La noticia del fallecimiento, a los 56 años, del dramaturgo, crítico, periodista y actor cubano Amado del Pino, ha impactado a no pocos de sus compañeros de generación, varios de ellos desperdigados por el mundo, signo tembloroso que marca inevitablemente a las generaciones nacidas en la llamada "Revolución Cubana". Nacido en la provincia de Camagüey el 25 de febrero de 1960, murió este 22 de enero en Madrid.
Fue autor de una amplia colección de piezas teatrales, la mayoría montadas y publicadas en su país. Entre las más conocidas se encuentran: Tren hacia la dicha, El zapato sucio y Penumbra en el noveno cuarto. Publicó libros de ensayo como Teatralidad y cultura popular en Virgilio Piñera (Ediciones Verbum, Madrid) y Sueños del mago (Ediciones Alarcos, La Habana). Su obra Cuatro menosmereció en 2008 el prestigioso Premio Carlos Arniches de la Muestra de Autores Contemporáneos Españoles.
DIARIO LAS AMÉRICAS contactó al dramaturgo y director Raúl Alfonso, quien este domingo asistió al último adiós de su colega y amigo en Madrid, donde vivía desde hace algunos años. Le sobreviven sus dos hijos, Amado y Adriana, y su viuda, la periodista Tania Cordero.
"Hoy hemos despedido a Amado del Pino en el tanatorio Parque de San Isidro de la ciudad de Madrid, un lugar pulcro, solemne, rodeado de árboles, que visto desde afuera no se sabe si es un hotel de lujo o un concesionario de coches. Un sitio extraño para nuestro teatrista, que era un animal sencillo, coloquial y alegre, amante de las esquinas y del gracejo cubano, del verbo florido y el chiste grueso, del campo y el mar, a donde precisamente irán sus cenizas, al mar Caribe", relató Alfonso, quien reside en la capital española desde hace dos décadas.
Alfonso reveló a este rotativo que el propio dramaturgo fue quien pidió que sus cenizas fueran esparcidas al mar desde el malecón habanero. "Un día de estos, ya da un poco igual, cuando su viuda consiga viajar a la isla desde Madrid", acotó.
"Los que acudimos a la despedida experimentamos por un momento la sensación de asistir a una función teatral única e irrepetible, algo muy especial, privilegio concedido sólo a unos pocos. Es doloroso, pero es también un gran regalo del destino poder despedir a un amigo de los de toda la vida, de esos que siempre han estado presentes, ya sea en un estreno, en la lectura de una pieza teatral -en cualquier sitio, salón oficial, sala de casa o cantina-, en una crónica periodística, en el recibidor de algún teatrillo", agregó el autor de piezas claves en la escena cubana de los 90' (El grito, Isla solitaria y Bela de noche), pioneras en el tratamiento de temas como el individuo gay enajenado por el comunismo, el aislamiento de los enfermos de SIDA, el desarraigo, la precariedad y la insatisfacción espiritual, con montajes siempre marcados por la irreverencia.
Raúl Alfonso, al igual que Del Pino, estudió Artes Escénicas en el Instituto Superior de Arte de La Habana. Ambos se especializaron en Tetralogía y Dramaturgia. Nacidos en la década del 60, vivieron la difícil aventura teatral de los años 80 y 90. Sus obras, aunque con disímiles intensidades y compromisos, abordan aspectos de la realidad cubana contemporánea. Compartieron una entrañable amistad.
"Ese amigo habitará definitivamente en nuestros recuerdos, en nuestra memoria humana y, ya extinta esta memoria, en nuestro fantasma teatral cubano", relató el también narrador y profesor de teatro en su sentida crónica de la despedida a Del Pino.
"Hablamos, enjugamos alguna lágrima, contamos anécdotas- de esas que tanto le gustaban-, nos reímos también, una pareja de actores, uno cubano y el otro español, leyó fragmentos de su último monólogo, y luego algunos dedicamos un montón de frases para enumerar recuerdos y sensaciones. En la habitación contigua Amado dormía, con un grueso lápiz de madera entre sus manos cruzadas, muy quieto, cosa rara en él, vacío ya de contenido emocional, ese contenido pasó a nosotros con la lectura de su última pieza. Hoy, 22 de enero, día del Teatro Cubano, se fue Amado del Pino, un entusiasta, amante y defensor incondicional de ese teatro. Hace frío en Madrid. Mucho frío. El año será extraño sin él. Será extraña toda la vida que nos queda. Adiós, amigo".