El cambio de política de la Administración Biden con respecto a la llegada masiva de cubanos a EEUU, quienes en gran parte se radican o están largo tiempo en el sur de la Florida, es una respuesta, entre otras cosas, a la amenaza percibida por los residentes, incluyendo en primer término a los inmigrantes ya afincados, que temen ver dañados o perdidos sus empleos.
No es sorprendente que sean, precisamente, los inmigrantes ya residentes los más reacios a recibir nueva inmigración. En sicología está bien estudiado como aquellos sujetos que superan una situación estresante o en la que han invertido muchos recursos económicos y/o emocionales, valoran el estatus alcanzado aún más que los que lo han tenido siempre, con lo que perciben mayor amenaza y responden con mayor violencia si ese status es, desde su perspectiva, puesto en peligro.
La sabiduría popular ha identificado este hecho y conoce que no hay creyente más fervoroso que el converso, o llevado a una estampa típica cubana, se sabe que los que están dentro de la guagua la encuentran siempre excesivamente llena, mientras que los que están por subir, siempre consideran que se puede "dar un pasito más", escribe Rafaela Cruz en Diario de Cuba.
Esa impresión de que la inmigración hace peligrar el trabajo de los residentes, fundamentalmente aquellos con puestos de más baja calificación (lo que es otra razón por la que los inmigrantes ya establecidos, que son los que generalmente ocupan estos puestos, se sientan amenazados por las posteriores olas migratorias), puede parecer incluso respaldada por la teoría económica.
Es lógica económica que a igualdad de demanda una mayor oferta hace caer el precio, por lo que en este caso, un aumento acelerado de personas ofertando su fuerza laboral debería hacer que bajen los salarios de los emigrados ya establecidos, o que estos pierdan sus puestos ante recién llegados más dispuestos a trabajar por menos. Pero, ¿es realmente así?
El modelo oferta-demanda, aunque intuitivo, es extremadamente superficial para escudriñar las complejas dinámicas que genera la llegada masiva de inmigrantes en un corto periodo de tiempo sobre un mercado laboral. Hay efectos secundarios que esta aproximación no descubre.
Las personas, por mediar con pensamientos su actividad no son completamente reactivas, sino teleológicas, es decir, actúan tanto por estímulos como para obtener fines deseados, que son muy subjetivos, por ello es tan difícil modelizar matemáticamente la acción humana, algo de lo que mucho peca la economía moderna.
La simplificación oferta-demanda, por ejemplo, pierde de vista cómo reaccionará parte de la población local que, ante la llegada masiva, decide, previendo la competencia laboral, moverse hacia otros estados, lo que amortigua el efecto neto del arribo de nuevos inmigrantes.
Queda también fuera del análisis algo de extraordinaria importancia: la reacción de los empresarios. Estos, si prevén que caerán los costos salariales por el aumento de la oferta, pueden lanzarse a invertir para aprovechar tal oportunidad. Incluso pueden desviar hacia la Florida, por esta causa, inversión antes destinada a otros estados.
El efecto Ricardo es otro resultado de la respuesta del empresariado, que se refiere a que, cuando la mano de obra se abarata en relación al capital fijo, disminuye la inversión en este último e incluso se retrasa la introducción de nuevas tecnologías, aumentando la inversión en la mano de obra relativamente barata. Estas dos posibles respuestas empresariales, pueden terminar causando un aumento neto de los puestos laborales.
Tampoco es descartable que, los nuevos inmigrantes centren su consumo en aquella mercancías baratas que producen los propios trabajadores inmigrantes, con lo que aumentaría la demanda de este sector estimulando la producción de los mismos inmigrantes, lo que les crearía nuevas oportunidades laborales.
Las anteriores no son simples hipótesis. Es famoso el experimento natural realizado por David Card, economista canadiense especializado en mercados laborales y galardonado con el Nobel, sobre el caso Mariel, cuando más de 100.000 cubanos llegaron al sur de la Florida de golpe y porrazo. El estudio encontró que, contrario a lo que podría pensarse, ese enorme flujo que llegó a alcanzar un aumento del 7% de la fuerza laboral, no tuvo prácticamente efecto alguno sobre los salarios y las tasas de desempleo locales, ni siquiera para aquellos trabajadores de menores ingresos.
Así que, aunque cada cual puede tener razones para apoyar o no la política norteamericana hacia la emigración cubana, dependiendo de sus prioridades familiares, políticas u otras, tiene buenas razones para descartar el San Benito de la amenaza sobre el empleo que cuelgan, con frecuente demagogia, los políticos y sindicalistas sobre la llegada en grandes volúmenes y en poco tiempo de nuevos inmigrantes.
FUENTE: Con información de Diario de Cuba