Como explicó The Washington Post, cuando los simpatizantes del expresidente Donald Trump se presentaron en el punto de reunión "Cowboy" en Louisville, en la mañana del 5 de enero, el estacionamiento del centro comercial estaba cerrado a los automóviles, por lo cual se movieron a los almacenes Kohl's. "A cientos de millas de distancia en Columbia, Carolina del Sur, en un centro comercial designado como punto de reunión 'Rebelde', otros partidarios de Trump se reunieron para formar otra caravana hacia Washington. Se planeó una reunión similar, denominada 'Minuteman', para Springfield, Massachusetts", se lee en el reportaje.
“Estemos listos para luchar. El Congreso necesita escuchar vidrios rotos, puertas pateadas”, decía una publicación, según el informe obtenido por ese periódico.
Un video del propio Washington Post muestra el avance de los atacantes del Capitolio.
Ese mismo día, agrega el artículo, "el personal del FBI en Norfolk estaba cada vez más alarmado por las conversaciones en línea que estaban viendo, incluidas las conversaciones bélicas en torno a los convoyes que se dirigían a la capital del país. Un mapa publicado en línea describía los puntos de reunión y los declaraba 'Caballería MAGA para conectar caravanas patriotas para detener el robo en DC'. Otro mapa mostró el Congreso de los Estados Unidos, indicando túneles que conectan diferentes partes del complejo. El mapa se llamaba 'CREAR PERÍMETRO', según el informe del FBI, que fue revisado por The Washington Post".
Ahora bien, aunque el FBI está investigando las raíces del ataque y los puntos que desataron la violencia organizada, actúa con cuidado para no mezclar el derecho a la manifestación política, contemplada en la Primera Enmienda, con la organización de un asalto armado, lo cual sí se convierte en un acto criminal.
Asimismo, momentos antes del ataque, a las 12:45 p.m., "la policía recibió el primer informe de una bomba casera detrás de la sede del Comité Nacional Republicano en el lado opuesto, sureste del campus del Capitolio", detalló el periódico. "El dispositivo y otro descubierto poco después en la sede del Comité Nacional Demócrata incluían tapas de extremo, cableado, temporizadores y pólvora explosiva, dijeron los investigadores", añade el reporte.
“Este soy yo”
Reportes anteriores revelaron el interés de los asaltantes por ser reconocidos con orgullo como los que lograron rebasar el umbral del Capitolio. “Este soy yo”, dijo un individuo en un post en Instagram, con el emoji de una mano apuntando hacia sí mismo en una foto de la violenta toma del Congreso de Estados Unidos. “Siiii, tomamos el Capitolio. jajaja”, escribió una mujer ya adentro del edificio. “Solo quería incriminarme un poco jajaja”, afirmó otro en un selfie tomado durante los disturbios del 6 de enero que publicó en Facebook.
Decenas de partidarios de Trump que participaron en la insurrección se vanagloriaron de ello en las redes sociales. Algunos aparentemente se dieron cuenta de que tal vez no era lo indicado y eliminaron sus comentarios, videos y fotos, solo para descubrir que amigos y familiares tenían copias y se las habían pasado al FBI.
Su ingenuidad y la actitud de sus amigos permitió a las autoridades encausar a unas 150 personas, acusadas de delitos federales. Las imágenes de los propios insurrectos, no obstante, no alcanzan y las autoridades deben trabajar diligentemente para demostrar que participaron en actos de vandalismo.
Dado que hubo muy pocos arrestos el día de los incidentes, el FBI y otros servicios están rastreando a los sospechosos donde sea que viven.
“El que te hayas ido de Washington no quiere decir que no te vamos a golpear la puerta si participaste en actividades delictivas adentro del Congreso”, advirtió Steven D’Antuono, subdirector a cargo de la oficina del FBI en Washington. “El FBI no escatima recursos en esta investigación”.
El FBI recibió más de 200.000 fotos y videos sobre los disturbios y está buscando a una cantidad de gente. Usando datos aportados por compañeros de trabajo, conocidos y amigos, los agentes cotejan fotos de las licencias de conducir con las de los sublevados filmados por las cámaras del Congreso. En algunos casos consiguen material de Facebook y Twitter que les permite conectar sus cuentas en las redes sociales con sus correos electrónicos o números de teléfono. En otros, usan registros de los lectores de placas para confirmar sus desplazamientos.
Se cree que más de 800 personas ingresaron al Capitolio, aunque es probable que no todas sean identificadas y acusadas de delitos. Los fiscales federales están enfocándose en los casos más graves.
