lunes 20  de  enero 2025
ARTES VISUALES

El reino del pintor Julio Larraz: maestría, luz e ingenio

La muestra "Julio Larraz: El reino que llevamos dentro", en el Museo de Coral Gables, profundiza en el universo visual del artista asentado en Miami

Diario las Américas | GRETHEL DELGADO
Por GRETHEL DELGADO

MIAMI.- Como nunca antes, la obra del artista Julio Larraz se presenta en una retrospectiva de altos quilates. La exposición Julio Larraz: El reino que llevamos dentro, con curaduría de Yuneikys Villalonga, es una oportunidad de lujo para conocer la trayectoria del pintor. La misma se presenta hasta el 30 de abril en el Museo de Coral Gables.

La exhibición de Larraz (La Habana, Cuba, 1944) “pone a disposición del público una importante selección de obras de colecciones privadas y públicas, así como de los archivos del artista y de la Fundación Julio Larraz, en un esfuerzo por representar todos los medios y períodos clave de su vida y obra”, se lee en la página del museo.

Las obras expuestas “abarcan desde sus primeros días en Nueva York, como caricaturista para los principales periódicos y revistas, hasta los dibujos, pinturas, y esculturas realizadas en Nuevo México, París, Florencia y Miami, donde el artista vive y trabaja actualmente”.

Además, “a lo largo de la muestra, anotaciones biográficas, en orden cronológico, dialogan con obras agrupadas por temas, personajes y narrativas que son recurrentes en la obra de Larraz y nos acercan a su proceso creativo”.

Un libro que reúne las obras de la muestra también está disponible. Con 200 pinturas, 50 obras sobre papel y 10 esculturas, se trata de la publicación más grande y completa sobre el artista hasta la fecha.

“El talento es imprescindible”

En charla con Diario Las Américas, Larraz, que se instaló en Estados Unidos en 1961, recordó el momento en el que se acercó a las artes plásticas. “Como a los 15 años comencé a pintar. Aunque tengas un talento extraordinario —no es que yo lo tenga— necesitas la formación, tener una base, los ejercicios elementales para el dibujo, que son, para mí, lo que sostienen la pintura en general”.

Como añadió, “tuve la suerte de encontrar gente que me ayudó desde el principio. De la misma forma que en otros tiempos existía ese proceso por el cual un joven entraba a trabajar con un artista, y era un aprendiz”.

Ya no, constató, “ya es todo menos el talento. Robert Rauschenberg dijo que el talento era una impedimenta para la obra de arte, y creo que él es el más grande exponente de eso. El talento es imprescindible. Si no tienes talento, para qué insistir”.

Sobre la muestra, confesó estar “muy honrado de que el Museo de Coral Gables me haya dado la oportunidad de exhibir. Vivo en Miami hace 30 años y no me habían ofrecido esto nunca. Estoy muy contento”.

“Claro que esta es la última. No pienso hacer más ninguna aquí en el sur de la Florida”, explicó el artista.

Al pensar en las alegrías o regalos que le han dado sus obras a lo largo de su carrera, en su rostro se dibujó una amplia sonrisa: “Hay quien dice: ‘Julio, ¿por qué no te tomas unas vacaciones?’ Para mí, pintar son vacaciones. Lo gozo cada día. La obra más importante es la que estoy haciendo en el momento. Me siento cada vez más afortunado de poder hacer lo que hago. Hay gente que después de una carrera política, literaria, se dedica a pintar. Es una especie de meditación, es una cosa tan bella…”.

Otra dimensión de la realidad

Como dijo Larraz alguna vez, "todo artista tiene que sublevarse". Su rebeldía ha sido tan natural como defender el realismo en tiempos de vaguedad conceptual u otras modas. Fiel a su propio sello, a un impulso creativo que mira más allá de las tendencias, Larraz condensa un saber, una obsesión creativa.

En su obra podemos encontrar bodegones, el mar y los azules, rostros, paisajes inhóspitos, escenas humanas, también solitarias. Larraz acumula un montón de recuerdos, lugares y gestos de otros tiempos, atardeceres que no regresarán, personajes que cobran vida en el lienzo, bromas y guiños a lo contemporáneo, trazos que parecen dictados por el inconsciente, ficciones más reales que leer estas líneas, que estar aquí, porque es una realidad sublimada, nacida de la concentración profunda, de un deseo de crear, de dar forma a los sueños.

La voz de Larraz se escurre entre lo onírico y el realismo, en un todo compacto frente al cual el espectador padece un remolino de sensaciones, de preguntas, y también de encuentros con un pasado ajeno que de forma inexplicable deviene propio: la realidad que propone Larraz se mete bajo la piel e invita a vivir, por momentos, las vidas de lo pintado.

¿Dónde están los ojos de los personajes?, podríamos preguntarnos. Desdibujados, imprecisos, misteriosos, los ojos se esconden, ocultan las verdades de esas personas, cuestión que realza la inquietud en el que mira. Los ojos, si se quiere, están en otra dimensión, revelan otro mundo por dentro, del otro lado.

