MIAMI- Desde un primer momento, no pocos analistas se vieron sorprendidos el 20 de enero del 2021 con la firma de decenas de órdenes ejecutivas, inmediatamente después de que el presidente Joe Biden hiciera su entrada en la Oficina Oval.
Y entre las sorpresas estaban las estrictas regulaciones a la industria estadounidense del petróleo, un paso esperado ante los anuncios de campaña electoral de Biden, pero no de una manera tan agresiva.
Algunos expertos avezados comprendieron las intenciones del nuevo gobierno contra los combustibles fósiles, pero quizás no detectaron desde un principio la magnitud del plan de la Casa Blanca.
La supuesta ingenuidad y el presunto desconocimiento resultan poco creíbles, cuando se trata de Washington y una agenda de extrema izquierda por cumplir ¿Acaso la Casa Blanca no sabía que al cerrar los oleoductos desde Canadá e imponer restricciones al petróleo estadounidense en enero del 2021 los precios subirían? ¿Desconocían que al respaldar una guerra contra Rusia -uno de los mayores productores de petróleo y gas del mundo- los precios ascenderían? Muy difícil de creer de parte de un gobierno que promueve la llamada Agenda globalista 2030, el Foro de Sao Paulo y encabeza el financiamiento del Acuerdo de París.
Las dudas sobre las acciones de la administración Biden
El gobierno federal no sólo le dio la espalda a la inflación durante 11 meses, sino a la escalada de precios de la gasolina. Y ha sido la falta de acción lo que ha sembrado innumerables dudas.
En ocasiones, la suspicacia popular revela lo que se esconde detrás de acciones [aparentemente absurdas].
Aún circula en redes sociales un breve mensaje, pero tal vez elocuente y revelador. “No puedes vender autos eléctricos si la gasolina es barata”.
La administración Biden ha dado muestras de que no le interesa si sus ambiciosas metas a largo plazo sobre el cambio climático se cumplirán o serán lo suficientemente efectivas y rentables. Su mayor interés -al cabo de año y medio de mandato- es pisar el acelerador de las energías renovables a cualquier costo: socioeconómico e incluso político.
En el 2021, los vehículos eléctricos en EEUU representaron el 2% del mercado automotriz.
El gobierno de Joe Biden pretende que, a finales de la década del 2020, la mitad de los vehículos que se vendan sean eléctricos. Según las previsiones a largo plazo de Bloomberg, en 2030 constituirían alrededor de un tercio de las ventas estadounidenses.
Las intensas campañas en la industria automotriz
Fabricantes como Ford Motor Co. y General Motors Co. han fijado objetivos para los vehículos eléctricos en torno al 50%.
Por su parte, Tesla Inc. labró el terreno e invirtió alrededor de 23.000 millones durante la última década. El propósito de la actual administración ha sido fomentar un plan de subsidios de 174.000 millones de dólares para potenciar la fabricación de vehículos impulsados por baterías. Así lo dejó bien claro el mandatario durante su visita en el 2021 a una planta de vehículos eléctricos de Ford Motor en Michigan.
Ford anunció en marzo sus planes de producir una nueva generación de vehículos eléctricos de cara al 2024, de los cuales cuatro de ellos serán comerciales y los demás corresponderán a modelos de tipo SUV.
Para todo lo anterior, nada resulta tan efectivo como el convencimiento a los consumidores con precios desorbitantes de gasolina y diésel (gasoil), junto a la opulencia de múltiples campañas por las denominadas “energías limpias”.
En medio de la turbulencia de precios de los combustibles fósiles por encima de los cinco dólares en muchos estados del país y superiores a 7 dólares en ciudades como Los Ángeles o San Francisco, la administración Biden ha ratificado sus planes.
La secretaria de energía del actual gobierno, Jennifer Granholm, dijo durante un evento que una forma de lidiar con $5 por galón de gasolina es comprar un vehículo eléctrico. Pero quizás Granholm no ha hecho sus propios cálculos entre el valor de un vehículo electrificado y el precio de esa energía para recargar, que no es gratis.
“Si se compara la carga de su EV [vehículo eléctrico] con su tanque de gasolina, ahorraría $60 por llenado al usar electricidad y no gasolina o diésel. Es un caso muy convincente”, dijo la ministra de Energía de Biden.
Sus comentarios recibieron fuertes críticas de legisladores republicanos y conservadores, quienes acusaron a Granholm, exgobernadora de Michigan, de estar desconectada de la realidad. Pero sus declaraciones van más allá de los intereses en Washington.
En 2021, Granholm favoreció la venta de millones de dólares en acciones de Proterra, una empresa con sede en Burlingame (California) que diseña y fabrica autobuses eléctricos, sistemas de carga eléctrica y cotiza en la Bolsa de Nueva York.
“Si manejas un auto eléctrico, esta crisis no te estaría afectando”, dijo en mayo de 2021 Granholm en referencia con los elevados precios de la gasolina.
Por su parte, el secretario de Transporte, Pete Buttigieg, promocionó los vehículos eléctricos ante un panel de la Cámara de Representantes.
“En realidad, son los conductores rurales los que más se beneficiarían”, indicó Buttigieg en mayo. “Cuanto más conducen, más de sus ingresos se destinan a la gasolina, lo contrario si pagaran un vehículo eléctrico.
