A menos de cuatro semanas para los decisivos comicios legislativos en Estados Unidos, la administración de Joe Biden confirma una vez más el fracaso de sus políticas sobre la cuestionada teoría de cambio climático.
A menos de cuatro semanas para los decisivos comicios legislativos en Estados Unidos, la administración de Joe Biden confirma una vez más el fracaso de sus políticas sobre la cuestionada teoría de cambio climático.
Desde su primer día en la Oficina Oval, la extrema izquierda y Biden han promovido el ataque directo contra la industria estadounidense del petróleo y la autonomía energética lograda bajo el mandato del expresidente Donald Trump.
El gobierno de Biden acusó a la Organización de Países Exportadores y Productores de Petróleo (OPEP) y sus aliados en la OPEP+ de aliarse con Rusia, luego de su determinación de reducir en dos millones de barriles diarios la producción mundial de crudo.
"Está claro que con esta decisión la OPEP+ se alinea con Rusia", dijo la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre. Esta postura "es un error", sostuvo.
Poco antes, el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan y el principal consejero económico de Biden, Brian Deese, afirmaron en un comunicado que el mandatario "está decepcionado por la medida inapropiada de la OPEP+".
La presunta equivocación de la Casa Blanca
En su reciente visita a Chile, el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, afirmó: “trabajamos todos los días” para asegurar un suministro que “satisfaga la demanda, para garantizar que la energía esté en el mercado y los precios se mantengan bajos”.
Precisó que Estados Unidos aumentó su producción de crudo en 500.000 barriles diarios. “Los precios de la energía han bajado”, aseveró.
Y es que no le ha quedado alternativa posible a la Casa Blanca ante la historica inflación que desataron desde el arribo al poder en Washington.
La tasa inflacionaria en 2020 con el gobierno de Donald Trump fue de 1,36%, en el 2019 (2,29%), en el 2018 (1,9%) y en el 2017 (2,1%). Por si queda alguna duda.
Con el gobierno de Biden, en el 2021 y [antes de la guerra de Ucrania] la inflación registró 7% y en el 2022 llegó en junio a 9,1%. Actualmente se encuentra en 8,3%.
Los precios de la energía han bajado porque ha mermado significativante el consumo en EEUU y China, los dos principales consumidores de petróleo y gasolina en el planeta. En EEUU por los elevados precios y en Pekín por sus políticas políticas restrictivas y [oportunistas de mercado] utilizando como pretexto el COVID-19 o SARS-COVID-2.
Se supone además que el secretario de Estado Blinken sepa que Biden, entre sus diversas medidas contra el petróleo estadounidense, detuvo el proyecto del oleoducto Keystone XL y ordenó cancelar también la línea 5 del Enbridge hasta Michigan desde la provincia de Alberta, Canadá. Ambos oleoductos quedaron bajo un acuerdo beneficioso para EEUU y a precios casi regulados logrado por Trump. Además, EEUU producía en el 2019 más de 12 millones de barriles diarios de crudo, el primero en el mundo por encima de Arabia Saudita y Rusia.
Biden echó por tierra eso y regresó a Norteamérica a depender de los precios internacionales del crudo impuestos por la OPEP. Ahora intenta -a mero modo de show político- regular las acciones de la organización petrolera mundial, cuando lo único que debe hacer su gobierno es retomar el trabajo de Trump: aprovechar la máxima capacidad de EEUU y abrir los oleoductos desde Canadá. En menos de dos meses, los precios del crudo bajarían de forma significativa y automática, en medio de una situación que sí ataría las manos a OPEP. Mientras, las sanciones impuestas a Rusia por la guerra de Ucrania no sólo cayeron al vacío, sino que Rusia y Arabia Saudita lideran como en sus mejores tiempos el mercado internacional.
Rusia tiene actualmente ingresos envidiables por los altos precios del petróleo y el abastecimiento de gas a Europa a las puertas del invierno, con la constante amenaza de una crisis energética sin precedentes en el Viejo Continente. Moscú, tras las simbólicas sanciones de la Casa Blanca, no ha dejado un solo día de vender toda su producción en el mercado internacional.
La marcha atrás de Biden -en contra de su voluntad y sin otro remedio- respecto a los terrenos federales para la explotación petrólera y otras órdenes ejecutivas contra el petróleo estadounidense llegó bastante tarde y en absoluta contradicción con lo que prometió durante la campaña electoral: iniciar la eliminación de las industrias del petróleo, gas y carbón en EEUU; afirmación a la que respondió Trump frente al último debate telivisivo: ¿Es en serio lo que estás diciendo, Joe, o es una broma?
Al parecer, la nueva izquierda, la extrema izquierda y los asesores en Washington consideran que el Partido Demócrata rige a nivel internacional y que sus intereses políticos internos y externos definen las directrices de los mercados en el mundo capitalista occidental.
Esta “gran equivocación” o “intención” ha mantenido durante año y medio a los más de 335 millones de estadounidenses pagando altos precios por los combustibles y, por consiguiente, del resto de productos de consumo, que ha conducido a la más cruel inflación en las últimas casi cinco décadas.
De pleno acuerdo con los designios de la extrema izquierda (socialistas), la administración Biden insiste en reformatear la economía de EEUU con fondos de los contribuyentes en programas sociales y medioambientales (cambio climático), tras el sufrimiento de la peor pandemia de la era moderna.
La OPEP y la OPEP+ -como otras entidades y organizaciones privadas en el mundo- no velan por el bienestar de las sociedades ni de países, sino por sus propios intereses y ganancias. Es lo único que cuenta para ellos, porque no son una institución política. Para eso se supone que están los gobiernos y partidos en cada país; para velar por los intereses de sus nacionales y no para el fallido control de precios, mucho menos a nivel internacional.
