MIAMI.- Con el estreno mundial de Celia, obra escrita y dirigida por Lilliam Vega, en una producción de El Ingenio Teatro, comenzó el VI Festival de Teatro Casandra, dedicado a la mujer.
MIAMI.- Con el estreno mundial de Celia, obra escrita y dirigida por Lilliam Vega, en una producción de El Ingenio Teatro, comenzó el VI Festival de Teatro Casandra, dedicado a la mujer.
La propuesta de apertura cuenta la historia de una mujer cantante, luchando por su subsistencia en la Cuba de los años 90, a la que le pusieron por nombre Celia, en honor la célebre Guarachera de Cuba, Celia Cruz, y porque ambas nacieron el mismo día. En medio de llamado “período especial” (cruenta etapa de hambruna en la Isla), Celia trata de abrirse paso en un mundo donde casi todo conspira contra ella, pero recobra vida recordando a la gran Celia Cruz, sus canciones y su vida.
En el pequeño escenario del Museo de la Diáspora Cubana, cuatro estancias que al principio aparecen cubiertas por nailon trasparente, constituyen la escenografía, que se van descubriendo a medida que transcurren las secuencias escénicas. A la izquierda, atrás, un fonógrafo, al frente una rueca. A la derecha, detrás, una percha y al frente la figura de un muñeco chino. En el fondo del escenario, se proyectan imágenes de una Cuba glamurosa y de luces de neón, una ciudad esplendorosa que comenzó su decadencia a partir de 1959.
Extraordinariamente interpretado por Ivanesa Cabrera, una actriz con sólida trayectoria y sobrados recursos, la Celia del período especial evoca su pasado plagado de vicisitudes, canta temas memorables de la música cubana, como Quiéreme mucho, Ay mamá Inés y hasta alguno infantil, además temas de Celia Cruz. Entre canción y canción, algunas originales de Héctor Agüero, se instalan los momentos dramáticos de la pieza.
Celia es un drama musical, que brota de la nostalgia, del dolor, la impotencia y constituye un homenaje a Celia Cruz, cantante censurada en su propio país. Sin embargo, y quizás por fortuna, Celia no es una biografía de la cantante exiliada, ni la actriz intenta imitar su voz. El engranaje escénico es la lucha por la supervivencia en un medio hostil y brutal: la Cuba actual. En cierto momento la madre de Celia la insta a que se busque un extranjero. Luego la mujer establece una relación con “un gallego”, y su vida mejora. En otra escena logra un trabajo en el afamado centro nocturno capitalino El Olokkú, Allí se dan las condiciones para una gira por Alemania, pero el gobierno no le permite viajar. Su pareja, marcha a Europa, dejándola embarazada, y nunca regresa.
Estos son algunos de los episodios que resumen los momentos de la obra. Sin embargo, el peso del texto de Lilliam Vega es la nostalgia, el amor apasionado por una ciudad desmoronada que sólo existe en la memoria. Quizás, Celia deje demasiadas preguntas abiertas en un público no familiarizado con la situación en Cuba. Se pasa por alto (o se da por entendido), que aquel aquelarre de situaciones destructoras, se debe a que en la Isla existe una dictadura de más de seis décadas.
Celia muy bien podría haber sido un unipersonal, reúne todos los elementos para ello, pero la propuesta alcanza otros rumbos, en la que la actuación precisa y complementaria de Jorge Luis González, acompañando a Ivanesa Cabrera musicalmente y en algunas escenas, y hacia el final la intervención de la talentosa joven África Pérez Balmaseda, como la hija, también cantante, le imprimen a la puesta un ritmo acogedor y exquisito.
Celia es una obra intimista y desgarrada, donde el juego escénico, la parquedad de las luces y el ritmo sosegado de la puesta, logran un espectáculo sobrecogedor.
Aunque la pieza está ambientada en La Habana, el texto evidencia que la escritora y directora tiende una mirada melancólica desde afuera. Hay una nostalgia que no conjuga con lo que padecen los personajes, incluso con lo que los propios protagonistas hacen, escapar de las penurias y la dictadura castradora. Aun así, Celia es un agradable trabajo escénico, digno de un festival como Casandra.