sábado 12  de  julio 2025
PROFESOR UNIVERSITARIO

Mirar hacia otro amanecer sin remordimientos

Por lo general cada persona asume las posiciones de su cultura filosófica e intereses sociales, supeditando otros aspectos más distantes o supuestamente ajenos. De esa manera casi siempre se expresan las ideas y valores

Diario las Américas | EUGENIO RODRÍGUEZ BALARI
Por EUGENIO RODRÍGUEZ BALARI

La población de nuestro planeta es amplia y a su vez diversa. Los miles de años transcurridos desde la aparición del hombre en la tierra, han mostrado que la individualidad humana es a su vez similar y diferente. Los razonamientos existentes para explicar esta consideración, se basan en los elementos lógicos que se encuentran a disposición de nuestra cultura.

Los humanos crecemos y nos desarrollamos en diferentes ambientes, de ahí que en nuestra formación y nivel de conciencia ciudadana nos influyan factores históricos, económicos, geográficos, culturales, sociales, idiosincráticos o religiosos. 

Esos aspectos van a conformar en cada uno de nosotros el grado y amplitud de nuestras ideas o valores políticos y sociales, valores con los que proyectamos nuestras relaciones humanas y públicas.

Tales circunstancias que a todos nos tocan y condicionan, nos hacen asumir determinadas posiciones en la sociedad donde nos desarrollamos. De esa manera cada quien asume una actitud diferente ante situaciones concretas, tratando de aportar y convivir con lo que considera correcto  en el medio en que se desenvuelve.

Por lo general cada persona asume las posiciones de su cultura filosófica e intereses sociales, supeditando otros aspectos más distantes o supuestamente ajenos. De esa manera casi siempre se expresan las ideas y valores, aunque no siempre sean los más justos o acertados socialmente.

Es cierto que todo lo que se relaciona con la naturaleza y la sociedad se encuentra en movimiento y las personas como el medio evolucionan constantemente, donde todo se origina, crece y desaparece.

De la misma manera las necesidades se inician y van desarrollándose en escala ascendente, de lo individual, familiar, grupal y más tarde a lo social; sin embargo en el contexto de los intereses humanos y sociales, donde prevalecen los pensamientos y la conciencia de los individuos; con frecuencia las ideas asumidas, al arraigarse en el tiempo se petrifican, constituyendo luego una barrera para que esa evolución pueda continuar contribuyendo al entendimiento humano.

A partir de estas consideraciones valoro más la importancia de lo novedoso y joven; apartándome de lo añejo o lo que se deja atrás, sin subestimar las viejas ideas del pasado, que por supuesto tienen su importancia pero de las cuales no se puede continuar viviendo, so riesgo de estancarnos en posiciones arcaicas que ya no tienen presente y menos futuro.

Comprendo no es fácil desarraigarse la esclavitud de la rutina, o sacudirse la coyunda de la tradición, más difícil aún apartarse de conocimientos o experiencias adquiridas; sin embargo es sabio mirar hacia otro amanecer sin remordimientos y luego regar vigorosas posturas en nuevos suelos que se preparen para dar frutos. 

Por razones biológicas todos envejecemos, somos susceptibles a que se transformen los idearios de joven y aparezcan otros intereses no tan nobles y cuando eso sucede; es momento de dar paso atrás abriéndole el camino a otras generaciones. Con seguridad esas nuevas oleadas de jóvenes propiciarán renovar los ambientes morales existentes y ampliar las bases de la justicia, pensando en una humanidad superior que reduzca sufrimientos e incremente  la felicidad del pueblo.

Ante nuestros ojos irrumpe una nueva conciencia social, que avanza transmutando los anteriores valores convencionales de la sociedad, esos que aún apuntalan las normas éticas del pasado.

En tiempos caracterizados por tendencias hacia la globalización y los avances tecnológicos en las comunicaciones y transportes entre otros; las personas no pueden aferrarse sólo a las virtudes del pasado, un pasado que con independencia de logros alcanzados, lamentablemente no pudo escapar a la realidad de un mundo injusto, desequilibrado, perturbador social y ambientalmente, que no tenía otra salida que generar conflictos.

Las individuos con cultura política comprenden que no todos los conflictos del pasado son semejantes, ni tienen causas ni evoluciones similares y que cuando las circunstancias objetivas se modifican (por las razones que sean), ello nos obliga también a cambiar la nuestra.

Sin embargo a algo tan elemental como ello algunas personas se resisten. Por lo que no queda otra que decir que allá los que se dejen vencer por la biología, aferrándose de manera hierática y equívoca a situaciones pasadas. Peor aún si se trata de personas jóvenes, porque en esos casos se sufre de senilidad precoz.

En realidad no son tiempos para aferrarse a ideas fallidas, porque cuando te estancas en el pasado es que te encuentras agonizando o se vislumbra la muerte. Hay que comprender que los caminos de la perfección no tienen fin y es de pueblos vencidos observar contemplativamente lo acontecido sin diseñar el mañana. 

Es también misión de los que miran hacia adelante, que por lo general son los jóvenes,  el tomar a los débiles visuales por sus brazos y orientarlos hacia el mañana, sin decepcionarse, porque hay que comprender que a ciertas alturas de la vida, todo indica que las ataduras a las ideas del pasado es un mal irreparable, más cuando subsisten heridas y resentimientos que no han podido restañarse.

Sin embargo a la vida humana le es saludable el optimismo sobre el escepticismo, una persona escéptica se encuentra muerta en vida, lo mismo para ella que para su comunidad. De la misma manera el optimismo es un ejercicio de salud mental, es entusiasmo de ideas que nos fortalecen y aportan bríos para nuevas actuaciones desprendidas y solidarias socialmente.

La vida concluye cuando fallece el optimismo, lo que es un extraordinario privilegio poseerlo en edades madura y algo excepcional durante la longevidad.

La frescura mental de los humanos es algo extraordinario y positivo para aprender a vivir, por lo que se debe encontrar rápido en la vida o de lo contrario no se encuentra nunca.

El luchar para no anclarse en el pasado es un ejercicio mental y físico imprescindible, muestra aún vitalidad humana, nos señala que nuestras células cerebrales continúan naciendo y modificándose y por tanto que podemos hacer un esfuerzo renovador en el pensamiento.

Las nuevas ideas o acciones que incorporamos nos aportan confianza y obligan a recapacitar, a revisar autocríticamente nuestras criterios actuales y pasadas, a valorar nuestros éxitos y fracasos y sobre todo, a permitirnos acometer nuevos sueños y empeños,  aunque diferentes a los del pasado y distantes a situaciones corroídas por el tiempo.

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