La Habana.- Iván García
La Habana.- Para el país que alguna vez fue la gran potencia del béisbol, un fracaso como el del año pasado sería una derrota por todos los costados
La Habana.- Iván García
Especial. Sentado en un maltratado taburete de madera en el portal de un empercudido asilo de ancianos en el barrio habanero de La Víbora, Servando observa el paso apresurado de las personas.
A ratos camina hasta la cerca y pide cigarrillos o dinero a los transeúntes, que incómodos viran la cara hacia otro lado. El anciano padece una ligera demencia senil y sus manos callosas están deformes por la artritis.
A sus 87 años espera que Dios se lo lleve cuanto antes. Solo le queda el béisbol. Su pasión. Suele escuchar los partidos de la temporada cubana en un destartalado radio.
Sus ojos se iluminan y su voz se aclara de golpe cuando en su memoria procesa pequeños detalles de aquella pelota profesional que se jugaba en Cuba antes de 1959.
“El estadio del Cerro era mi segunda casa. Jugué pelota de joven. Era primera base y me decían 'el chicle' por mi capacidad para estirarme al recibir los tiros”, apunta mientras sus manazas amorfas intentan imitar una mascota de béisbol.
Servando suele olvidar los nombres de sus amigos o parientes. Pero en fila menciona cada uno de los integrantes de aquellos equipos cubanos que desde 1949 tomaron parte en la Serie del Caribe.
“Yo era del club Almendares. Qué clásicos aquéllos, entre los Alacranes del Almendares y los Leones de La Habana. Luego el campeón iba a la Serie del Caribe. Por ese entonces se permitían solo cinco refuerzos. Pero en 1960 llegó Fidel y mandó a parar”, recuerda Servando.
De otros tiempos
Aquella noche de febrero de 1960, cuando el equipo de los Elefantes de Cienfuegos dirigido por Tony Castaño regresó a La Habana con el trofeo de la XII Serie del Caribe efectuada en Panamá, pocos podían sospechar que el béisbol cubano estaría 53 años sin participar en los clásicos caribeños de invierno.
Muchos aficionados en la isla desconocen la hermosa tradición beisbolera tejida desde que en 1878 diera comienzo la Liga Profesional Cubana.
Ahora, cronistas deportivos y amanuenses estatales, desempolvan archivos y de prisa repasan, un poco traído por los pelos, los siete títulos ganados por novenas cubanas en Series del Caribe de 1949 a 1960, un período donde la temporada local se jugaba a cara de perro.
Entonces, en el aporte de jugadores a Grandes Ligas, Cuba era lo que hoy es República Dominicana. Papá Montero, Miguel Ángel González, ‘Minnie’ Miñoso, Camilo Pascual o Luis Tiant jugaban ambas temporadas en Cuba y Estados Unidos.
En 1960 el béisbol profesional fue abolido por decreto de Fidel Castro. Cientos de peloteros talentosos quedaron sin trabajo. Debieron emigrar a Estados Unidos y diferentes ligas del Caribe, para tratar de vivir de la mejor manera que conocían: jugando pelota
Fue una larga travesía por el desierto. Ningún periódico en Cuba contó las hazañas de un tal Atanasio Pérez con la maquinaria de los Rojos de Cincinnati, o los sólidos juegos lanzados en las Mayores por Camilo Pascual o Luis Tiant.
Por orden de los mandarines de la censura, la nueva fanaticada cubana desconocía que en Chicago, Orestes Miñoso, un negro santo nacido en Matanzas que se merece un lugar en el salón de los inmortales, durante décadas desforró la pelota jugando para los Medias Blancas.
Hasta de Don Martín DiHigo (el mismo que Yogi Berra, una tarde que paseaba junto a su hijo, al verlo, le dijo: "Mira, ahí va un equipo de pelota") se contaban sus hazañas en voz baja.
Las páginas de los diarios se reservaban para los deportistas formados con la Revolución. Si antes de 1959 un deportista era 'una mercancía del dueño de equipo', después fue una mercancía del Estado. La marcha de jugadores de clase y jóvenes talentos, ha sido la mayor sangría en la historia del deporte cubano.
Solo en el béisbol, más de 400 atletas decidieron emigrar en los últimos 20 años. En 2013, luego de negociaciones y rifirrafes, Cuba regresó a la Serie del Caribe.
Estuvo representado por Villa Clara. Su desempeño fue un fracaso. En el estadio de Isla Margarita, Venezuela, bien podría situarse una tarja con esta inscripción: aquí yace lo que alguna fue el mejor béisbol del Caribe.
Los azucareros de Villa Clara quedaron en último lugar. Para esta versión, a inaugurarse el próximo 1 de febrero en San Juan, Puerto Rico, las autoridades beisboleras cubanas han puesto toda la carne en el asador.
Supuestamente debió asistir el campeón vigente, los vegueros de Pinar del Río. Pero Cuba jugará en el estadio Hiram Bithorn con la crema y nata de sus peloteros. Un equipo nacional camuflado de Vegueros.
Las derrotas sientan mal entre los fanáticos locales, quienes aún recuerdan con nostalgia aquella etapa de los años 90, cuando la selección nacional hilvanó un récord fabuloso de más de 100 partidos ganados frente a novenas amateurs.
Luego, en 1999, llegaron los profesionales a los torneos internacionales de béisbol. Y las derrotas apearon a la pelota cubana del pedestal. En Puerto Rico, Cuba tiene como premisa ganar. Cualquier otro resultado sería un fracaso.
Servando, el anciano que espera la muerte en un asilo de La Habana, piensa escuchar la Serie del Caribe en su viejo radio.
Extraña aquellos tiempos, cuando los fines de semana junto a su padre iba al estadio del Cerro con su inseparable gorra azul del Almendares. Todavía la guarda de recuerdo.