MIAMI. -Veintidós horas de viaje a través de curvas y montañas andinas de miles de metros sobre el nivel del mar, te llevan de la manera menos VIP posible de Lima a Cusco y, de ahí a Machu Picchu. Dos horas de taxi hasta Ollantaytambo; dos horas de tren hasta Machu Picchu pueblo; y una escalada de media hora más por un camino angosto que bien vale la pena una Maravilla -de las siete declaradas en el mundo moderno- como lo es, desde 2007, Machu Picchu.
Cada maravilla –descontando por supuesto que es una construcción social– tiene sus peculiaridades, pero es difícil imaginar en Machu Picchu, como en la Torre Eiffel, a la gente chocando cuerpos con tal de hacerse una foto a lo Je t’aime, Paris. Ahí radica su encanto.
Una experiencia íntima
A Machu Picchu, aunque la pisen 3.300 turistas diariamente como promedio, se le reserva el goce de la intimidad. No es que no sea popular, no es que no sea masiva, pero esta maravilla tiene el poder de lo inaccesible para resguardarse; el poder de la comunión natural con la tierra y las montañas. Si eres de los que prefieren este tipo de aventura que marcará en tu pasaporte un sello único, no te desalentará la lejanía de Machu Picchu.
Lo primero que debes saber es que, si bien hay opciones para un viaje alternativo y poco glamuroso, el acceso a esta Maravilla está controlado por un monopolio: la línea ferroviaria que construyeron los ingleses y por la que solo pueden transitar orondos y viriles los trenes de Perú Rail e Inca Rail, ambas compañías con derechos de operar en las tierras del inca Pachacutec durante 50 años.
“Durante diez años el servicio ferroviario entre Machu Picchu y la ciudad de Cusco se mantuvo como un monopolio de Perú Rail, propiedad de la multinacional turística Orient Express”, se lee en una nota del diario peruano La República, el 31 de agosto de 2009, año en que, se dice, acabó el monopolio ferroviario.
A partir de ahí comenzaron a coexistir Perú Rail e Inca Rail. Esta última pertenece al Grupo económico Carlyle Perú, según el documento “Ferrocarril Transandino S.A. y Inca Rail S.A.C. contrato de acceso a la vía férrea”.
Vagones de ensueño
El vagón tiene un confort que atrapa. Aire acondicionado, asientos reclinables, minibar para que acomodes tus pedidos de cerveza, vino, lo que quieras, para una experiencia gastronómica a tono con la meca del sabor en América Latina. Asientos vacíos por si te animas a estirar las piernas, cambiarte de sitio, acostarte para disfrutar mejor el paisaje idílico peruano mientras te tomas una fría Cusqueña.
En la cima del mundo
En lo más alto de La Ciudadela inca, el premio aguarda. Arriba, la tierra es negra. Más abajo, en el centro de la civilización, la tierra es amarillenta. A medida que se desciende desde la salida hasta el río, es grisácea. Este es un río de los que suenan alto y fluido. Desde La Ciudadela se oye como un rumor suave. La conexión con la tierra, Pachamama, es insondable e indecible. Debes abrir la nariz para que entre más aire; mascar hojas de coca para evitar el soroche o mal de alturas, un dolor de cabeza que aparece a los 2.000 metros y se intensifica peligrosamente a los 3.700.
Huayna Picchu está a 2720 m.
Machu Picchu a 3082 m.
Subir a la cima de ambas montañas tiene un costo extra. Económico y físico, en especial físico. Huayna Picchu, que implica dos kilómetros de caminos empinados y angostos, es solo para mayores de doce años. De Machu Picchu destaca que el senderista atravesará dos kilómetros donde ascenderá aproximadamente 300 metros verticales. Promete variedad de orquídeas, mariposas y aves, pero aclara: es difícil llegar a la cima. Para hacerte más llevadero el camino, también el paisaje incluye llamas y vicuñas capaces de sostenerse, en una sola pata, en lo alto de la ciudadela. No desperdicies el momento para llevarte una foto única.
Una parada “arqueológica”
En el museo ubicado en la sede del Ministerio de Cultura en Machu Picchu puedes conocer en detalle cómo los miles de piezas extraídas por el presunto descubridor de Machu Picchu, el explorador estadounidense Hiram Bingham (1875-1956), quien dio a conocer Machu Picchu a todo el mundo, están fuera del Perú.
En 1996, tras una negociación del gobierno peruano con contrapartes extranjeras, fueron devueltas al país 400 piezas.
Recuerdos simbólicos
Como recuerdo de un viaje sin par, qué mejor que la Chakana, ese término quechua que significa “escalera” u “objeto a modo de puente”, “cruz andina” o “cruz cuadrada” y que representa una tetralogía. “La chakana es un símbolo plurimilenario aborigen de los pueblos indígenas de los Andes centrales en los territorios donde se desarrollaron tanto la cultura inca como algunas culturas preincas”.
Tiene la forma de una X, las diagonales conectan las 4 esquinas de la casa, es decir, del universo. La chakana es el símbolo andino de la relacionalidad del todo. La línea vertical expresa la oposición relacional de la correspondencia entre lo grande y lo pequeño.
No llegar tarde
En Machu Picchu, aunque el turista se sienta en otra dimensión, los horarios están medidos por el reloj eurocéntrico. A las 5 no puede haber un solo pie dentro del Santuario. A las 7 u 8 los buses ya deben haber sacado a todos los visitantes. Los trenes destino a Ollantaytambo funcionan hasta las 9 o 10 de la noche. Los taxis esperan hasta las 12 a la salida de la estación de Ollantaytambo para devolver a los turistas a Cusco. De regreso a Cusco, hay mucho por hacer, desde visitar el recinto de un chamán y degustar el licor de anís hasta sumergirse en nuevas aventuras rumbo a la Montaña de siete colores.
@cabezamestiza