MIAMI— Los adultos mayores no vacunados tienen más probabilidades de ser hospitalizados o morir de COVID-19, informan los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
MIAMI— Los adultos mayores no vacunados tienen más probabilidades de ser hospitalizados o morir de COVID-19, informan los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Por eso los médicos insisten no solo en la prevención, sino en el tratamiento que viene después de una infección por COVID-19, con el objetivo de optimizar la función y la calidad de vida.
En charla con DIARIO LAS AMÉRICAS, el doctor Luis Montel hizo hincapié en un plan integral: “tiene que haber fisioterapeutas, rehabilitadores; no es cosa de un solo médico”. También explicó las secuelas post-COVID-19.
“La gente ve al COVID como una entidad vírica que está causando muchas muertes. Nos fijamos en la parte de la muerte, pero las secuelas no son cuantificadas. Pasa así en la guerra, se cuentan los muertos, pero los heridos son daños colaterales”, enfatizó Montel.
Sin embargo, puede darse el caso de que “esos daños colaterales se empiecen a acumular de una manera tan grande que sean un problema económico, político y de salud, cuando a la sociedad nos toca pagar por estas personas que no pueden hacerlo, porque están en un estado post enfermedad que los invalida de trabajar. Y esto será un problema en los próximos tres o cinco años”.
El doctor Luis Montel, que cuenta con varias especializaciones y ofrece consultas en diversas zonas de Madrid, España, definió al COVID-19 como un “síndrome de enfermedad respiratoria por COVID y síndrome de post-COVID. Es un síndrome porque agrupa varios órganos, ataca al corazón y hay sintomatología cardiovascular, ataca el torrente sanguíneo, ataca al riñón, ataca al pulmón. Por lo cual tendríamos que dividirlo por secciones”.
A la hora de tratar a pacientes que se recuperan de este virus, sobre todo los adultos mayores, ha creado un protocolo que funciona en su práctica.
“Las personas de la tercera edad son los que peor pasan el estado de convalecencia, los que peor se recuperan y los que tienen menor posibilidad de volver a la etapa inicial, pre-COVID”, destacó. La razón es que “tienen un sistema inmunológico deteriorado por otras situaciones o tienen enfermedades crónicas, sea diabetes, un síndrome metabólico, una artrosis o una enfermedad degenerativa que no ha salido a flote”.
Por eso, “cuando llega el COVID esa persona tiene una evolución tórpida. El sistema osteoarticular enseguida pierde densidad ósea y masa muscular, que es el primer problema en la persona de la tercera edad. Al perder eso tienen menos capacidad de oxigenación y de producir energía”.
Ahí llega el otro síntoma derivado: “la fatiga, la falta de fuerza muscular, el cansancio físico permanente. Esas personas se mueven menos y empeoran el cuadro clínico porque los intestinos y el colon acumulan heces fecales, la digestión se hace tórpida y comienzan los problemas digestivos como estreñimiento o síndrome de mala absorción intestinal, con falta de apetito y náuseas”.
En consecuencia, “ese cuadro mantenido deviene en que el paciente se vea perdido y caiga en la depresión post-COVID. Comienza un círculo vicioso en el cual lo anterior se va acentuando hasta tal magnitud que el paciente ya no sale, no toma sol, no se reactiva la vitamina D y el sistema inmunológico se deteriora tanto que las otras enfermedades oportunistas aprovechan el momento de incertidumbre biológica de la persona”.
De ahí parten “las cardiopatías inflamatorias de tipo infeccioso, infecciones respiratorias como neumonía lobular, y mueren por neumonía post-COVID; ya no está el COVID. Lo que lo mata es un neumococo oportunista que ha entrado porque el COVID le ha destruido las defensas”.
Con esa base, el doctor estableció “un protocolo de acción ordenado, consensuado, con sentido común y sentido científico”, basado en “los logros científicos en la industria médica occidental y también en toda esa experiencia de naturopatía y uso de herboristería y sustancias naturales, dos grandes filosofías que no tienen por qué estar aparte”.
Como dijo, “una persona que haya pasado un post-COVID debe tener un seguimiento de tres años. Los primeros seis meses tiene que hacerse un hemograma completo con leucograma donde buscas los patrones para saber cómo va la evolución. Hay que saber por dónde van los leucocitos, porque un signo fundamental del sistema inmunológico es la caída de los leucocitos. La vitamina D en sangre es otro patrón fundamental. La hipovitaminosis D es lo más común en pacientes post-COVID.
Hay que ver también “el factor hierro (fumarato ferroso), porque forma parte de la hemoglobina para llevar oxígeno a esos músculos cansados y es complemento fundamental para la activación de la enzima superóxido dismutasa. Esta es la madre de las enzimas inactivando los radicales libres y los tóxicos en sangre”.
Asimismo, “hay que hacerle al paciente una espirometría (prueba pulmonar para saber la capacidad ventilatoria). Eso el profesional lo tiene que hacer mensual hasta los seis meses para ver la evolución post-COVID. También radiografía de tórax para dictaminar si hay una infección respiratoria oportunista de sorpresa”.
Montel recomienda una suplementación pre-COVID y post-COVID con los que llama “los cinco grandes”. Estos son magnesio (300 mg diarios), hierro (50 mg diarios), vitamina C, (1000 mg diarios), Omega 3 (1 gramo diario), y una cápsula de vitamina D.
@GrethelDelgado_