MIAMI.- La intervención de la naturaleza que realiza Ana Mariani, con la utilización intercalada de ramas y recios maderos que conforman estructuras irregulares de original armonía, enfundados con tejidos de colores que los iluminan o ilustran con formas abstractas, borran los límites entre pintura y escultura, irradiando una inusual intensidad expresiva, provocando un encantamiento para el observador.
La iluminación o ilustración de los maderos es una intermediación con la esencia espiritual y simbólica de los árboles. El acto de tejer sobre éstos revive los rituales ancestrales con los que se representa la creación, ya que, según creencias antiguas, la naturaleza que acoge y ampara a los seres vivos y el universo con todas sus constelaciones y planetas, están entretejidos en una misma urdimbre. Estamos en presencia de una proposición sincrética, alimentada por una carga de espiritualidad ancestral y la propuesta abstracta de la artista.
Los maderos iluminados, de Ana Mariani, son esculturas de madera revestidas con fibras, textiles y entretejidos que muestran un entramado abstracto, creando una atmósfera de armonía y belleza, son piezas únicas e irrepetibles, su imaginario evoca presencias y energías provenientes del mundo natural. Parafraseando a John Berger: "Cuanto más imaginativa es la obra, más lejos podemos llegar en nuestra comprensión de la experiencia visible del artista".1 La asociación entre luz y divinidad siempre ha existido. Los Maderos iluminados de Ana Mariani evocan para mí la misma intención de los manuscritos ilustrados o manuscritos iluminados que hicieron su aparición en la Europa del siglo V. El adjetivo iluminado deriva del verbo latino illuminare que significa dar luz o ilustrar con colores brillantes.
Según George Steiner, “Los lenguajes son ventanas que nos permiten ingresar a la realidad de una manera única”.2 En este sentido, Ana Mariani ha abierto una ventana a la naturaleza y ha elaborado un lenguaje singular. El Arte no es una expresión caprichosa o accidental, por el contrario, es aquello por lo cual el artista hace público lo que ha descubierto y percibido de la realidad. Ana Mariani escucha a la naturaleza y ésta se convierte en la materia prima de sus obras.
El Pino (Pine tree), cuya esencia es la nobleza y el aroma, ya que las coníferas, siempre verdes, son una encarnación de los principios inagotables y eternos de la vida. Las ramas de Álamo (Aspen), que en muchas culturas a lo largo de la historia le han atribuido propiedades curativas y místicas. Otra de las maderas que utiliza Mariani es el Abedul (Birch tree), que desde la antigüedad es considerado un árbol sagrado que para los celtas simbolizaba el Sol y la Luna.
Si ahondamos en su significado espiritual, el árbol nos muestra una conexión entre la Tierra (raíces) y el cielo (ramas). Existen diversos mitos que hablan sobre el árbol de la vida y su nexo entre lo humano y lo divino. El árbol es considerado como encarnación del principio vital porque a través de su ciclo en las estaciones del año, representa la regeneración, su renovar periódico nos permite percibir la energía sagrada de lo viviente. Las ramas desprendidas de los árboles representan el misterio de la regeneración periódica de la naturaleza, fundamento de la importancia religiosa de la primavera en todas las culturas. Son esas ramas las que Mariani ilumina de nuevo, tejiendo en sus contornos diseños abstractos de colores intensos.
Desde su taller en Winter Park, Florida, ella me comenta sobre su proceso creativo: “yo no trabajo en mi obra, yo acaricio mi obra como una necesidad afectiva. Una vez que defino la forma y disposición de los maderos, dejo que éstos me hablen y activen mi imaginación, así que, una hilaza de color invita a otra de color y textura diferentes, ellas vienen naturalmente a mí, no son pensadas, es mi intuición y mis manos las que trabajan con la misma fuerza e intensidad de la naturaleza mientras los recubro con lana (wool) de cabra; hilaza de Mohair de la cabra de Angora, una de las fibras textiles más antiguas, producida exclusivamente en Turquía, también utilizo las de cabra tibetana; lana de alpaca, lana virgen de oveja merina, algodón, hilos de la familia rayón (hecha por el hombre). Pelo de camello, de llama, fibra y tejido de lana qiviut o buey almizclero de Alaska, y por último algunos man-made fibers, como hilo de algodón, sari silk yarn, entre otros. Me conecto de tal forma a la obra en proceso, que cada capa de tejidos cuenta una parte de la historia que deseo transmitir. Me considero afortunada de poder expresar historias a través del uso de mis manos en la creación de piezas de arte. Lo que me define como artista, es que cada una de mis piezas son únicas”.
Tramas, texturas, contexturas, es decir, la forma en que están dispuestas las partes de un todo y que se percibe por la vista y el tacto, configurando visiones abstractas del imaginario de la artista, se revelan en sus tejidos y en cada uno de los conjuntos de cada obra. Ana Mariani entreteje su vida con la naturaleza y con nosotros al brindarnos sus obras.
En la torre de Babel del arte contemporáneo se ha iniciado una nueva corriente artística que no se limita a capturar y representar la naturaleza como en épocas pasadas, sino que la convierte en su propia obra, como una manera de restaurar la armonía entre la persona, el mundo espiritual y el mundo físico. Este arte que nos acerca a la vida de los árboles nos lleva a reflexionar sobre la relación del individuo con el mundo, sobre la inseparabilidad del individuo y el medio ambiente. La idea que nutre esta expresión artística nos permite reconectarnos con la naturaleza y reencantar nuestro mundo. "Los árboles son santuarios", escribió el escritor alemán Herman Hesse, “quien sabe hablar con ellos, aprende la verdad. Cuando hayamos aprendido a escuchar a los árboles, nos sentiremos en casa". La naturaleza tiene una gran cantidad de objetos fascinantes.
Las revelaciones sobre el arte inspirado en la naturaleza o Soft Fascination tienen un apoyo en la teoría de la restauración de la atención (ART),3 desarrollada por Rachel y Stephen Kaplan en la década de 1980, en la que se afirma que las personas pueden concentrarse mejor después de pasar tiempo en la naturaleza o incluso de mirar escenas de la naturaleza. La naturaleza es una fuente de armonía y energía.
Sobre el encantamiento y el despertar de lo maravilloso en esta época de ansiedad que vivimos, Katherin May escribe: “Nuestra sensación de encantamiento no se desencadena sólo por cosas grandiosas. Lo sublime no se esconde en paisajes lejanos. Lo sobrecogedor, lo numinoso, está a nuestro alrededor, todo el tiempo”.4 Los Maderos iluminados de Mariani, invitan al observador a acompañarla en un viaje que propicia una reconexión con nuestro entorno en una combinación de arte, sensibilidad y empatía con la naturaleza.
En su ensayo sobre el proceso creativo, James Baldwin describe la actitud del artista en las sociedades: “La sociedad acepta algunas cosas como reales, pero la realidad visible esconde otras más profundas y es el artista quien las revela”.5 Ese es el caso de Ana Mariani y sus maderos iluminados. Ana Mariani (1965), reside y trabaja en su taller de Winter Park, Florida. Sus obras se exhiben en prestigiosas galerías en Estados Unidos y España.
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