Un grupo especial de fiscales está decidiendo si acusar a los sospechosos de sedición, un delito que conlleva hasta 20 años de cárcel. Un trío fue acusado de conspiración, pero la mayoría deben responder a delitos menos graves como ingreso ilegal y alteración del orden público.
Varios insurrectos publicaron selfies de ellos adentro del Congreso en sus cuentas en las redes sociales, ofrecieron entrevistas en las que describieron sus experiencias y admitieron de buena gana haber estado allí al ser interrogados por los investigadores. Un individuo publicó un álbum en Facebook titulado “¿La casa de quién? NUESTRA CASA”, lleno de fotos suyas y de otros en el Capitolio, según las autoridades.
Un policía de Houston negó haber estado en el Congreso y después permitió que los agentes viesen las fotos de su teléfono. En el archivo de cosas eliminadas había fotos y videos, incluidos selfies que se tomó adentro del Congreso según las autoridades. Un hombre que también ingresó al edificio llevaba un monitor que permite rastrear sus movimientos tras ser condenado por un robo.
Un bombero retirado de Long Island, Nueva York, envió al hermano de su novia un mensaje de texto con un video que lo muestra afuera del Capitolio, en el que dijo que era “la punta de lanza” de la toma del Congreso. El hermano de la novia era un agente del Departamento de Seguridad Diplomática y envió de inmediato el video al FBI. Un abogado del individuo, Thomas Fee, dijo que “no trató de tomar el Capitolio” y que simplemente “entró por una puerta abierta, nada más”.
En otro caso, un individuo que se iba de Washington en avión dos días después de la toma se la pasaba gritando “¡Trump 2020!” y fue bajado del avión. Hizo una reserva en otro vuelo y, mientras esperaba, un agente lo reconoció en una foto de Instagram y fue detenido. Lucía la misma camisa que llevaba el día de los disturbios, de acuerdo con las autoridades.
Los abogados de los insurrectos dicen que las imágenes que ellos mismos tomaron y difundieron son un problema.
“No soy mago”, dijo el abogado del individuo que fue fotografiado llevándose un atril de la presidenta de la cámara baja Nancy Pelosi. “Hay una foto de nuestro cliente en lo que parece el interior de un edificio federal o del Capitolio, con artículos del gobierno”.
Seguridad débil
Por su parte, la jefa interina de la Policía del Capitolio se disculpó por no haber estado preparados para lo que se convertiría en una insurrección violenta, a pesar de las advertencias de que atacarían al Congreso.
Yogananda Pittman, en un testimonio preparado ante el Congreso, dijo que la Policía del Capitolio “no cumplió sus propios estándares elevados ni los de ustedes”. Mencionó varios errores: no tener suficientes agentes ni provisiones disponibles, no proseguir con la orden de cierre total que ella emitió durante el sitio y no contar con un plan de comunicaciones suficiente para una crisis.
“Sabíamos que grupos milicianos y de supremacistas blancos iban a asistir”, escribió Pittman. “Sabíamos además que algunos de esos participantes tenían intención de traer armas de fuego y otras al mitin. Sabíamos que era muy posible que hubiera violencia y que el Congreso era el blanco”.
Sus admisiones tienen lugar en momentos en que las agencias federales investigan una serie de amenazas contra miembros del Congreso. Un funcionario policial dijo a The Associated Press que las autoridades han detectado conversaciones preocupantes sobre matar a legisladores o atacarlos afuera del Capitolio.
Partidarios de Trump arrancaron cercas e irrumpieron por puertas y ventanas en el Capitolio después de un mitin en el que el ahora expresidente les pidió “luchar” y “parar el robo”. Dentro del Congreso, los legisladores certificaban en ese momento la victoria del presidente Joe Biden. Cinco personas murieron, incluido el policía del Capitolio, Brian Sicknick, que fue golpeado en la cabeza con un extintor de incendios. Un sexto fallecimiento, el de otro policía del Capitolio, fue por suicidio.
El día después de los disturbios, el entonces policía del Capitolio, Steven Sund, dijo que su fuerza “tenía un sólido plan establecido para enfrentar esperadas actividades relacionadas con la Primera Enmienda”. Sund renunció poco después, al igual que los sargentos de armas del Senado y la Cámara de Representantes.
Policías que hablaron con la AP han dicho que se vieron superados por los alzados que en muchos casos estaban mejor armados que ellos. Los agentes dijeron no haber recibido plan alguno por adelantado y tampoco de comunicaciones durante los disturbios.
FUENTE: Con información de The Washington Post / AP / AFP