Muchas cosas pueden pasar en un juego de béisbol, incluso cuando el marcador está abultado y pareciera que el resto del desafío está destinado al aburrimiento. Una prueba de ello llegó este pasado miércoles, cuando los Marlins de Miami tomaron la decisión de entregarle la pelota a un receptor, Jacob Stallings, para que subiera al montículo a enfrentar a los Bravos de Atlanta.
Con los peces abajo por varias carreras en la pizarra en el noveno acto, el dirigente Skip Schumaker envió a Stallings a la lomita. Después de que el primer bateador, Kevin Pillar, se embasara con una conexión en el cuadro, Sam Hilliard bateó para doble play, dejando la mesa servida para el turno de la noche.
Stallings se vio cara a cara con el venezolano Ronald Acuña Jr., quien ha sido una pesadilla para los lanzadores de los Marlins a lo largo de su carrera en las mayores. Desde su debut en 2018, el patrullero registra una línea ofensiva de .313/.418/.634, con 20 dobles, 23 jonrones, 60 carreras remolcadas y 18 bases robadas en 76 encuentros contra Miami. Y más temprano en ese mismo desafío, el "Abusador" había sacudido un bambinazo de tres anotaciones.
Pero Stallings llegó para poner orden. Acuña Jr. siempre ha sido reconocido como un bateador agresivo que le gusta hacer swing al primer pitcheo de cada turno, así que el careta de Miami optó por abrir con un lanzamiento de 46.3 millas por hora que el venezolano vio pasar para el primer strike, en medio de risas.
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"No estaba súper nervioso por el primer pitcheo", aseguró Stallings, en declaraciones recogidas por MLB.com. "Estaba nervioso de que la fuera a batear a 120 millas por hora directo a mi cara. De eso sí estaba nervioso. Estuve nervioso durante todo ese turno", añadió.
Stallings siguió ese primer envío con una curva de 44.5 mph. que niveló la cuenta en 1-1, para luego lanzar un cambio de 78.1 mph. que Acuña Jr. sacudió de foul y una recta de 84.9 mph. que dejó frío al tres veces invitado al Juego de Estrellas.
"No me gusta estar en esa situación", admitió un sonriente Acuña Jr. "Me pone nervioso porque no sé qué va a pasar. Es más fácil batear una recta de 100 millas por hora. Vi ese último pitcheo como si viniera a 120 millas por hora".
Segundos después de concretar el ponche, un incrédulo Stallings le pidió la pelota a su receptor Nick Fortes para conservarla como souvenir.
"De todos los tipos que podía ponchar, hacerlo contra uno de los mejores jugadores en este deporte, esa es probablemente la razón por la que se quedó con esa bola", señaló Shumaker.