La migración es uno de esos procesos a los que nadie es ajeno. Como toda transformación, es impredecible y nos abre un abanico de potencialidades que van desde la euforia hasta la depresión. Es por eso que muchos, a pesar de las caóticas circunstancias en las que viven, tienen terror de dejar su país natal mientras que otros, casi como posesos, solo pueden ver posibilidad de crecimiento lejos de casa. Despedirnos de nuestros seres queridos, tener que rematar —en muchos casos— las cosas que con tanto esfuerzo adquirimos, iniciar trámites legales costosos y estresantes, enfrentarnos a las barreras del idioma, comenzar de cero y tener que lidiar con una incertidumbre perenne son algunas de las pruebas a las que tiene que enfrentarse todo migrante. No hay una sola persona a la que no le haya temblado el pulso a la hora de tomar la decisión de marcharse a nuevos rumbos (con o sin garantías). Es esta compleja dicotomía la que dibuja, a través de la tragicomedia, Adiós Buenos Aires, la nueva película de German Kral que abre este fin de semana en el Coral Gables Art Cinema.
Ambientada en la convulsa Argentina de 2001, la película nos cuenta la historia de Julio (Diego Cremonesi), un músico que toca tango con sus compañeros y que lucha por sobrevivir haciendo lo que tanto ama. Cansado de no tener un trabajo bien remunerado y harto de la política, nuestro protagonista decide emigrar con su madre e hija a Alemania. Un proceso que lo obligará a ir quemando puentes (como vender su carro, rematar el negocio familiar, separarse de su banda, etc) y que se verá obstaculizado por las vicisitudes que atraviesa el país. Paradójicamente, mientras todo parece ir mal en su proceso migratorio, Julio comienza a crecer con su grupo de tango (consiguiendo que una de leyenda del género cante con ellos), conoce de forma fortuita a una chica con la que va construyendo un vínculo emocional y se da cuenta que su madre e hija no están muy seguras de irse. Todo esto pone a Julio en una encrucijada haciendo que dude sobre si marcharse del país es la correcto o no.
Escrita por German Kral (Un tango más, Música cubana), Stephan Puchner (Música Cubana, Pornorama) y Fernando Castets (El hijo de la novia, Luna de Avellaneda, Maroa), Adiós Buenos Aires retrata con mucha delicadeza, humor y drama uno de los principales conflictos que lleva años sobre la palestra de Latino América —y el mundo—: la migración. Lejos de achacarle la culpa de esto a un gobierno en específico o transformarse en un panfleto —y a pesar de desarrollarse en un momento sumamente específico de la historia Argentina—, el guion se enfoca en darnos un contexto con el que todos podemos identificarnos. Políticos corruptos, medidas financieras que desatan el caos, una crisis social que afecta a los sectores más vulnerables y una sensación de naufragio son algunas de las apreciaciones que tenemos a la orden del día sin importar el país o el tiempo donde estemos. Para nivelar este balde de agua fría que nos confronta con nuestra realidad, la trama también muestra, en paralelo, los aspectos más amables de nuestros hogares como la cercanía con el legado cultural, los vínculos afectivos, la idiosincracia que nos une y la facilidad para crear vínculos cuando nos sentimos “en casa”. Esto hace que la decisión de su protagonista entre irse o quedarse se transforme en una dicotomía casi imposible de resolver.
Adiós Buenos Aires está llena de personajes entrañables y característicos que hacen que la tragedia que vive el país —y el protagonista— sea mucho más transitable a través del humor. Un barman obsesionado con noticias apocalípticas del espacio, un ludópata aferrado a la sincronicidad, un mecánico chapucero, un maestro de tango olvidado en un geriátrico, una madre soltera que maneja un taxi de forma beligerante y un hombre de convicciones políticas férreas, terminan encarnando —y dando voz— a las diferentes aristas que hacen que Julio se replantee cada uno de los pasos que da. Gracias a su elenco de primera y actuaciones de lujo (donde hasta las participaciones puntuales brillan), los diálogos llenos de mordacidad van y vienen como un partido de tenis haciendo imposible que no empaticemos con las cuitas y virtudes de cada uno de los personajes (algo harto difícil cuando se trata de temas tan polarizantes como los que plantea la historia).
La dirección de German Kral (Un tango más, Música cubana, El último aplauso) se mueve con facilidad entre hacernos reír y conmovernos, creando un contraste especial entre las escenas llenas de dinamismo donde muchos personajes interactúan y los momentos donde Julio observa todo desde lejos de forma introspectiva. Al mismo tiempo, Kral crea montajes musicales que, más allá de resaltar por su belleza al ritmo de temas hermosos, sirven como metáfora del estado emocional del protagonista y la historia (una mezcla entre añoranza, tristeza y amor, como un buen tango). Aunque Buenos Aires es otra gran protagonista de la historia, su director se encarga de enseñárnosla evitando todos los clichés de la mirada de un turista, decantándose por retratar las calles, bares y lugares menos conocidos pero que exudan cierto encanto natural imposible de replicar en cualquier otro lugar. Esto refuerza su sistema de imágenes que nos enseña un país hermoso, pero en ruinas y que consigue su homólogo en el bar local donde los personajes tocan (un lugar antiguo y decadente llamado “Glorias Argentinas” donde músicos sumamente talentosos interpretan canciones de ensueño).
Adiós Buenos Aires nos recuerda que migrar es cambiar unas angustias por otras y que, al final del día, somos nosotros —y no los políticos o las circunstancias externas— los que construimos nuestro hogar. A través de sus personajes cercanos y situaciones enrevesadas, la historia utiliza el sentido del humor como antídoto contra las angustias de la vida y dilemas irresolubles. Sin lugar a dudas, todos podremos ver en ella un pedacito de nuestra historia personal y colectiva. Evadiendo todo tipo de pretensiones o lecciones morales, Adiós Buenos Aires se encarga de exponer una historia arquetípica a través de un relato local para hacernos reflexionar sobre nuestras decisiones de quedarnos o irnos y de la importancia de no hacer concesiones a lo que es realmente vital para nosotros. Solo así, escuchando nuestro corazón, tendremos la única certeza que nos servirá de guía en el azaroso camino de la vida.
Lo mejor: su humor negro y tono tragicómico. El conflicto universal que plantea sin perder el sabor local que la hace especial. Sus personajes ocurrentes y diálogos mordaces. La banda sonora espectacular. Su equilibrio entre crítica a los políticos y drama personal.
Lo malo: su resolución, aunque bastante real, puede ser interpretada como complaciente (además, su puesta en escena es casi Hollywoodiense y rompe por completo con el registro orgánico que llevaba la película).
Sobre el autor:
Luis Bond es director, guionista, editor y profesor. Desde el 2010 se dedica a la crítica de cine en web, radio y publicaciones impresas. Es Tomatometer-approved critic en Rotten Tomatoes (https://www.rottentomatoes.com/critics/luis-bond/movies ). Su formación en cine se ha complementado con estudios en psicología analítica profunda y simbología.
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