Durante una audiencia del Subcomité de Seguridad Cibernética, Tecnología de la Información e Innovación Gubernamental de la Cámara de Representantes, titulada “Ratas de laboratorio transgénero y cachorros envenenados: supervisión de la crueldad animal financiada por los contribuyentes”, la organización con sede en Washington reveló cómo la administración pasada “desperdició” millones de dólares de los contribuyentes en “crear animales de laboratorio transgénero”, mediante “experimentos crueles e inútiles”.
De acuerdo con un estudio de WCW, los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) y el Departamento de Agricultura (USDA) financiaron proyectos a laboratorios universitarios en EEUU para que realicen cirugías invasivas y terapias hormonales en animales de laboratorio, con el objetivo de imitar transiciones de género con “experimentos dolorosos y mortales”.
Según la organización, se habrían destinado fondos federales para “forzar la transición de monos macho para ver si la terapia hormonal los hacía más susceptibles al VIH”. Además, se habrían asignado 1.1 millones de dólares para investigar si las ratas hembra que recibían terapia con testosterona tenían más probabilidades de sufrir sobredosis de drogas comúnmente asociadas con el “chemsex” o “sexdopaje” en la comunidad LGBTQ+.
Experimentos cuestionables
Si bien la ética en la experimentación en animales es un debate en constantemente evolución, para el veterinario y médico cirujano, Simón Álvarez, en el caso de los tratamientos transgénero “puede ser significativamente más cuestionable”.
“La transición de género implica un proceso altamente individualizado que no solamente afecta la parte biológica, sino también la identidad y la salud mental del paciente”, explica Álvarez en conversación con DIARIO LAS AMÉRICAS.
En este sentido, considera que los modelos animales “no pueden replicar la complejidad de la experiencia humana, que ya es en sí misma muy compleja, ni los efectos a largo plazo de los tratamientos hormonales” en los casos de transición de género.
Alrededor del 90% de los fármacos y tratamientos probados en animales fracasan en los ensayos humanos, según el NIH. Esto se debe, de acuerdo con el médico, “a la falta de eficacia y efectos adversos inesperados” que se descartan en las pruebas en animales y, cuando se extrapolan, arrojan “resultados inesperados”.
“Siempre que el resultado que obtenemos en animales termina siendo significativamente útil, para humanos tiene limitaciones significativas debido a las diferencias fisiológicas, metabólicas y genéticas entre las especies”, señala.
Investigación en humanos
Aunque reconoce que los estudios en animales han permitido comprender mecanismos endocrinos (hormonales) básicos, estima que la investigación para tratamientos transgénero debe centrarse en estudios clínicos humanos.
“Esto es un área que debería concentrarse evidentemente en humanos, en estudios clínicos no solamente observacionales, sino de seguimiento a largo plazo. La medicina basada en evidencia siempre debe priorizar datos relevantes de la especie humana, especialmente cuando hay marcadas diferencias entre los modelos animales y humanos, como es este caso, en términos de metabolismo, respuesta a tratamientos, y por supuesto, la complejidad de la salud mental humana”, sostiene.
El médico, que aboga por avances científicos para que los procesos de transición en personas sean “más amigables, asertivos y menos cruentos y traumáticos”, indica que la experimentación en animales para estos casos “no es tan acertada”, debido a la baja tasa de efectividad que tienen los experimentos animales en humanos. “Este es un tema donde, particularmente, la investigación en humanos es la única forma de obtener datos clínicamente relevantes”, subraya.
“Métodos más éticos y precisos”
Álvarez explica que actualmente se cuenta con modelos informáticos bastante avanzados, cultivos celulares en tercera dimensión y organoides, entre otras técnicas innovadoras, que permiten reducir el uso de animales en muchos estudios.
En este sentido, considera que sólo se debería recurrir a la experimentación animal cuando no haya alternativas viables, cuando está sea la “última alternativa”, dado que la ciencia aún no ha logrado replicar completamente “la complejidad de un organismo vivo”.
En este caso, menciona los principios éticos de las 3R que se aplica en las investigaciones con animales, consistente en Reemplazar, Reducir y Refinar. Ellos plantean la sustitución de animales con otros métodos, la utilización de la menor cantidad de animales en los estudios y la minimización del dolor y la angustia de los animales. “Para allá va el futuro, para hacer uso de esto (experimentos en animales) sólo cuando se han agotado todas las vías nobles y éticas posibles”, apunta.
Indica, además, que en muchos casos la experimentación con animales se utiliza más por “inercia”, por ser procedimientos con pasos preestablecidos años atrás que, por una necesidad real, sometiendo a los animales a “distintos grados de sufrimiento”.
Señala que los animales, cuando se utilizan en experimentación, experimentan sensaciones que van desde “molestias leves hasta procedimientos altamente invasivos y súper dolorosos”. “Dependiendo del tipo de estudio también pueden ser sometidos a pruebas de toxicidad, a cirugías, a manipulación genética, a procedimientos de inducción de enfermedades, que es muy común”, menciona.
Aunque existen protocolos y regulaciones internacionales que intentan minimizar el dolor en los animales de experimentación, el experto resalta que esto “nunca se puede garantizar”, puesto que el dolor “forma parte inherente de estos procedimientos” y, en muchos casos, “el interés científico y económico prevalece sobre el bienestar animal”.
El doctor estima que las regulaciones científicas deben adaptarse a las nuevas tecnologías para promover el cambio de la experimentación en animales hacia “alternativas científicamente robustas y al mismo tiempo, éticamente responsables”.
“Los experimentos en animales son un tema complejo, donde confluyen la ciencia, la ética y las regulaciones. Si bien en algunos casos sigue siendo extremadamente útil y no hay alternativas completamente equiparables, la tendencia siempre debe ser hacia la reducción y el reemplazo por métodos más éticos y precisos”, subraya.