MIAMI.- Después de una temporada bastante floja (Hashira Training Arc), pero que cerró con broche de oro al regalarnos uno de los mejores cliffhanger de la historia del anime contemporáneo (que se tradujo en cientos de memes que inundaron las redes sociales), regresa a la pantalla grande Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba con una trilogía de películas para dar cierre al penúltimo arco del manga: Infinity Castle. En estos largometrajes los miembros del Demon Slayer Corps (incluyendo a los Hashira, Tanjiro y sus amigos) son arrastrados al castillo infinito, una suerte de dimensión paralela donde deberán enfrentarse a cientos de demonios, las Lunas Superiores y al temible Muzan para poner punto y final a una guerra que lleva cientos de años cobrando vidas de bando y bando.
A diferencia del Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba - Mugen Train, esta película no arranca como una historia que se sostiene por sí misma y que cualquier persona pudiese llegar a disfrutar con un mínimo de contexto. Al contrario, es una continuación directa de la serie, pensada exclusivamente para los fans y que no gasta tiempo en explicaciones. Decisión arriesgada que se agradece y que ayuda a exprimir cada segundo del largometraje —inclusive los créditos finales— regalándonos momentos donde todos los personajes brillan y dejándonos ávidos por ver las futuras peleas de las siguientes entregas de este arco. En pocas palabras, Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba - Infinity Castle es lo que, otrora, fue para el Universo Cinematográfico de Marvel Avengers: Infinity War y Avengers: Endgame: un evento cinematográfico donde un grupo de héroes queridos se enfrenta al villano más grande de todos.
Contrario a lo que podría pensarse, la extensa duración de Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba - Infinity Castle no va en detrimento de la intensidad de la historia. Sus 2 horas y 36 minutos pasan volando, mantienen al público enganchado y en ningún momento diluyen la sensación perenne de ticking clock que genera Muzan (el “jefe final” que poco a poco va ganando fuerza y amenaza con matar a todos en un abrir y cerrar de ojos). Al mismo tiempo, gracias a un excelente ritmo que oscila entre peleas, historias de fondo y uno que otro toque de comedia, la película mantiene la esencia del anime, sin perder la solemnidad y el peligro de todo lo que está sucediendo.
Sin ánimos de hacer spoilers —aunque en los posters y adelantos ya tenemos una idea de qué va a suceder—, Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba - Infinity Castle se divide en 3 grandes peleas: Shinobu Kocho vs Doma (la 2da Luna Superior), Zenitsu Agatsuma vs Kaigaku (6ta Luna Superior) y Kamado Tanjiro y Giyu Tomikoa vs Akaza (la 3era Luna Superior). Enfrentamientos de vida o muerte donde, como es de esperarse, hay elementos personales que sirven como excusa para profundizar en la historia de fondo de los personajes. Dejando a un lado la costumbre de humanizar a los demonios, lo interesante de estos enfrentamientos es la “venganza” que tienen como motor: Doma asesinó a la hermana mayor de Kocho, Kaigaku es el responsable de que el abuelo de Zenitsu haya cometido seppuku y Akaza se ha ganado el odio del fandom desde hace años por haber asesinado a Kyojuro Rengoku. Esto hace que el espectador esté más involucrado emocionalmente y que la carta de “el demonio puede redimirse” sea más complicada de jugar (confrontando al público, como ya es costumbre, con su capacidad de perdonar o de odiar).
Desde su primera temporada, Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba se ha caracterizado por su animación impecable, banda sonora emotiva, openings y endings pegajosos, seiyuu de primera y una historia “sencilla” pero con una puesta en escena que la eleva muchísimo (hasta el punto de superar al manga con creces, algo bastante atípico). Infinity Castle no es la excepción y toma todos los elementos llevándolos al siguiente nivel, haciendo que, al final de la proyección, hasta el alma más templada haya soltado una o dos lágrimas en cada uno de los enfrentamientos —y por motivos completamente diferentes— y que hasta los más críticos se quiten el sombrero por el prodigio animado que creó Ufotable (especialmente si es apreciado en una sala IMAX o Dolby, que es como vale la pena disfrutar esta historia).
Más allá de los detractores que se empeñan en ver a Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba como un shonen genérico, su éxito en taquilla, la decisión de cerrar un arco entero en una trilogía de películas, las salas de cine inundadas de personas haciendo cosplay o los combos de la caramelería alusivos a la serie agotados, nos habla del poder que tiene el anime en los tiempos que vivimos. Algo que se agradece porque abre la puerta a otros títulos a tomar este tipo de riesgos e invita a aquellos que no están familiarizados con este tipo de narrativas a acercarse a ellas (revitalizando las fuentes narrativas de occidente que, por un momento, parecen estancadas en determinados géneros).
Dejando a un lado los “clichés” que la gente suele ver en el anime (como personajes histriónicos, humor infantil, poderes especiales llenos de colorinches, etc), Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba - Infinity Castle nos habla de temas muy reales como la importancia de luchar por aquello que anhelamos aunque todo esté en nuestra contra, el valor que tiene la disciplina y la necesidad de honrar nuestras raíces para poder seguir adelante en la vida. Al mismo tiempo, alejándose de la resolución maniquea de conflictos que suele acompañar el cine mainstream, nos invita a empatizar con el “otro” que solemos ver como enemigo para entender en qué momento un alma se pierde y cuándo, gracias a la fuerza del amor, puede conseguir su regreso a casa. Utilizando como metáfora la fragilidad de la vida humana, la lucha contra los demonios nos recuerda que la mayor fortaleza no la posee el inmortal, sino el más débil cuando nunca se da por vencido. Lecciones que nada tienen de infantil y que a veces ni el cine de autor más laureado se atreve a explorar con la honestidad que lo pueden hacer los personajes “chillones” de anime.
Lo mejor: su animación increíble y sube todavía más la barra a la que nos tiene acostumbrados Ufotable. Su banda sonora épica. El ritmo de cada una de las peleas y su tiempo en pantalla. La historia de Akaza.
Lo malo: el orden en el cual transcurren las peleas y el tiempo dedicado a ciertas historias de fondo va en detrimento del impacto emocional de algunos momentos. Tener que esperar 2 años para el siguiente largometraje.
Sobre el autor
Luis Bond es director, guionista, editor y profesor especializado en cátedras de guion, construcción de personajes, dirección, mitología, arquetipos y lenguaje simbólicos. Desde el 2010 se dedica a la crítica de cine en web, radio y publicaciones impresas. Es Tomatometer-approved critic en Rotten Tomatoes, miembro de LEJA y Florida Film Critics Circle. Su formación en cine se ha complementado con estudios en Psicología Analítica profunda y Simbología.
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