Sobre esa base trabajó en sus cuatro años el expresidente Trump. De ahí sus incuestionables resultados económicos.
La independencia energética de EEUU lograda en el 2019 era -sin dudas- una sólida base económica para los demócratas cuando llegaron a la Casa Blanca en el 2021. Muchos creyeron que la aprovecharían con fines partidistas, pero los planes eran muy diferentes. Tal vez crear una crisis energética para promover las energías verdes (principalmente solar y eólica) junto a los vehículos eléctricos, el [nuevo gran negocio que acompaña a la teoría del cambio climático].
Por tales razones, es muy probable que les cueste en noviembre el control del Congreso en Washington D.C. por un amplio margen, según los pronósticos de analistas. Y con ello, sus grandes pretensiones serían truncadas por una mayoría republicana en los próximos dos años de gestión demócrata.
El gobierno de Biden, en su intento por aparentar soluciones, pondrá en noviembre 10 millones de barriles de crudo en el mercado internacional.
Si los 180 millones de barriles de la Reserva Estratégica de Estados Unidos que entregó la Casa Blanca no han representando nada hasta ahora en los precios del petróleo, el anuncio de los 10 millones resulta irrisorio.
Hasta el momento, lo que ha marcado la pauta en los precios del petróleo a nivel mundial -como era de suponer- han sido el bajo consumo, principalmente de China y EEUU, y el temor a una recesión en Europa a gran escala. No la visita de Biden a Arabia Saudita y menos la marcha atrás que dio en los contratos federales en zonas de extracción petrolera y en sus exigencias con multas por terrenos sin producir. Decretos que firmó en 2022, cuando el precio promedio de la gasolina en EEUU superó en junio los cinco dólares el galón regular y la inflación alcanzó 9,1%.
La medida del gobierno de Biden de utilizar las reservas estratégicas de petróleo del país ha provocado los niveles más bajos desde julio de 1984.
Por su parte, la guerra en Ucrania acrecentó la escalada de precios tras el repunte de la demanda, después de los confinamientos y medidas contra la crisis sanitaria mundial por COVID-19, que desplomaron el consumo de combustibles.
En un comunicado, la OPEP y OPEP+ dijo que la decisión se basaba en la “incertidumbre que rodea las perspectivas económicas globales y del mercado petrolero”.
El ministro de Energía saudita, Abdulaziz bin Salman, destacó el papel de la organización en la estabilidad de los mercados energéticos. “Estamos aquí como fuerza moderadora para traer estabilidad”, expuso a la prensa.
Pero la "equivocación" o [teatro electoral] de la Casa Blanca se extiende más allá de lo imaginable. En un comunicado, el gobierno de Biden manifestó que "consultará con el Congreso sobre herramientas y [mecanismos adicionales] para reducir el control de la OPEP sobre los precios de la energía", como si Washington alguna vez ha tenido un fácil dominio sobre las resoluciones de la OPEP.
El día del anuncio de la disminución diaria de los dos millones de barriles de crudo en el mercado internacional, el precio en Europa cerró a 93,97 dólares, mientras que en Wall Street las cotizaciones terminaban en 87,76 dólares. El viernes, las únicas empresas en verde en Wall Street eran las petroleras
"Tratan de evitar una nueva caída de precios y a pesar de las dudas sobre el impacto efectivo de este recorte, la señal es importante, comentó John Kilduff, presidente de la firma de asesoría financiera e inversiones Again Capital.
"Es una maniobra agresiva innecesaria considerando el nivel actual de precios y los fundamentos del mercado, sostuvo el analista. Los precios del crudo siguen muy por encima de su nivel anterior a la pandemia. La OPEP+ preserva sus propios intereses", acotó Kilduff.
La estabilidad a la que se refiere la OPEP y OPEP+ son los precios cercanos a los 100 dólares el barril o por encima, de ahí el fiasco de la Casa Blanca de hacer depender nuevamente a EEUU de los [valores fijados] por los países miembros de la organización petrolera.
La sed de ganancias generada tras la pandemia y luego el regalo de la guerra de Rusia en Ucrania desataron ingresos que no se veían desde finales de la primera década del siglo XXI.
El 6 de marzo de este año, el crudo llegó a cotizarse en Europa a 139.11 dólares. El 26 de junio del 2008, el precio del barril cruzó la barrera de los 140 dólares por primera vez en la historia.
"Estados Unidos no puede utilizar sus reservas estratégicas indefinidamente", destacó Andy Lipow, de Lipow Oil Associates. "Terminarán agotándose, y la OPEP lo sabe. Hay que tener un plan, pero el gobierno de Joe Biden no favoreció un aumento de la producción estadounidense, explicó.
EEUU producía en el 2019, durante la administración Trump, más de 12 millones de barriles diarios de petróleo, por encima de Rusia y Arabia Saudita. Y se convirtió en el primer productor mundial de crudo. Todo cambió con la llegada a Washington del actual gobierno y sus órdenes ejecutivas contra la industria petrolera estadounidense, en su empeño de energías renovables o llamadas energías limpias.
Con pocas dudas, el gobierno de Biden ha creado su propia encerrona y con ella arrastra la economía estadounidense por un despeñadero y acrecienta la incertidumbre y el sufrimiento de los consumidores norteamericanos, defraudados por una administración que en vez de soluciones y prosperidad -como prometió- ha sembrado el caos y la recesión en el país.
No obstante, los nuevos demócratas en el Congreso en Washington y los mal llamados progresistas (socialistas) observan cómo sus planes de reseteo mediante su agenda globalista se esfuman a medida que avanzan los meses; lo lamentable es que quienes sufren las consecuencias no son los responsables de las decisiones que destruyen -consciente o inconscientemente- la hegemonía y fortaleza de Estados Unidos.