Los matices de la espera son personales y secretos. Un hombre tal vez espera encontrar en la basura del barrio rastros de "pacotilla" que no le llegan del extranjero o, quizás, espera una comida sin abrir o un tesoro escondido.
Los matices de la espera son personales y secretos. Un hombre tal vez espera encontrar en la basura del barrio rastros de "pacotilla" que no le llegan del extranjero o, quizás, espera una comida sin abrir o un tesoro escondido.
Los estudiantes de secundaria a final de curso esperan optar por una carrera digna y bien pagada o esperan tener un 100 en las pruebas finales para ser los favoritos de los abuelos, o esperan que no se den cuenta que las respuestas fueron copiadas de un "chivo".
Tres amigos esperan broncearse en el muro del Malecón sus desentonadas pieles blancas o quizás esperan a "que se seque el Malecón" o a que se construya un puente indestructible.
El muchacho espera en su moto por su amor, o espera que baje el precio de la gasolina para poder salir más a menudo o espera que su moto salga en las páginas de una revista famosa.
En una cola en Cadeca, otros esperan que quiten el CUC y que el cambio los favorezca o que dejen usar las tarjetas de crédito, o que sus tíos de afuera le manden un poco más para arreglar el baño.
Un hombre espera que haya gasolina en los tanques deshidratados, o acaso espera poder vender algunas cosas por la izquierda a sus clientes cautivos.
"Los compañeros" esperan que cambie el sistema frente a una foto del otrora líder o, tal vez, esperan que se perpetúe su estirpe; el perro espera un amo noble que le dé caricias y comida, o un carro que lo atropelle para terminar esta vida de perros.
El trompetista espera que su Habana se encante con su música o que los oyentes le regalen un halago, una sonrisa o un dólar.
Así es la espera de los que esperan en La Habana: elocuente y pintoresca, que no necesita colores porque ella sola pinta el ambiente de alternativas diversas. Una espera silenciosa, cómplice, omnipresente y desesperante.
Camino un poco más. Apuro los pasos entre unas aceras desestructuradas e interesantes que me mantienen atenta. Espero encontrar, antes de que anochezca, un albañil que no me haga esperar más, que me dé un precio justo, y que, con "las 3 B" (bueno, bonito y barato), empiece a reparar mi lugar en mi Habana.