Una necesidad espiritual
En una anécdota personal, recuerdo cuando vi la película sobre su vida, “Por amor o patria”, a principios de los 2000 en Cuba. Era un casete VHS que se rentaba por 5 pesos cubanos de forma clandestina. Solo en casa podíamos decir su nombre; lo habían intentado borrar, pero nosotros le queríamos como si fuera de la familia.
Ahora, 20 años después, hablar con Arturo Sandoval (Artemisa, Cuba, 1949) es como viajar en el tiempo. Es, también, toparse con la vida nocturna de una Habana de jazz bands y humo de tabaco, de ritmos que nacen de la intuición y la mezcla de influencias, de la improvisación, la energía y el sudor.
Su amplio diapasón musical se mueve desde lo clásico al bebop, al Afro-Cuban jazz, al meneo elegante, el bolero, la cumbia, la bachata, el mambo; no hay género que se le escape, siempre que se haga con rigor y sea buena música. Con un virtuosismo que ha enamorado al mundo, hace hablar a la trompeta, se sienta al piano, agarra pluma y pentagrama, y si hay que cantar, canta, porque cuando la música manda, Arturo se deja llevar.
Y cuando recibió la invitación del prestigioso club de jazz Blue Note, de Nueva York, para tocar en Miami, también se dejó llevar sin pensarlo dos veces. “Me alegro mucho, porque es una motivación extra que llegó por casualidad”, aseguró el músico a DIARIO LAS AMÉRICAS.
“Estos dos conciertos son organizados por el Blue Note, el club de jazz más importante del mundo. Es un poco extraño: un club de Nueva York organizando dos conciertos en Miami. Así que fue una sorpresa muy agradable”, añadió Sandoval, que siendo niño se apareció en su barrio con una corneta y se fue a estudiar a la Escuela Nacional de Arte.
Para ese muchachito que no dejaba dormir a los vecinos, la música fue su refugio y su boleto a la libertad, cuando el legendario Dizzy Gillespie, a finales de los años 70, descubrió que el amable chofer que le llevaba por La Habana era un brillante trompetista. La conexión fue inmediata y se notaba en escena cuando ambos creaban aquellos maravillosos diálogos. Gillespie lo ayudó a llegar a EEUU en 1990 y se convirtió en una especie de padrino, algo que una persona agradecida como Sandoval siempre recuerda.
Presentarse ante el público es para Sandoval “una necesidad espiritual, es lo que le da a uno el entusiasmo para seguir adelante, seguir practicando y estudiando, aprendiendo. Cuando nos presentemos ahí, ese día ya se van a cumplir 15 meses sin pisar un escenario. Demasiado tiempo”.
En efecto, el artista lleva 60 años tocando música. “Nunca había estado ni siquiera un mes sin trabajar. Es una situación bien dolorosa, porque uno vive de eso, no solo por la cuestión monetaria, porque uno tiene deudas que pagar, pero en el aspecto espiritual es triste no poder presentarse”.
Asimismo, describió como “doblemente emocionante” el hecho de que el reencuentro sea en Miami, “una ciudad que quiero tanto, donde viví 20 años de mi vida”, y donde tiene familiares y amigos que visitar.
“El encuentro con el público es una cosa que no hay manera de sustituir con nada”, constató el fundador del emblemático grupo Irakere, en Cuba. “Fíjate que me pasé todos estos meses haciendo videos. Hice más de 450 videos. Y más de 200 cosas nuevas que he escrito. Dije: ‘bueno, con este tiempo tengo que hacer algo, porque si no, me vuelvo loco’. También fue la única manera que tuve de mantenerme cerca de la gente, porque uno se debe al público y no puede descuidar esa relación”, agregó.
En particular, con la trompeta, destacó que “no te puedes descuidar, porque lo puedes perder todo en días. Demanda mucha atención y rigor en la práctica. Es una cuestión no solamente mental; es más bien física: los músculos de la cara tienen que estar preparados, los dedos, la coordinación, el aire, la resistencia, todo ese tipo de cosas que no se pueden suplir con nada, la única manera es estudiando mucho”.
Este tiempo de creación le ha permitido juntar material para un nuevo fonograma. Como adelantó: “Si Dios quiere pienso que para finales de junio estaremos planificando entrar al estudio a hacer un disco nuevo. Eso viene caminando”.
Dos noches de lujo
Para aquellos que aún no han visto a este maestro de la trompeta en vivo, estas dos presentaciones en Miami son ideales para verlo en acción, para sentir, más allá de la pantalla o de un video en YouTube, cómo se estremecen las mesas y las copas con sus notas.
Arturo es dueño de un talento natural y de una técnica pulida. Insufla a su trompeta el alma que se le desborda, una cubanía que no se destiñe. Trabaja desde el amor: a su tierra cubana, a la música, a su amada Marianela, a su familia y a su público. Su respiración es musical y la música es su lenguaje más puro. Dibuja lamentos, risas, onomatopeyas y florituras que ponen los pelos de punta. Se pasea por los agudos y los graves con el alma a flor de piel y un instinto jazzístico que ha sentado escuela.
Suma premios y nominaciones a los Grammy, Billboard y Emmy. Recibió en 2013 la Medalla Presidencial de la Libertad de manos del entonces presidente Barack Obama; el Premio de la Herencia Hispana en 2015; y el Doctorado honorario en Bellas Artes por la Universidad de Notre Dame, en 2016. Ha compartido escenario con Celia Cruz, Michel Legrand, Cachao, Frank Sinatra, Tito Puente, Stevie Wonder, Paul Anka, entre otros.
Pero más allá de la fama que se ha ganado con sacrificio y talento, sigue siendo ese muchacho sencillo, dicharachero y familiar que sueña regresar algún día a su tierra: “A mi Artemisa natal / Yo la extraño cada día / Allí yo aprendí a tocar /Sé que volveré algún día”.
Puede encontrar las entradas a los conciertos en este enlace.