Su poética contiene una madeja de figuras e ideas que se han sedimentado a lo largo de los años y que surgen, de pronto, iluminadas por su imaginación, como si algo las llamara a la superficie; y ahí está Larraz, una suerte de pescador asombrado ante la imagen.

En un mundo sobresaturado de imágenes y de velocidad rampante, las obras de Larraz suponen una burbuja de intimidad necesaria, una densidad, un gusto en la mirada y, sobre todo, una experiencia intelectual y humana. Su destreza con la luz imprime a muchas de sus obras un aire de pasado, en una aproximación documental a personas que parecen secuestradas de sus vidas en los años 40 y 50.

La literatura está detrás de sus obras, como si al rasgar el lienzo fuésemos a encontrar palabras, las páginas de un libro, leyendas, mitos, las teorías del hombre. Hay, en la mayoría de las figuras humanas, un halo de soledad que contagia al que mira, en un instante de rubor, de conciencia, de saber algo, pero no exactamente qué. De esos misterios de la condición humana se alimenta su obra, o al menos así lo aprecia esta espectadora. De ahí que el propio artista ha dicho en varias ocasiones que sus pinturas suelen generar ideas que ni siquiera le han pasado por la mente.

Por momentos sus imágenes evocan escenas cinematográficas, con ese halo de cine estadounidense de mediados del siglo XX, pero atravesados, tropicalmente, por mordaces figuras que parecen sacadas de novelas de Vargas Llosa, con rasgos latinoamericanos donde el poder, lo grotesco, el sexo y las ambiciones se revelan. Aquí se percibe un fino humor al describir personajes aristocráticos saturados de vacío, contraste que vemos, por ejemplo, en la pieza Juana Campamento, Her Life and Friends, donde una señora sostiene un cachorro de león y un cocktail. Por otro lado, se adentra en los misterios de la poesía y la creación. No hay más que mirar la obra The Blind Poet and the Constant Sea. Sobran las palabras.

Más sobre el artista

Julio Larraz. La Habana, Cuba, 1944. El consumado pintor, escultor y dibujante ha trascendido el tiempo y el lugar durante más de 60 años para convertirse en una de las figuras más influyentes del arte latinoamericano y estadounidense. Su base y amor por el arte comenzaron a formarse durante su juventud y florecieron en una carrera abundante.

El padre de Julio Larraz era un activista político y estudiante que estuvo preso por el régimen de Gerardo Machado durante tres años en Isla de Pinos. Cuando fue liberado, se convertiría en propietario y editor de un periódico en La Habana, “La Discusión”. La madre de Larraz era estudiante de derecho y luego se convirtió en directora del periódico familiar. En 1959, cuando el régimen de Fidel Castro tomó el control de Cuba, la libertad de prensa se extinguió de inmediato. Con este nuevo cambio la familia se dio cuenta de que tendrían que buscar asilo en Estados Unidos; Julio Larraz tenía 16 años.

La experiencia de verse obligado a exiliarse y dejar el hogar de su infancia en Cuba tuvo un profundo efecto en la vida y el arte de Larraz. Antes de su exilio físico, Larraz experimentó también algún exilio interior. Cuando era niño, Larraz pasó la mayor parte de sus horas de clase perfeccionando sus talentos como artista en lugar de atender su trabajo escolar.

Poco después de llegar a los Estados Unidos, comenzó a dibujar caricaturas políticas que fueron publicadas por el New York Times, The Washington Post, Vogue, Rolling Stone, Time, Ramparts, Newsweek y The Chicago Tribune. La política que lo obligó a abandonar el país que amaba a su vez modelaría los matices políticos de su obra.

Desde que salió de Cuba, Larraz ha vivido y trabajado principalmente en los Estados Unidos, pero el tiempo que ha pasado viajando ha resultado ser uno de los más prolíficos. Mientras vivía en Italia a finales de los 90 y principios de los 2000, creó innumerables acuarelas que han agregado inmensos volúmenes a su colección. Larraz también pasó un tiempo viviendo en Nuevo México y París.

Larraz fue reconocido profesionalmente como pintor en 1971 con su primera exposición individual en Pyramid Gallery en Washington, D.C. En la década de 1980, Larraz comenzó a experimentar con la escultura.

Su trabajo se ha exhibido en galerías de los Estados Unidos, Europa y América del Sur. La obra de Larraz también se ha representado en numerosas exposiciones colectivas y se puede encontrar en muchas colecciones públicas y privadas. Ha recibido varios premios del Center for the Arts and Education, Nueva York; CARA, Miami; la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras y el Instituto Nacional de las Artes y las Letras, Nueva York; y el Instituto de Educación Internacional, Nueva York. Reside y trabaja en Miami desde 2004.

La muestra se extiende hasta el 30 de abril en el Museo de Coral Gables. El 27 de abril se celebrará una recepción de clausura en el museo, entre 6 pm y 10 pm. 285 Aragon Ave, Coral Gables, FL 33134.

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