El régimen Castro-Comunista que, con el apoyo de potencias enemigas, ha subyugado y arruinado a Cuba durante más de 66 años, no ha podido extirpar de su alma las ansias regeneradoras de libertad. Estas bullen a lo largo de la isla y habrán de brotar con fuerza suficiente para romper las barreras de la opresión.
Logrado ese objetivo esencial, ¿cómo galvanizar a la población, traumatizada por tantos años de tiranía, para acometer la ingente tarea de la pacificación y reconstrucción del país? Los pueblos en circunstancias críticas suelen acudir a los artículos de fe, a los símbolos que representan lo mejor de sus tradiciones y lo más grande y perdurable de su nacionalidad.
Los cubanos contamos con cinco símbolos propios que nos inspiran y enaltecen:
I
EL HIMNO NACIONAL, letra y música de nuestro eximio Perucho Figueredo. Nunca más debe este canto patriótico, sublimado por la grandeza moral de tantos mártires, cederle su primacía a composiciones embaucadoras y sectarias como el himno del 26 de julio. La nación sólo ha de tener un himno: el de Bayamo.
Deben sus sabias y melódicas estrofas servir de admonición para no caer de nuevo en la demagogia, preludio sombrío del autoritarismo, ya que en cadenas vivir es vivir en afrenta y oprobio sumido.
II
LA BANDERA de la estrella solitaria, con la sensación visual de sus colores y el ondeo majestuoso de sus pliegues, es como un jirón de nobles sentimientos que flamea airoso bajo el sol. La izó Narciso López en Cárdenas el 19 de mayo de 1850, la siguieron con devoción los heroicos mambises, y la enarbolaron con firmeza los fundadores de la República para consolidar la plena soberanía sin Enmienda Platt.
Nuestro sagrado pabellón, ultrajado en 1959 por traidores disfrazados de profetas, flotará de nuevo bien alto cuando caigan la hoz, el martillo y todos los resortes del régimen comunista, y puedan los cubanos recobrar la ansiada libertad.
III
EL CAPITOLIO NACIONAL es un símbolo imperecedero de la nación, no ya por la imponente estructura marmórea que lo sostiene, sino por los hitos republicanos que evoca y los logros jurídicos e institucionales que representa.
Fue en ese templo de leyes que se debatió y aprobó nuestra Carta Magna de 1940 libremente, sin injerencia doméstica o foránea. Esa Constitución, que ha sido bandera de lucha contra la dictadura de Batista y el totalitarismo marxista-leninista de Castro, podrá servir de base legítima para el tránsito en su día a la democracia representativa, a la libre empresa con conciencia social y a la justicia con garantías para todos.
IV
JOSÉ MARTÍ, el apóstol de nuestra independencia, es el símbolo más egregio de nuestra nacionalidad. Bajo su aureola, le rendimos homenaje también a todos los próceres que han dignificado a nuestra Patria.
Martí luchó denodadamente por la libertad de Cuba sin odios ni resentimiento. Aún para sus enemigos él pidió la Rosa Blanca. La doctrina martiana Con todos y para el bien de todos es nuestra mejor consigna para lograr la redención de la isla y anclar la República del mañana en el imperio de la ley y en la concordia ciudadana.
V
LA VIRGEN DE LA CARIDAD DEL COBRE. Desde que los tres Juanes vieron flotar su imagen sobre una tablita en la bahía de Nipe, la Divina Madre ha sido fuente de inspiración y consuelo para los cubanos. En nuestras guerras de independencia, las fuerzas libertadoras le rindieron tributo a la Virgen Mambisa e invocaron su santo nombre en el fragor de los combates. Y durante el turbulento proceso republicano, ella fue luz y aliento para todos los cubanos.
Cuando caiga el régimen comunista, nuestra Cuba arruinada, polarizada y desmembrada requerirá no sólo amplias infusiones de capital y tecnología para reavivar la economía y reconstruir el país. Necesitará también una fuerte dosis de espiritualismo cristiano para sanar las heridas, recobrar la fe y levantar los ánimos. Roguemos a la Virgen de la Caridad que oriente y bendiga a los que emprendan la regeneración de la Patria liberada.
Estos cinco símbolos encierran, como en un cofre sagrado, los valores cívicos y morales, los principios guiadores, los sentimientos y virtudes cardinales que nos legaron nuestros próceres y que representan lo mejor de nuestra cubanía—la que pervive en la esperanza del pueblo sojuzgado y la que palpita en la añoranza de muchos desterrados.