MIAMI.- La noticia de que la organización extremista Boko Haram haya prometido lealtad al Estado Islámico y la posterior aceptación de este grupo terrorista es desalentadora e inquietante. Vivimos tiempos difíciles para la paz y la amenaza de estos grupos radicales es cada vez más imprevisible.
El marketing y el espectáculo se han unido en una forma siniestra de manera que cada acción y comunicado encierra una intención de, además de provocar el terror en las sociedades occidentales, conseguir adeptos para esta locura. Estos nuevos movimientos hacen gala de una violencia y una crueldad sin límites que siempre tiene su recorrido a través de internet y las redes sociales donde intentan captar adeptos.
Hay expertos que quitan importancia a este “matrimonio” entre grupos terroristas y lo sitúan en una mera operación de imagen pues consideran a Boko Haram muy debilitado. A la espera de tener un diagnóstico más ajustado de la novedad, lo que es evidente es que los gobiernos de los países que son posibles objetivos de atentados tienen que extremar la seguridad y las labores de inteligencia.
Algunos territorios de Siria e Irak son el centro de operaciones del Estado Islámico, que amenaza con extender su poder al ritmo en que se expande una mancha de aceite sobre una tela. Que el radicalismo encontrara un eco mayor en África aumenta la preocupación.
Al mismo tiempo que se combate la amenaza sobre el terreno, es importante poner freno también a la propaganda de este islamismo radical y en eso los medios de comunicación podemos ayudar, procesando y evaluando estas informaciones para no contribuir sin quererlo a la estrategia de los terroristas. Está en juego la vida de millones de personas y el futuro de las democracias occidentales.