Vivimos en un mundo lleno de estímulos. Las pantallas que, otrora, eran solo una parte de nuestra rutina se han transformado en la piedra angular de nuestra vida. Celulares, tabletas, computadoras, relojes inteligentes: todo está lleno de notificaciones, redes sociales, servicios de streaming y aplicaciones que constantemente luchan por hiptonizarnos. Como bien lo han explicado múltiples teóricos modernos del marketing, la atención es la moneda de cambio en el mundo de internet y nuestras horas de scrolling terminan siendo ganancia para todos menos para nosotros. No es casual que muchos hayan desarrollado una suerte de déficit de atención y adicción por la búsqueda de una recompensa inmediata cada vez que entran en la interfaz digital. Obnubilados por todos estos estímulos es fácil perder nuestro centro y sentirnos a la deriva. ¿Qué pasaría si toda esta dispersión ocurriera afuera, con cada sonido e interacción que tenemos?, ¿cómo conseguir el centro entre tanto caos? Es precisamente esta la premisa de Música, una comedia romántica que busca hacerle sentir al espectador en carne propia la sinestesia que posee su protagonista y las vicisitudes que vive gracias a ella.
Música nos cuenta la historia de Rudy (Rudy Mancuso), un joven brasileño que vive en Estados Unidos y que atraviesa una etapa de transición: vive con su madre Maria (María Mancuso), tiene un noviazgo desde hace años que no termina de funcionar Haley (Francesca Reale), estudia algo que no le gusta del todo, no sabe en qué trabajar que le genere “estabilidad” y quiere dedicarse a una pasión que todos ven como un simple hobby (hacer espectáculos musicales con marionetas). Lo que hace especial a nuestro protagonista es que experimenta el mundo a través de una condición sensorial y cognitiva que activa respuestas paralelas a estímulos concretos (como “escuchar un color” o “saborear una nota musical”). Gracias a esto —y muchas cosas más— Rudy tiene problemas para encontrarse a sí mismo, tomar decisiones y tener claridad en múltiples ámbitos de su vida. Las cosas cambian por completo cuando de forma fortuita conoce a Isabella (Camila Mendes), una chica que parece entenderlo y transformarse en ese ancla que tanto necesita… pero, para poder estar con ella, Rudy debe poner orden dentro del caos en el que vive y enfrentarse a sus mayores temores.
Escrita por Rudy Mancuso (Synesthesia) y Dan Lagana (American Vandal, Christmas with the Campbells), Música es un ejercicio semi-autobiográfico donde su guionista, director, productor, compositor y protagonista nos cuenta una parte —convulsa— de su vida. Usando como metáfora de la sinestesia (que lo hace ir de un impulso a otro sin poder concentrarse), vemos como el protagonista actúa de la misma forma en su día a día haciendo que elementos externos (como su novia, su madre o sus amigos) tomen decisiones por él. Es así como entre tanto ruido el tema de fondo se va dibujando demostrando que una premisa tan específica sirve de espejo a un tópico más común de lo que creemos en la modernidad: alguien con mucho talento se siente abrumado por no encajar y evita enfocarse en sí mismo para resolver sus dilemas por miedo a fallar (algo con lo que todos podemos sentirnos identificados).
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Música es una comedia romántica que busca hacerle sentir al espectador en carne propia la sinestesia que posee su protagonista y las vicisitudes que vive gracias a ella.
Cortesía para DLA de H+M Communications y Prime Video
Sumado a la sinestesia, parte de las distracciones se encarnan en su dinámica con los personajes secundarios: su madre que quiere —por su bien— controlar su vida amorosa, su novia que quiere —por su bien— moldearlo por los cánones establecidos por la sociedad, su amigo del foodtruck que quiere que—por su bien— se desahogue con él para que le compre comida, etc. Aunque todos creen tener la solución a los problemas de Rudy, lastimosamente ninguno lo entiende (y, por su puesto, el tampoco logra explicarse del todo). Son apenas 2 personajes los que, realmente, le dan el poder a Rudy en su proceso de transformación: Isabella, que es la primera persona que se detiene genuinamente a escucharlo —haciendo por transitividad que él se escuche a sí mismo— y su marioneta Diego que funciona como una suerte de “Pepe Grillo” que le da consejos durante sus crisis. Al mismo tiempo, cada personaje termina encarnando una visión del mundo que nuestro protagonista debe elegir si tomar o no, lejos de llevarse arrastrar por lo que “va pasando”.
de loUnos puntos más interesantes de Música es su propuesta estética. La dirección de Rudy Mancuso es fresca y dinámica, apoyándose en todos los recursos posibles para trasladar en su puesta en escena el cómo se experimenta la sinestesia. Coreografías que interrumpen constantemente el desarrollo de los conflictos, movimientos perennes y rítmicos en el background de cada cuadro, animaciones, planos secuencias, momentos musicales, espacios oníricos, juegos de cámara y perspectiva, todos los tipos de montaje y más. Su impronta es una mezcla entre look and feel de videoclip, espectáculo de Broadway y edición violenta al estilo Gen Z (que recibirán Música como la Annie Hall 500 Days of Summer de su generación). Esto hace que todo el desarrollo de la historia tenga un toque histriónico y autoconsciente que sirve de caldo de cultivo idóneo para probar múltiples recursos visuales sin necesidad de “casarse” con ninguno. Esto no solo demuestra la versatilidad de Rudy como director, sino también la del resto de su equipo en abrirse a la experimentación en un género que suele ser bastante “comedido” en términos visuales.
