MADRID.- Una noche de mediados de julio, tenores, sopranos y un coro deleitaron al público en el lujoso Teatro Real de Madrid con la obra maestra de Giacomo Puccini, Turandot.
MADRID.- Una noche de mediados de julio, tenores, sopranos y un coro deleitaron al público en el lujoso Teatro Real de Madrid con la obra maestra de Giacomo Puccini, Turandot.
Cuando cayó el telón, los espectadores se levantaron de sus butacas y dejaron atrás el aire acondicionado de la ópera madrileña para salir al sofocante calor del verano español, donde se volvieron a encontrar con las voces de Calaf y la Princesa Turandot.
La representación que acababan de ver se repetía en una pantalla gigante en la enorme plaza ubicada a espaldas del teatro.
Allí, los espectadores ocupaban cientos de sillas de plástico. Muchos iban vestidos con pantalón corto y sandalias. Otros, turistas incluidos, se sentaban en los muros bajos y los bancos de la plaza o se apoyaron en las barandillas de la cercana estación de metro.
Algunos comían y otros jugaban a las cartas, pero la mayoría miraban absortos al espectáculo en la pantalla de 9 por 5 metros (30 por 16 pies).
La noche formaba parte de la Semana de la ópera del Teatro Real, que desde hace ocho años ofrece la retransmisión gratuita de las óperas que se representan en su escenario a pueblos y ciudades de toda España.
Más de 100 localidades emitieron la representación de Turandot del 14 de julio. Lo único que necesitaron fue una computadora, una buena conexión Wi-Fi y un lugar donde proyectar el video.
Durante la semana, las multitudes congregadas en el exterior del Teatro Real pudieron ver otros espectáculos, como ballet y flamenco. Para el teatro, la semana tuvo un costo de 107.000 euros (118.000 dólares).
Su principal objetivo es incentivar el interés por la ópera.
"La ópera es música popular, siempre ha sido el arte total donde confluían la literatura, la música y la danza, (cuando) no había televisión, cuando no había radio", dijo el tenor español Jorge de León, quien interpretó a Calaf.
"Tenemos que eliminar esa etiqueta de elitismo que tiene la ópera, porque (las óperas) hablan de historias, de cosas muy comprensibles", agregó sentado en una de las sillas de plástico entre los espectadores en la plaza.
En Miño de San Esteban, una aldea de 44 habitantes a unos 160 kilómetros (100 millas) al norte de Madrid, Nemesia Olmos, de 94 años, disfrutó de la proyección de Turandot sobre la pared de la iglesia románica del pueblo.
La vida cultural de la localidad ha cambiado mucho. El salón de baile atestado no existe y las compañías de teatro ambulante ya no paran allí. Los residentes ya no escuchan música en la que era la única radio del pueblo. Para los vecinos, la oferta del Teatro Real es una maravilla.
"Nunca lo habíamos tenido tan cerca. Parecía que lo estuviésemos viendo allí mismo, aunque es un poco larga", dijo Olmos, que se marchó un poco antes del final de la proyección.
FUENTE: AP