomunicada le negaron acceso a almohadillas sanitarias e incluso agua para asearse.
Boni sangró por cuatro días sin tener cómo higienizarse. Esto es una forma de discriminación contra la mujer, según el Art. 1 y 2 inciso d), e) de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
“Eso es horrible, imagínate la fetidez, la sangre pegada en las piernas, de días. Cuatro días sangrando ahí, sin nada. Fue horrible”.
La opositora y miembro de la UNPACU Miraida Martín estuvo cinco días recluida en una celda en Santiago de Cuba en condiciones similares.
13- Niegan asistencia médica
La Regla 118 de las reglas Mandela establecen que se permitirá al detenido ser atendido por médico o dentista si su petición es razonable; pero en Cuba no siempre sucede.
La opositora Mirada Martín explica que a menos que pierdan el conocimiento, pueden pasar varios días detenidos sin que atiendan sus lesiones. En su caso sufrió una fractura en el brazo tras ser agredida por los funcionarios, y no tuvo asistencia médica hasta que fue liberada y acudió al hospital por sí misma.
14- Golpizas en los centros de detenciones
Destaca Jackelin Boni que la Seguridad del Estado en la vía pública procuraba que las golpizas a mujeres las emitieran agentes del sexo femenino. Sin embargo, dentro de los centros de detención, (donde no había testigos) las opositoras eran maltratadas por hombres y mujeres, sin distinción.
“Nos daban golpes, muchos golpes efectivos. Eran personas especializadas. Recuerdo haber recibido un piñazo en medio del pecho que me dejó sin aire. No podía respirar”, relata Boni. “Yo me defequé encima en esa golpiza”.
La opositora agrega que era agredida por cinco o seis personas a la vez dentro de un calabozo. “Cuando veían que te quedabas sin conocimiento, te echaban un poco de agua y te dejaban ahí tirada a la suerte”.
Las Damas de Blanco y las de apoyo fueron utilizadas como cuerpos, que por violentados se volvieron ejemplarizantes. “Por eso hoy muchas estamos enfermas producto a tantos golpes recibidos”, concluye Boni.
“Casi siempre todos los golpes eran en la zona cervical. De hecho, tengo un traumatismo en la cervical, una hernia discal en la columna y otra en la cervical, además de constantes dolores de cabeza”, sostiene Leticia Ramos
También en la provincia de Matanzas el opositor Lázaro Díaz responsabiliza al agente de la Seguridad del Estado Orestes Martínez de apretarle el cuello y luego lanzarlo para atrás. Mientras que, en La Habana, José Díaz Silva perdió parte de su dentadura superior cuando su rostro se incrustó en el suelo al ser lanzado por un oficial del Estado cubano. La agresión ocurrió estando Díaz esposado y sin resistirse.
FUENTE: Con información de Cubanet