En este experimento, junto con la dirección, tenemos a una columna sólida que es la cinematografía de Shane Hurlbut (Into the Badlands, Need of Speed, Terminator Salvation). Su labor es encomiable porque tiene que hacer su trabajo en espacios donde están sucediendo cientos de cosas en cada rincón del cuadro (y que deben ser captadas por el ojo del público en un orden específico) y, al mismo tiempo, ingeniárselas para mantener el control de planos secuencias sumamente enrevesados (con cambios de decorado dentro de una misma locación, personajes entrando y saliendo de cuadro, movimientos de cámara complejos, etc). Su manejo de la composición, óptica e iluminación salta a la vista sobre todo en esos cuadros donde suceden cosas en paralelo en el background, middle ground y foreground en diferentes valores de plano (que van desde el detalle de un vaso, hasta un general con decenas de bailarines). De lejos, Música es un trabajo donde demuestra su gran versatilidad como director de fotografía.
Al mismo tiempo, la edición de Melissa Kent (American Pastoral, The Vow, The Virgin Suicides) es muy diferente a lo que nos tiene acostumbrados, utilizando el montaje rítmico (obedeciendo a la música) y expresivo (deformando nuestra percepción del tiempo), jugando con la velocidad de cuadros por segundo (acelerando o realentizando) logra mantener ese tempo trepidante e hipnótico que tiene Música. Su trabajo brilla cuando construye pequeñas secuencias con la edición y las inserta en las grandes coreografías que ocurren in situ manteniendo el ritmo interno y externo de cada escena. Todos estos elementos técnicos se armonizan con el trabajo de composición de Rudy Mancuso que crea decenas de temas llenos de sonidos variopintos que se fusionan a la perfección con el diseño sonoro que realza la personalidad y premisa de la historia (donde todo “sonido” es parte de una melodía que se va construyendo progresivamente cuando aprendemos a escuchar).
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Música es un ejercicio de metaficción donde chico y chica se conocen con un twist especial: todo se cuenta desde la perspectiva de una persona con sinestesia.
Cortesía para DLA de H+M Communications y Prime Video
Como toda comedia romántica, las actuaciones son un punto clave y en Música están perfectamente afinadas. Rudy haciendo de él mismo genera rápidamente empatía por ser un nice guy, pero al mismo tiempo, por su indecisión, termina enseñándonos una cara no tan favorable que lo dota de tridimensionalidad y complejidad (cosa que se agradece). Camila no interpreta a la típica chica “dulce” de la que se enamora el protagonista: es una mujer de convicciones fuertes que sabe lo que quiere y terminar viendo en Rudy a alguien especial con quien puede compartir (sin infantilizarlo como todos alrededor de él). La química de ambos —más allá de trascender la pantalla— es algo que se construye de forma meticulosa y el resultado salta a la vista. María Mancuso haciendo de sí misma encarna a la típica madre
Latinoamericana (con su sobreprotección, desparpajo y humor particular) lo que la transforma en cada una de sus intervenciones en un personaje entrañable. Francesca Reale funciona dándole vida a la novia que no es feliz con su pareja, pero está dispuesta a seguir en la relación porque cree que puede “cambiar” al ser amado y moldearlo a su antojo; a pesar de ser una fuerza antagónica nunca llega a ser la “mala” de la historia —lo que hace que la decisión que deba tomar Rudy sea todavía más compleja. Por último, uno de los personajes que se roba el show es al que da vida J.B. Smoove que, a mitad de camino entre terapeuta y sidekick (con un “lejos” a la locura de Kramer) , nos hace reír con su sentido del humor bastante particular.
Música es un ejercicio de metaficción donde chico y chica se conocen con un twist especial: todo se cuenta desde la perspectiva de una persona con sinestesia. Una condición que, en una primera capa, sirve de excusa para justificar una puesta en escena avant-garde, pero que en el fondo esconde un axioma universal: si estamos dispersos con el ruido exterior, no podremos conseguir nuestra armonía interior. La historia de Rudy e Isabella es mucho más que una comedia romántica, es un viaje de transformación y madurez que nos invita a conseguir nuestro centro, luchar por nuestros sueños y convertir todo el caos de afuera en una música afinada para nuestra alma.
Lo mejor: su propuesta visual y sonora que utiliza todo tipo de recursos para transmitirle al espectador el efecto de la sinestesia. La química entre sus protagonistas y el desarrollo de su relación. Las coreografías y juegos de cámara. Los personajes secundarios y su humor.
Lo malo: es una pena no poder disfrutarla en las salas de cine, su propuesta de sonido es increíble y pasará bajo cuerda cuando la veamos en casa. Aunque derrocha personalidad en todo sentido, por momentos cae en lugares comunes dentro del género y eso le resta punch.
Sobre el autor:
Luis Bond es director, guionista, editor y profesor. Desde el 2010 se dedica a la crítica de cine en web, radio y publicaciones impresas. Es Tomatometer-approved critic en Rotten Tomatoes (https://www.rottentomatoes.com/critics/luis-bond/movies ). Su formación en cine se ha complementado con estudios en psicología analítica profunda y simbología.
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