MIAMI.- Un artículo de Rafaela Cruz para DIARIO DE CUBA bajo el título "Cuba y Rusia: ¿asesoramiento o neocolonia?" expone las suspicacias que despierta la colaboración entre los dos países. Reproducimos el texto.
MIAMI.- Un artículo de Rafaela Cruz para DIARIO DE CUBA bajo el título "Cuba y Rusia: ¿asesoramiento o neocolonia?" expone las suspicacias que despierta la colaboración entre los dos países. Reproducimos el texto.
Siendo difícil imaginar qué tipo de asesoramiento podrían darle los economistas del Club Stolypin al Gobierno cubano, se despiertan suspicacias sobre una relación de momento más mediática que concreta, que solo parece anunciar una preocupante aclimatación del "modelo ruso" al contexto tropical, por un castrismo agonizante, pero capaz de todo para mantener el poder.
Sin embargo, hoy las condiciones en la Isla no parecen maduras para acomodar un "capitalismo de compadres" tipo ruso, el cual derivó de un estado anterior, la URSS, intensamente industrializado que, si bien arcaico, pudo insertarse en el mercado mundial a golpe de reducir costos laborales y privatizar por centavos lo que valía millones.
Además, desde que la economía soviética se estancó en los 70 por su incapacidad para innovar, el imperio comunista desarrolló un sector extractivista, fundamentalmente petrolero, que Rusia heredó y Putin volvió a estatalizar, lo que provee al Kremlin de ingresos independientes al resto de la economía.
Cuba no puede seguir ese derrotero, primero porque no tiene recursos naturales suficientes para ser estatalizados y que el Estado viva de espaldas a la actividad económica general; segundo porque, aunque pueden privatizarse algunas industrias, lo que va quedando es tan escaso, desgastado y obsoleto que hay muy poco para repartir, aparte de la planta hotelera, como para formar de golpe y porrazo una legión de oligarcas, algo que sería, por otro lado, muy difícil de digerir políticamente. En definitiva, el "modelo ruso" no parece extrapolable a Cuba.
Tampoco es que los economistas del Stolypin sean vanguardias en ciencia económica moderna y teoría del desarrollo, o tengan pedigrí académico como para ser para Cuba lo que la Escuela de Chicago fue para Chile y China. Las leyes de general aplicación sobre el crecimiento económico son archiconocidas incluso por los economistas cubanos, quienes, además, están familiarizados con las especificidades locales. Cuba no es pobre por falta de conocimiento, sino porque el Gobierno, por su propio beneficio, decide no aplicarlo.
Es absurdo, cuando no insultante, que cientos de estudios de economistas cubanos residentes y exiliados, hechos con las herramientas más modernas de esa ciencia, se pudran ignorados por un gobierno que ahora busca asesoramiento en unos economistas rusos, muy capitalistas ellos y totalmente desconocedores de la realidad insular. Todo muy raro y confuso.
Raro y confuso a menos que, en realidad, lo del asesoramiento no sea más que una pantalla para atraer recursos de Moscú. ¿Será que el castrismo quiere volver a vivir de los rusos, más que adoptar el "modelo ruso"?
Si el Gobierno cubano logra insertar nuevamente a Cuba dentro de los intereses geopolíticos del Kremlin —intereses ahora exacerbados por la invasión a Ucrania— y, además, ofrece garantías de que transformará a gusto de los eslavos el improductivo sistema castrista, podría atraer inversiones rusas gracias a un concordato estatal.
Esas son precisamente el tipo de inversiones que prefiere el sistema totalitario castrista, que hace alergias a todo lo que suceda sin su control, lo que ha sido el mayor escollo para la inversión directa en el país.
Además de un inversor estatal, el castrismo ganaría un valedor político y militar que lo ayude a prepararse ya no contra una invasión extranjera, sino contra un alzamiento popular. Este año no solo aterrizaron economistas en La Habana, antes de la reciente visita del canciller de Putin, Serguei Lavrorv, llegaron el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Nikolái Pátrushev, y el ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, y se reunieron con los jefes del ejército cubano y demás órganos de represión, con quienes explícitamente hablaron de las "revoluciones de colores".
En resumidas, lo del "asesoramiento" parece ser una cortina de humo bajo la cual el castrismo, desesperado en su decadencia, intenta ponerse nuevamente al amparo de un gobierno extranjero, esta vez con la particularidad de que los rusos no ayudarán gratis en lo económico —no olvidan los miles de millones de deuda soviética que Cuba jamás pagó— sino que harán negocios de los que esperan ganancias, algo para lo que quieren asegurarse no solo influencia política, sino en la economía de Cuba.
Una Rusia en guerra con occidente y un castrismo más débil que nunca tienen todas las papeletas para aliarse; mientras, el pueblo cubano, abstraído en su desesperada sobrevivencia diaria, y la oposición exiliada y diezmada por la represión, reciben impotentes los anuncios de los nuevos negocios de Moscú: una tienda mayorista que cobrará en dólares y un hotel exclusivo para rusos. La historia está a punto de repetirse, esta vez como miserable farsa.
