martes 21  de  octubre 2025
FLORIDA

Anthony Gutiérrez, el ingeniero que transforma la electricidad en bienestar comunitario

El ingeniero tiene como objetivo poner al servicio su experiencia en infraestructura crítica y edificaciones inteligentes, bajo estándares internacionales como NEC y NFPA

Por Alexandra Sucre

MIAMI.- En la vida cotidiana, la electricidad suele aparecer como un interruptor que sube y baja. Para Anthony Gutiérrez, ingeniero eléctrico venezolano formado en la Universidad de los Andes en 2020, es algo más concreto: una herramienta para que un quirófano no se detenga, una pista no se quede a oscuras y un aula tenga la luz y el clima que permiten aprender. “El valor más importante de la ingeniería no se mide únicamente en planos o cálculos, sino en el impacto directo que tiene en la vida de las comunidades”, dice. Su carrera ha seguido esa brújula.

Gutiérrez conoce de cerca lo que significa que un sistema funcione a la primera. Su experiencia abarca aeropuertos, hospitales y escuelas, entornos donde los errores no son opción. “Cada sistema eléctrico que diseño no solo alimenta equipos ni sistemas, sino que también garantiza seguridad, continuidad operativa y bienestar social”, explica.

La frase condensa una idea simple y potente: la infraestructura eléctrica es una red de cuidado. Si el power room está bien pensado, un tomógrafo arranca a tiempo, una torre de control opera sin sobresaltos, un laboratorio mantiene sus muestras a temperatura exacta. Detrás de ese resultado hay normas, cálculos, pruebas y una ética de servicio.

La ética, en su caso, nació en Mérida y se fortaleció con lecturas y asociaciones. Integrante de la IEEE Power & Energy Society y de la IEEE Technology and Engineering Management, Gutiérrez combina rigor técnico con liderazgo de proyectos. Ese anclaje le permite moverse en obras complejas sin perder el foco en lo esencial: la gente. Cuando habla de su trabajo, el lenguaje técnico aparece, pero enseguida vuelve al impacto: “Me llena de satisfacción saber que mis conocimientos pueden ser útiles en proyectos de gran complejidad que benefician a miles de personas, ofreciéndoles mejores condiciones, seguridad y bienestar”.

La promesa social de la ingeniería suele declararse en abstracto. Él la traduce en decisiones de diseño. En un hospital, eso implica priorizar selectividad y respaldo para que una falla en un ala no arrastre al resto del edificio. En un aeropuerto, pensar la iluminación y la energía crítica con escenarios de contingencia. En una escuela, ajustar cargas y protecciones para que la seguridad eléctrica sea invisible, como debe ser cuando está bien hecha. La excelencia, insiste, no es un adorno; es el nivel mínimo aceptable cuando hay vidas en juego.

Esa mirada también ordena su aportación a su nuevo entorno. Al preguntarle qué pretende ofrecer a la comunidad de Estados Unidos, responde sin rodeos: poner al servicio su experiencia en infraestructura crítica y edificaciones inteligentes, bajo estándares internacionales como NEC y NFPA. “Mi aporte estará enfocado en proyectos de gran impacto social y tecnológico”, afirma. La frase incluye dos ejes que hoy marcan la agenda del sector: eficiencia energética y sostenibilidad. Habla de curvas de demanda, de gestión de cargas, de sistemas de respaldo que no solo resisten, sino que consumen menos y contaminan menos. Habla, en suma, de confiabilidad con conciencia ambiental.

En un mundo interconectado, donde los cortes se vuelven noticia y la resiliencia de las redes define la continuidad de servicios esenciales, el oficio del ingeniero eléctrico deja de ser un rol de backoffice para convertirse en garante de derechos básicos. Gutiérrez lo entiende así y lo asume como compromiso: “Que cada proyecto que realizo en los Estados Unidos no sea únicamente un ejercicio técnico, sino una contribución concreta al progreso de sus comunidades”. No hay grandilocuencia en el enunciado, sí una ruta: diseño centrado en la seguridad, operación continua, eficiencia medible y cumplimiento normativo.

Su trayectoria confirma que la ingeniería puede ser un lenguaje social cuando se orienta a resolver problemas reales. El aeropuerto que no detiene su operación en una tormenta, el hospital que mantiene sus equipos críticos estables durante un pico de demanda, la escuela que reduce consumos sin sacrificar confort son historias de una misma apuesta: usar el conocimiento para ampliar capacidades comunitarias. Gutiérrez lo resume con calma: transformar realidades es lo que da sentido a su carrera y fortalece su compromiso con la excelencia.

No hay épica en los tableros ni glamour en las canalizaciones. Hay método, previsión y una cadena de decisiones que terminan en algo muy humano: tranquilidad. El usuario que no siente el sistema porque todo funciona. Allí, en esa normalidad conquistada, se mide el aporte de profesionales como Anthony Gutiérrez. La electricidad, al fin y al cabo, no es solo potencia y conductores. Es un servicio público que sostiene la vida moderna. Y cuando se diseña con propósito, se vuelve lo que siempre debió ser: una forma de cuidado colectivo.

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