MANAGUA.-EFE
Aunque la ley para declarar "héroe nacional" en Nicaragua da prioridad a las personas que participaron en batallas heroicas, también permite que se distingan a "mujeres y hombres que se destacaron en el servicio a la patria en cualquiera de sus ámbitos"
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El poeta nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) fue declarado este sábado "héroe nacional" de Nicaragua, en una sesión especial realizada por la Asamblea Nacional (parlamento) con motivo del centenario de su muerte.
El plenario de la Asamblea Nacional nombró "héroe nacional" a Darío porque con "su pluma e intelecto como armas, defendió la soberanía e independencia de la lengua nacional de Nicaragua, y la de todas las naciones americanas de habla española, y la de España misma, y aún más, a Francia, lenguas que defendió y enriqueció con su verso y prosas".
La sesión fue realizada en la Catedral de La Asunción de la ciudad de León, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, por su valor artístico, cultural e histórico.
A la actividad asistieron descendientes de Rubén Darío, así como estudiosos de su obra, representantes de los poderes del Estado, miembros de las fuerzas de seguridad, delegados del Ministerio de Educación y personalidades de León, ubicada a 90 kilómetros al noroeste de Managua.
Aunque la ley para declarar "héroe nacional" en Nicaragua da prioridad a las personas que participaron en batallas heroicas, también permite que se distingan a "mujeres y hombres que se destacaron en el servicio a la patria en cualquiera de sus ámbitos", de acuerdo con el Parlamento.
Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío, nació el 18 de enero de 1867 en el municipio rural de Metapa, hoy Ciudad Darío, en el norte de Nicaragua, y falleció el 6 de febrero de 1916, a los 49 años, en León.
Más que una crónica
El diario La Nación de Nicaragua, asegura que este poeta ilustre inició uno de los géneros más importantes que aún permanece en el periodismo actual como es la crónica. Y este diario tuvo el honor de publicarlos. Aquí la transcripción del texto elaborado por Laura Ventura:
"¿Y su apellido?". En las escuelas de habla hispana hay un autor cuyo nombre siempre genera confusión entre los alumnos. Rubén Darío y sus versos siguen vivos en los programas de estudio y en la calle. Hoy, aquellos países que conoció y que inmortalizó en sus escritos le rinden homenaje a cien años de su muerte, y no es exageración decir que el continente americano y España lo recordarán en las plazas, en los colegios y hasta en las estaciones de subte bautizadas en su honor. La Casa de América, en plena Cibeles madrileña, tiñe desde ayer su fachada de color azul para recordar su figura. Poeta panhispánico, les cambió el halo y el matiz a muchas palabras y "moderno" dejó de ser un adjetivo peyorativo para representar una actitud vital y estética, un movimiento donde se erige como su mayor exponente. Aún hoy sus versos generan diatribas, pero hay un hecho diáfano y no sujeto a polémicas. Darío es, junto con José Martí, el pionero de la crónica contemporánea.
Desde 1892, cuando ya era el joven poeta que había generado un cimbronazo con Azul, y hasta su muerte, fue redactor y corresponsal de LA NACIÓN. Tres cuartos de su producción se publicó en diarios y periódicos, precisa Susana Rotker en La invención de la crónica, a pesar de que sea más conocido como poeta. Darío utilizaba su espacio en el diario como un sitio para informar a sus lectores y también como un laboratorio donde crear y cincelar un estilo original y auténtico, sin la urgencia que impone el cierre de un artículo de furiosa actualidad. En esta usina surgirán las prosas inclasificables de Los raros, un libro que reúne retratos de figuras como Edgar Allan Poe o Paul Verlaine. Darío, en su rol de periodista, se dedicará a descubrir las nuevas plumas y a opinar sobre política.
Nace por entonces la crónica hispanoamericana en el sentido en el que hoy la concebimos, como crónica periodística, realizada por un escritor profesional. Así, con una multiplicidad de recursos retóricos de la literatura, construirá prosas de no ficción. Darío escribirá en varios medios y viajará por el mundo, pero la "estupenda sábana", como llamaba a LA NACIÓN, fue la columna vertebral de su producción. "Estamos ante una prosa cuya levedad impregna el tratamiento de episodios de lo cotidiano tramados con fabulaciones de cuentos de hadas, nunca leídos antes por los argentinos con esa impronta", escribe Susana Zanetti en Rubén Darío en La Nación de Buenos Aires.
Graciela Montaldo, titular del departamento de Culturas Latinoamericanas e Ibéricas de la Universidad de Columbia y autora de Rubén Darío, viajes de un cosmopolita extremo, se refiere a la innovación que realiza el nicaragüense. "La modernidad es el género mismo, que no solía ocupar a los escritores «serios». Las crónicas del fin de siglo, con Martí y Darío a la cabeza, pusieron a los escritores a hablar de la actualidad, de lo contemporáneo, de la vida del presente. Darío sacó la escritura de la biblioteca a la calle, la hizo pública. Difundió la escritura entre públicos no especializados. Y lo logró con la prosa pero también con la poesía. Darío se conectó, como nadie, con su presente."
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