domingo 5  de  enero 2025
ENTREVISTA

"La luz de la esperanza", reflexiones del Padre José Conrado Díaz Alegre

En medio de las adversidades que enfrenta Cuba, el Padre José Conrado Díaz Alegre comparte un mensaje de fe, reconciliación y esperanza con un llamado a la unidad del pueblo

Por Alberto Muller

¿Cómo aconseja el padre Conrado celebrar la llegada del Niño Jesús a un país colapsado por todos sus costados: no hay agua, no hay energía, faltan los alimentos básicos, no hay transporte, no hay medicinas y sigue la represión?

Hace casi 50 años, cuando Mons. Meurice me envió a mi primera parroquia, la Santísima Trinidad de Santiago de Cuba, me dispuse a arreglar la cocina de la casa parroquial que estaba en muy mal estado. Había anunciado que la cocina estaría lista en Navidad, pero las cosas en Cuba son muy complicadas, como tú sabes. La Navidad llegaba y la cocina no se arreglaba, y eso fue motivo de malestar y de críticas, cuando en realidad fallaron personas que me habían dicho que me ayudarían. Llegó el día de la Navidad y no se había terminado el arreglo. Yo estaba bien molesto y apenado por no haber cumplido, pero cuando llegó el momento de la homilía en la misa del gallo, comencé diciendo: “Aunque no hemos podido arreglar la cocina, hoy nace Jesús para nuestra salvación”.

Todo lo que tú has dicho en la pregunta es cierto: las necesidades, carencias, frustraciones y tristezas del pueblo cubano están ahí. El pueblo las tiene y las sufre. Pero no podemos olvidar que cuando estamos en situaciones límite, como es el caso de Cuba, solo la fe y el poder que viene de lo alto, y solo la esperanza que da esa fe, nos permite afrontar esas situaciones y superarlas. Esa resiliencia que el pueblo cubano ha tenido a lo largo de los últimos 65 años es la que nos ha permitido seguir en pie y luchando por lograr una salida para nuestro problema. De ahí viene nuestra fuerza y de ahí vendrá también nuestra salvación.

¿Valdría la pena, ante un nuevo ciclo de la Noche de Paz, orar por la reconciliación de todos los cubanos?

Orar y hacer. Orar y luchar por la reconciliación, es decir, la unión de las voluntades para lograr una salida al actual estado de la nación. Esto es algo que nos atañe a todos. Hace más de 30 años, en la carta que le hice al entonces jefe del Estado Fidel Castro, echándole en cara la grave situación en la que había puesto al pueblo cubano, le dije: “Todos somos responsables, pero nadie lo es en mayor medida que usted”.

La reconciliación es la propuesta que ha hecho la Iglesia y la que han hecho muchos cubanos de dentro y fuera de la isla. Los que nunca han querido entrar por el camino de la reconciliación han sido los dirigentes cubanos. Esto hay que decirlo de manera clara y contundente: ellos son los mayores responsables del sufrimiento del pueblo cubano porque ellos han llevado al país a este grado de deterioro y destrucción que hoy vemos tan claramente. Desde la destrucción de la infraestructura del país hasta el deterioro de las personas; desde la educación hasta la salud pública. Somos un país en quiebra. Y si hemos llegado a esta situación es por culpa de un Estado incompetente e incapaz de ponerle remedio a sus propios e innegables errores. Ayer me decía un amigo muy querido de Trinidad: “Por favor, no calles las verdades de lo que estamos sufriendo”. Mi propia conciencia me obliga a transitar por este camino de acusar a los que son los verdaderos responsables. Una clarísima expresión de este abuso se manifiesta en la construcción de hoteles faraónicos para el turismo internacional, que sirve para llenar el bolsillo de los gobernantes, pero no para resolver las necesidades de un pueblo empobrecido y abandonado a su propia suerte.

Aunque nunca debemos olvidar que la mayor carencia del pueblo cubano es la falta de libertad. El irrespeto a sus derechos y el olvido de sus necesidades más elementales. El pueblo cubano no se va a conformar con que le den pan, porque cada vez tiene más claro que siente la necesidad de ser respetado en su legítima dignidad.

Algunos se quejan del silencio de la Iglesia Católica ante la situación actual. ¿Qué explicación le da el padre Conrado?

