MIAMI.-Néstor Torres conoce bien la resiliencia y lo que significa resurgir de una crisis. A treinta años del accidente marítimo que casi le cuesta la vida, el aclamado flautista puertorriqueño conmemora ese renacer. Y lo hace recordando con gran devoción a quienes sanaron sus múltiples heridas y lo cuidaron durante los seis meses que estuvo convaleciente. Esos mismos héroes que hoy enfrentan en los hospitales la pandemia del coronavirus.
Corría el 12 de mayo de 1990 y el músico ganador del Grammy participaba con otras celebridades en una carrera de botes en las aguas de la bahía de Biscayne. Conducía una lancha rápida de unos 20 pies cuando otra embarcación impactó a la suya. Su torso superior quedó prácticamente aplastado; se fracturó 18 costillas y las dos clavículas, su hombro izquierdo quedó dislocado y su pulmón izquierdo colapsado.
“Lo recuerdo como el día en el que mi vida cambió completamente. Cada vez que llega la fecha me digo: un día como hoy tuve el accidente, pero sin registrar mucho sentimiento o recuerdos sobre el trauma. O lo superé muy bien o todavía hay algo ahí adentro que aun no he resuelto”, dijo Néstor Torres a DIARIO LAS AMÉRICAS.
“Y esos 30 años llegan en medio de una crisis global. Todo esto me ha hecho pensar que las enfermeras y los médicos llevan haciendo su labor desde siempre y ahora es que les están dando el tan merecido reconocimiento”, agregó.
En su segundo álbum de jazz, que vio la luz después del accidente, Torres honra a quienes tanto debe. El músico quiso recordar a las enfermeras Maggie Henton, Cathy Parks, Maggie Fabelo y Elvie Arrogante.
“Por causa de todas mis heridas me tenían bajo constante medicación, desde anestesia tópica hasta morfina. Tenían un botoncito con el que yo mismo podía administrarme una dosis de morfina. Yo le decía el botoncito feliz. Todo era muy doloroso”, recordó.
“Y en uno de esos momentos, que estoy alucinando bajo los efectos de los medicamentos, escuchaba a los pacientes quejándose y veía a las enfermeras cuidándome. Yo estaba inmóvil, completamente dependiente. Y había un profesionalismo, una compasión, una paciencia, una presencia. Ellas fueron una motivación y un ejemplo a seguir. Si bien mi obra ya tenía un espíritu de celebración y positivismo, ellas me inspiraron a ofrecer alivio a través de la música. Por eso no las olvido”, agregó.
Tocando fondo
En aquel entonces su carrera marchaba viento en popa, pero tras la inmovilización por las lesiones que le produjo el accidente tuvo que aprender nuevas técnicas para tocar la flauta, después de seis meses sin ejecutar el instrumento. A su estado de convalecencia se sumaba la decepción amorosa que también le tocó vivir. “La herida por la que peligraba mi vida era en el pulmón. Tenia un tubo insertado en el pecho para vaciarlo y restaurarlo. Yo estaba solo y no se sabía si iba a poder volver a tocar como antes”, detalló.
“Cuando yo estaba en el momento más desolador, sin trabajo ni seguro médico, la esposa que tenía me traicionó, estaba con otra persona. Yo no podía irme de ahí, porque ella tenía el control de los asuntos de la casa y de negocio. Entonces sacó un seguro de salud para ella y a mí me sacó un seguro de vida. Infelizmente para ella yo no morí, pero me dejó sin seguro”, reveló.
Después de tocar fondo, se fortaleció ante la situación y se dio cuenta de que salir adelante no depende de las circunstancias, sino de cómo las enfrentamos.
“En medio de todo eso, yo pensaba cuán peor podría. Y siempre puede ser peor. La vida es ganar o perder. Entonces me llegó un momentito de claridad y me dije: déjame descartar una de esas opciones. Así que solo me quedaba ganar, seguir para adelante”, dijo.
Resurgiendo de la crisis
El músico, que refleja mucho de su espiritualidad en el sonido de su flauta, quiso compartir un extracto de un escrito que lee a menudo del filósofo y budista japonés Daisaku Ikeda.
“Estamos destinados a enfrentarnos a todo tipo de adversidades, no solamente a desastres naturales o pandemias, pero a cosas como bancarrotas, desempleo accidentes, enfermedad o la muerte de nuestros seres queridos. No hay vida perfecta, de hecho, la vida es una interminable serie de pruebas y tribulaciones. Y no sería exageración decir que la vida se trata de confrontar estas dificultades. La infelicidad no es causada por situaciones adversas, sino por nuestra propia desolación y negatividad”, leyó Torres.
Para quien libró una gran batalla personal, vencer la crisis global requiere de esfuerzo y voluntad de cada individuo.
“Esa transformación global se logra a través de cada uno de nosotros, con suficientes personas en el planeta que puedan embarcar en un proceso de auto-transformación adaptándose a nuevos paradigmas, aprendiendo de la realidad de que cualquiera cae, sin importar raza o estatus. Y con disposición de encarar ese proceso, que es muy difícil, de transformación interna e inspirar a otros a hacer lo mismo. Esta es nuestra gran oportunidad”, instó.
“30 años más tarde en el aniversario de mi crisis personal de la cual pude renacer, aquí estoy saludable, dando lo mejor de mí y con mucho que dar todavía”.
Además del estreno de un disco de música clásica, cuyo lanzamiento fue pospuesto por la pandemia, Torres quiere que vea la luz un tema inédito que le compuso a las enfermeras. “Poco después del accidente, le escribí una canción a las enfermeras, se llama Night Angel, nunca la grabé, pero esa canción está ahí. Entonces estoy preparando a ver cómo es que podemos actualizarla para lanzarla en su momento”, anticipó.
Para el músico el confinamiento ha sido un catalizador de su reencuentro con la flauta. Ahora, alejado de sus compromisos de trabajo, se permite volver a disfrutar de la música por mero placer.
“Me estoy reencontrando con la música sin preocuparme tanto con el aspecto laboral, me estoy dando el permiso de disfrutar la flauta porque quiero, en vez de porque tengo que preparar una pieza especifica para un concierto o una graduación o por practicar. Estoy refrescando la relación con mi música, la estoy empezando a disfrutar otra vez”, reveló.