El costo de los vehículo eléctricos
Las cifras finales de ventas de 2021 indican que el importe promedio de un vehículo eléctrico nuevo rondaba los $56,000 a finales del 2021, según el Kelly Blue Book. En contraste, el valor de un compacto nuevo de gasolina fue de alrededor de $25,000.
El precio promedio de un SUV nuevo no eléctrico se ubicó en los $34,000, mientras que la versión eléctrica fue de casi $45,000. El Chevrolet Bolt EV 2022 comienza en alrededor de $31,500.
Si el gobierno de Biden escogió el camino del caos para presionar a las petroleras y luego culparlas de la crisis frente a los consumidores, el plan no ha funcionado muy bien.
Ahora pidió al Congreso eliminar el impuesto federal de 18,4% en la gasolina y 24,4 en el diésel durante tres meses. Pensaba hacer la misma solicitud a los estados. Sin embargo, el ahorro calculado sería ínfimo (3%) y sin garantía de que se logre, porque con nuevas subidas de precios, la medida quedaría sin efecto.
Durante la campaña de 2008, el expresidente Barack Obama dijo que retirar el impuesto a la gasolina de forma temporal era un artilugio para que los políticos pudieran “decir que hicieron algo”. Y es exactamente eso lo que intenta Biden, dar la imagen de que se hace algo, comentaron expertos y legisladores republicanos.
Ninguna de las acciones en busca de revertir las regulaciones -impuestas por el propio gobierno de Biden a los combustibles fósiles- ha dado resultado hasta ahora; entre ellas, la liberación de un millón de barriles diarios de la Reserva Estratégica por 180 días.
Otra carta de las petroleras al presidente Biden
Chevron instó al presidente Joe Biden a apoyar a las petroleras y no «demonizarlas» ante su creciente campaña de presión para que produzcan más combustible y bajen los precios.
La carta de Chevron sigue la línea de la que envió Exxon Mobil a Biden días atrás, en la que la mayor petrolera del país pidió al Gobierno mejores políticas de arrendamientos, regulación para infraestructuras y, a corto plazo, medidas de emergencia.
Biden criticó los márgenes de beneficio de las petroleras y acusó a Exxon Mobil de “no usar los terrenos que tiene alquilados para producir energía, con el objetivo de mantener la producción baja”.
Mike Wirth, consejero delegado de Chevron, explicó que el encarecimiento se debe a un desequilibrio en el mercado “agravado por la invasión rusa a Ucrania”. También rechazó las acusaciones de la Casa Blanca, quien a su juicio solo busca “criticar y demonizar” al sector.
“Quiero aclarar que Chevron comparte sus preocupaciones por los altos precios que los estadounidenses experimentan”, expresó el ejecutivo, y señaló que la empresa está también afectada por el aumento de los gastos de capital este año.
Wirth invitó a la Casa Blanca a “cambiar de enfoque” y aportar más “claridad y consistencia” en la regulación de los alquileres y permisos sobre los terrenos federales necesarios para su negocio.
La ecología
¿Son realmente ecológicos los vehículos eléctricos?
Según investigaciones, los vehículos cuyo movimiento ocurre sólo con baterías recargables emiten casi la misma cantidad de gases de efecto invernadero que los de gasolina, porque la electricidad que utilizan es producida por centrales que emplean energías fósiles como el carbón.
Por otra parte, se presenta la cantidad de litio y cobalto que haría falta para fabricar billones de baterías recargables, extracción y proceso que también ocurre por el momento con industrias que funcionan mediante combustibles fósiles. El 70% del cobalto mundial se extrae en minas de la República del Congo.
Una investigación del Manhattan Institute corroboró que se necesitan cavar entre 100 y 200 toneladas de tierra para extraer los metales necesarios para una sola batería de un vehículo eléctrico.
Grupos ecologistas afirman que esto es falso, pero su opinión no cuenta con el respaldo de otros estudios.
Los vehículos eléctricos obtienen su energía directamente de un gran paquete de baterías en dependencia del modelo automotriz.
Los automóviles eléctricos no utilizan una sola batería como la de un teléfono, sino un paquete compuesto por miles de celdas individuales de Li-ion que funcionan juntas. Cuando se carga, la electricidad se utiliza para realizar cambios químicos dentro de las baterías y al entrar en funcionamiento, estos cambios se invierten para producir electricidad.
La transición en EEUU de los combustibles fósiles a las llamadas energías “limpias” o renovables es mucho más complicado que los discursos optimistas de la Casa Blanca y su plataforma de cambio climático. La equivocación quizás no sea el cambio, sino el tiempo de duración (décadas) para transformar una poderosa y casi imprescindible industria mundial; el momento totalmente inadecuado después de la peor pandemia de la era moderna, la billonaria inversión en infraestructura y la adaptación y aceptación de los consumidores.
Demasiados elementos y condiciones tienen que confluir para apretar el acelerador de las energías “limpias”. Y es precisamente la aceleración de una agenda equivocada la que mantiene agobiados a la gran mayoría de los estadounidenses en medio de la incertidumbre, escasez, crisis y un altísimo costo de vida.