Quiero aclarar que cuando se habla de la Iglesia Católica, esta no se agota en los obispos. Cuando sacerdotes como el padre Alberto, o Castor Álvarez, o Jorge Luis Pérez, o fray Lester O.P., o la hermana Nadietzka, o laicos como Dagoberto Valdés hablan, ellos también son Iglesia Católica. He mencionado algunos de los nombres más conocidos, pero si recogiéramos las homilías y catequesis, las predicaciones, de sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos e incluso los obispos de toda la isla, nos sorprenderíamos del testimonio profético de tantos católicos cubanos. La Iglesia además habla a través de los hechos: la presencia al lado del pueblo que sufre, la labor de Cáritas en todas las parroquias e iglesias de la isla, y el acompañamiento de tantas personas. Eso también es voz de la Iglesia.

De todos modos, quiero afirmar una vez más, como tantas veces lo he hecho, que si guardamos silencio frente a la injusticia, a la mentira y a la maldad de aquellos que quieren oprimir y engañar al pueblo, nos convertimos en cómplices de todas esas injusticias, maldades y mentiras. Uno tiene que distinguir, por poner un ejemplo, que el tradicional mensaje de los obispos para la Navidad es un documento para apoyar la fe y la esperanza del pueblo que sufre. No debemos esperar tanto un documento de denuncia como un documento de apoyo y de acompañamiento a un pueblo que sabemos que está sufriendo y que lleva sobre sí el peso de las terribles circunstancias que atraviesa. Me recuerdo a mí mismo, pero también a los demás, que Dante, el gran poeta medieval, ponía en el noveno círculo del infierno, el peor de todos, a aquellos que se callaron la boca o se cruzaron de brazos en tiempos de crisis y de turbulencias.

¿Cuál sería el mensaje del padre Conrado al pueblo cubano en esta Navidad del 2024?

Yo daría tres mensajes en estas Navidades. Un primer mensaje al pueblo de la isla: levanten sus cabezas y sus corazones, se acerca vuestra liberación, el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz, como dijo el profeta Isaías. Es la hora de volver nuestros corazones a Dios. Es la hora de pedir perdón por nuestros pecados e infidelidades. Es la hora de la conversión. Tenemos que pedir fortaleza para seguir luchando, sabiduría para descubrir cómo hacerlo mejor y misericordia, porque tenemos que hacer nuestro el dolor de los hermanos. Ya quisiera yo ser solo anunciador de buenas noticias, pero sé que nuestro pueblo tiene por delante un camino muy difícil, que, aunque nos parezca imposible, puede ser peor aún que lo que hemos vivido hasta ahora. Por eso es importante que nos preguntemos: ¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué me pide Dios en esta hora? Porque todos somos responsables y entre todos debemos encontrar el camino que nos lleve a la liberación y a la paz.

Segundo, a los cubanos del exilio les pediría: jamás olviden a Cuba, jamás olviden el dolor de nuestro pueblo. Quisiera invitar a todos los cubanos del exilio a que, en estas Navidades, en las mesas en torno a las cuales celebren las comidas de los días 24 y 25 de diciembre, coloquen en medio y enciendan una vela y recen juntando sus manos un Padrenuestro por la libertad, prosperidad y unidad de todo nuestro pueblo, los de aquí y los de allá.

Y tercero, quisiera enviar un mensaje a los dirigentes del país: ustedes cargan con un enorme peso sobre sus hombros, y es haber llevado a nuestro pueblo, a nuestra patria, a este callejón sin salida. Tengan el valor de rectificar el rumbo, de escuchar el clamor de este pueblo que quiere vivir en libertad, prosperidad y amor. No quieran dejar a sus hijos una herencia material manchada de sangre y del dolor de tanta gente. No cierren sus corazones al clamor de los pobres, de los oprimidos, de los presos, de todo un pueblo que ha sido víctima a lo largo de tantos años de este sistema fracasado y opresivo, de esta ideología desfasada que nos han impuesto. Gánense el respeto, y ojalá también la gratitud y el cariño de este pueblo con tantas ansias de una vida mejor.

Que Dios bendiga a toda nuestra gente en estas Navidades, quizás las más tristes y dolorosas de toda nuestra historia. Amén.

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