En el menú del restaurante privado A fuego lento, aledaño al malecón, en la barriada habanera del Vedado, puedes encontrar diversos cortes de carne de res, tablas de quesos italianos y una reserva de vinos españoles y franceses. A pesar de la llovizna, las mesas están ocupadas. La decoración interior y el servicio gastronómico son de primer nivel. Un empresario extranjero que sondea el mercado de las energías renovables en la Isla, considera que si el chef de A fuego lento “residiera en París, Londres o Nueva York ya tuviera una estrella Michelin”.
Por los alrededores merodean ancianos sucios y adolescentes pidiendo dinero o algo de comer. “Por favor, ayúdeme; tengo a mi madre enferma, que le amputaron una pierna”, dice un joven con la mano extendida a un comensal que espera ser atendido. A una cuadra, un apagón se extiende por más de cinco horas y en las esquinas se acumula la basura.
En la Cuba del socialismo o muerte y del disparate ideológico, nada funciona. Ni el transporte público ni el abasto de agua. Las farmacias ya ni condones venden. Treinta tabletas de paracetamol, un medicamento básico, ronda los 1.200 pesos; la mitad de la pensión de Rafael, 72 años, ex profesor de física, quien, con una chaquetilla roja con el rótulo de parqueador, cuida los autos de clientes que comen bife de chorizo o picaña. A la salida le dan 50 o 100 pesos.
El empresario foráneo se queja de la proximidad de la miseria. “El dueño del local debiera encontrar una solución. Estos negocios próximos a la calle, provocan que decenas de mendigos te acosen constantemente”, comenta mientras espera el pedido. Reconoce que la Isla es un caos, “una dictadura con una corrupción espantosa y un modelo económico que no funciona. Las supuestas democracias latinoamericanas o los llamados tigres asiáticos son iguales. Una imitación de elecciones libres donde impera la corrupción. En Arabia Saudita cortan a un periodista en trozos y es uno de los mejores socios comerciales de Estados Unidos. Excepto Israel y el Líbano, casi todas las naciones del Medio Oriente son regímenes retrógrados donde las mujeres no pueden votar. Apostar por la democracia estadounidense, nórdica p suiza es lo ideal. Pero no se puede vivir de ilusiones. Los países pobres con gobiernos tiránicos también necesitan energía renovable, petróleo y armas. Siempre habrá compañías que negociarán con ellos".
¿Cuáles son las ventajas?, le pregunto. “Si trabas relaciones sólidas con los estamentos del poder, se amortiza la inversión en menos tiempo y las ganancias son mayores. Además, puedes tener una posición monopólica en el mercado local”. ¿Y cuál es el principal problema en Cuba? “La ausencia de un marco legal, no poder contratar por tu cuenta a los trabajadores y la nueva regulación del gobierno que impide transferir divisas al exterior, una decisión errada”, responde el empresario.
“El sistema político cubano es disfuncional. Hace tiempo debieron darse cuenta. China y Vietnam están gobernados por partidos comunistas y las democracias occidentales invierten miles de billones de dólares en China y Vietnam, dos países que encarcelan a opositores y abiertamente violan los derechos humanos. Pero tienen economías capitalistas de mercado. El gobierno de Cuba no comprende esa realidad y por capricho del difunto Fidel Castro y sus secuaces, la estrategia es mantenerse aislado. Han tenido oportunidad de cambiar, pero se han enroscado en un laberinto donde la única salida es una apertura real a las inversiones extranjeras, incluida la de cubanos de la isla y del exterior. Ningún país puede desarrollarse sin el capital local. Las grandes compañías no tienen demasiado interés de invertir en Cuba y el potencial del mercado interno es muy limitado”.
Según el empresario, las nuevas medidas aprobadas por el castrismo para seducir a inversionistas extranjeros, “hay que mirarlas con lupa y suspicacia. Una y otra vez el gobierno asegura que va a cambiar las reglas de juego en materia económica, pero regresan al inmovilismo, su estado natural. GAESA se conforma con sus negocios de usura. Son alérgicos a que el sector privado gane demasiado dinero y establezca contratos con empresas foráneas. En Cuba pueden pasar dos cosas: que la miseria y el hambre generen un estallido social y provoquen un cambio de gobierno o que funcionarios del régimen entiendan que el actual modelo es inservible e inicien reformas profundas. De momento, por las trabas, muy pocos inversionistas se arriesgan a invertir en la Isla. Te puede salir bien o mal. Es un juego de cara o cruz”, concluye el empresario foráneo.
El riesgo de hacer negocios con la dictadura va más allá del fracaso empresarial. Pregúntele a Frank Cuspinera, empresario cubano-americano. Hace un año la policía política lo detuvo de forma inesperada. Cuspinera, era dueño de Diplomarket, conocido como el Costco cubano, en la carretera de Berroa, al sur de La Habana, un negocio en componenda con pesos pesados del régimen. Fuentes conocedoras del caso afirman que “cuando el gobierno vio las ganancias obtenidas por Frank, decidió aplicar el uso de la fuerza: inventarle una supuesta causa legal, decomisarle hasta el último centavo y meterlo preso entre los peores delincuentes del país”.
La historia de Tokmakjian en Cuba comenzó en 1988, cuando inició sus negocios en la Isla junto al empresario, también canadiense de origen armenio, Sarkis Yacoubian, quien era presidente de la firma Tri Star Inc. y según se rumoreaba en los corrillos empresariales, hombre de máxima confianza del gobierno. El negocio de Tokmakjian llegó a facturar ochenta millones de dólares anuales. Era el distribuidor exclusivo de los automóviles sudcoreanos Hyundai. Una mañana de julio de 2011 Sarkis fue detenido, juzgado y condenado a nueve años de cárcel. Se le confiscaron hasta “los cestos de la papelera”, dice un especialista que trabajó en la empresa. “Todos los autos que estaban en almacenes fueron decomisados y le cerraron sus cuentas. Se le acusó de corrupción y darles regalos a funcionarios del gobierno. Fue un montaje que le hicieron al viejo”, rememora.
A los empresarios británicos Amado Fakhre y Steven Purvis, directivos de la firma de inversiones Coral Capital, después de decomisados sus activos fueron condenados a prisión por corrupción. Un directivo extranjero en el sector de la hostelería cuenta que el gobierno “les debe a compañías españolas más de 350 millones de dólares y han retenido las cuentas en bancos cubanos. Un corralito financiero a la fuerza. Tenemos dos opciones: marcharnos y demandarlos o hacernos los tontos y lisonjearlos, a ver si cobramos algo. Si te vas, no cobras y si los demanda tampoco. En este tipo de sistema la realidad es muy engañosa. Cuando crees que estás bien conectados con personas que tienen influencia en el gobierno, piensas que no tendrás problemas, que eres inmune. Pero un día le dan la vuelta a la tortilla y te acusan de pedófilo o agente de la CIA”.
Un cubano radicado hace dos décadas en Europa explica que abrió un ranchón de comida criolla, dos bodegones y se compró una finca en las afueras de La Habana. “Me iba bien hasta que el panorama se complicó. Me quitaron el ranchón de comida, cerré y me largué. El mayor problema de Cuba es que, al no existir regulaciones jurídicas, el gobierno cambia de criterio cuando le da la gana. Y lo que hoy es permitido, mañana es un delito grave. Es un país que funciona en la ilegalidad. No hay un sistema cambiario oficial de divisas y tienes que comprar los dólares en el mercado informal. Te obligan a violar las leyes, porque existe un vacío legal. Invertir en Cuba es un pésimo negocio”.