JERUSALÉN.- En ninguna otra ciudad del mundo las emociones están tan al rojo vivo como en Jerusalén. Y eso lo está experimentando ahora el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que quiere sacudir el estatus de la "ciudad santa".
JERUSALÉN.- En ninguna otra ciudad del mundo las emociones están tan al rojo vivo como en Jerusalén. Y eso lo está experimentando ahora el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que quiere sacudir el estatus de la "ciudad santa".
Trump informó hoy por teléfono al presidente palestino, Mahmud Abbas, sobre su intención de trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén. Con ese paso, que equivale "de facto" a reconocer a Jerusalén como capital de Israel, Trump cumpliría una de sus promesas de campaña.
El mandatario estadounidense parece estar ignorando las amenazas de los palestinos y las advertencias internacionales sobre las graves consecuencias que puede tener esa decisión. Sin ir más lejos, Abbas le alertó de las "graves consecuencias de esa decisión para el proceso de paz y la seguridad y estabilidad de la región y el mundo".
Los palestinos han convocado tres "días de la ira" a partir del miércoles, cuando posiblemente Trump reconozca en un discurso Jerusalén como capital de Israel. La cúpula palestina en Ramala advierte que si eso ocurre supondrá el colapso definitivo de todos los esfuerzos de paz con Israel.
También a nivel internacional existe una fuerte resistencia contra el cambio de statu quo en Jerusalén, una cuestión pendiente de ser aclarada en el marco de las negociaciones de paz. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, amenazó incluso con romper relaciones diplomáticas con Israel si Estados Unidos reconoce a Jerusalén como capital del Estado judío. "Señor Trump, Jerusalén es la línea roja de los musulmanes".
También la jefa de la diplomacia de la UE, Federica Mogherini, alertó a Washington de las consecuencias del reconocimiento unilateral tras una reunión con el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, en Bruselas. Mogherini pidió que se evite "absolutamente todo" lo que pueda dificultar la reanudación de las negociaciones de paz.
Es de sobra conocido el inmenso potencial de conflicto que tiene Jerusalén, la tercera ciudad santa del islam tras La Meca y Medina. En julio se registraron violentos disturbios después de que Israel instalara detectores de metales en el ingreso a la Explanada de las Mezquitas.
Israel conquistó Jerusalén Oriental, de marcada presencia árabe, en la Guerra de los Seis Días en 1967 y después se anexionó esa parte de la ciudad. Además, aspira a que la ciudad se convierta en la "capital eterna e indivisible" del país. Los palestinos sin embargo consideran Jerusalén oriental como la capital de su futuro Estado soberano.
Ya durante la campaña Trump prometió trasladar la embajada estadounidense a "la capital eterna del pueblo judío, Jerusalén". La ultraderecha religiosa israelí se entusiasmó con su vitoria. Pero hasta la fecha parecía que Trump no se atrevía a dar un paso que supone romper con la política estadounidense que se ha hecho hasta la fecha.
La comunidad internacional no reconoce la reivindicación israelí de toda Jerusalén, por lo que si Trump da el paso estaría enviando una señal clara.
Jared Kushner, yerno de Trump, lleva meses visitando la región como mediador para Cercano Oriente. Estados Unidos está buscando una fuerte implicación de países árabes como Arabia Saudí y Jordania en la búsqueda del "acuerdo definitivo" entre israelíes y palestinos, tal como lo ha descrito Trump.
Según una información del diario "The New York Times", el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman, le presentó el mes pasado un nuevo plan de paz al presidente palestino, Abbas. Ese plan prevé un Estado palestino en territorio que no está conectado. La mayoría de asentamientos israelíes en Cisjordania no serían desalojados y los palestinos deberían renunciar a Jerusalén oriental, así como al derecho al regreso de sus refugiados. La propuesta fue para los palestinos como una bofetada.
El analista israelí Eran Lerman, del Instituto para Estudios Estratégicos de Jerusalén, señala que para ser un verdadero mediador Estados Unidos tendría que enfrentar a los palestinos con la realidad. Es ilusorio creer "que van a poder imponer a Israel que no reconozca la presencia de Israel en Jerusalén", señaló Lerman. El analista se remite además a que Rusia en abril ya reconoció a Jerusalén Occidental como la capital de Jerusalén. "La clara mayoría de israelíes se alegraría de ver las embajadas del mundo en la capital".
El Congreso estadounidense ya había acordado una ley en 1995 que prevé trasladar la legación diplomática a Jerusalén. Desde entonces, todos los presidentes de Estados Unidos han firmado un decreto cada seis años para mantener su vigencia. La última vez que debía realizarse la firma, Trump lo canceló, posiblemente un indicio del cambio de rumbo.
El Ejército israelí se está preparando de todas formas para un posible estallido de violencia. El analista palestino Yihad Harb estima que la respuesta de los palestinos será "fuerte" si Trump se decide a reconocer la reivindicación. "Adoptarán una posición fuerte y romperán todo contacto con Estados Unidos", estima. Habrá protestas, "algunas pacíficas, otras violentas", dijo Harb. "Nadie puede pronosticar realmente cómo a reaccionar la gente ni con qué medios lo hará", agregó.
FUENTE: dpa