El miedo y el hambre son hoy en día dos de los principales aliados del Gobierno de Nicolás Maduro. Son dos rivales temibles no sólo dentro de Venezuela, sino que también preocupan a Estados Unidos.
El venezolano no encuentra salida, la única quizás ha sido la del aeropuerto de Caracas, tal como lo revela el inmenso éxodo de personas de ese país que han dejado atrás familias, amigos y recuerdos para aventurarse a otros destinos
El miedo y el hambre son hoy en día dos de los principales aliados del Gobierno de Nicolás Maduro. Son dos rivales temibles no sólo dentro de Venezuela, sino que también preocupan a Estados Unidos.
La nación norteamericana ha expresado alarma por la situación económica que experimenta el país que más petróleo tiene en el continente, pero cuyas arcas están diezmadas. La proyección financiera venezolana que maneja la administración de Barack Obama es aciaga. Se habla de recesión, inflación y una severa escasez, elementos que al combinarse con los índices de represión de Maduro y sus secuaces así como la falta de transparencia democrática, constituyen ingredientes perfectos para manufacturar una peligrosa bomba de tiempo.
Un informe de Bloomberg consideró que en 2015 Venezuela encabezó el “Índice de Miseria Económica” en el mundo y añadió que todo parecía indicar que en 2016 se repetiría el dudoso honor.
Nada hace presagiar que el panorama cambie, porque Maduro y su gabinete de obtusos hasta más no poder, no planean implementar medidas que destraben la economía venezolana, que por cierto presenta la inflación más alta del planeta.
El ciudadano promedio vive una pesadilla. No sólo no tiene dinero, sino que tampoco tiene qué comprar. El salario mínimo mensual, poco más de 11.000 bolívares -alrededor de 10 dólares-, apenas alcanza para adquirir una bolsa de manzanas, si es que el cliente logra conseguirla.
El venezolano no encuentra salida, la única quizás ha sido la del aeropuerto de Caracas, tal como lo revela el inmenso éxodo de personas de ese país que han dejado atrás familias, amigos y recuerdos para aventurarse a otros destinos donde al menos no tengan que hacer kilométricas colas para mendigar un paquete de harina de maíz.
Ya no se puede ocultar la grave crisis venezolana. Estados Unidos debe estar atento. La democracia del que siempre fue uno de sus socios comerciales más importantes de la región está en peligro. El miedo, el hambre y Maduro atentan contra ella.