La frontera estaba a punto de colapsar, había miles de autos en fila, esperando llegar al puesto de control.
La frontera estaba a punto de colapsar, había miles de autos en fila, esperando llegar al puesto de control.
Por la senda de la derecha viajaban los grandes camiones, regresaban vacíos tras descargar sus ayudas y ahora tendrán que esperar más de un día para conseguir el paso hacia Polonia.
Por la senda de la izquierda viajan los vehículos más pequeños, con familias, bultos en los techos y mucho desespero por escapar.
Allí nos encontramos nosotros, lidiando con los menos nueve grados centígrados que marca el termómetro del interior del vehículo y frustrados porque en las últimas cuatro horas solo hemos conseguido avanzar unos doscientos metros.
Según nuestros cálculos nos demoraremos más de 6 horas en llegar al punto fronterizo.
Por un momento se destraba la línea, los autos comienzan a avanzar, pero en seguida se detienen, matando cualquier esperanza.
El conductor está muy preocupado, tiene que regresar a Ucrania a recoger a su familia que por fin va a pasar la frontera.
Pedro Sevcec es el único de nosotros que ya ha estado en coberturas de guerras anteriores, eso lo convierte en nuestro experto y por ello le obedecemos cuando nos recomienda bajarnos del auto y hacer el recorrido a pie.
El trípode de la cámara viaja en un estuche enorme que uno de nosotros lleva a la espalda, parece un arma.
Todos llevamos las credenciales por delante, incluido Lázaro nuestro traductor a quien le hemos endilgado la credencial del auto, que no tiene foto, pero sí la bandera estadounidense.
Caminamos entre los autos, los pasajeros nos miran con asombro, algunos nos advierten que hay toque de queda y que nos pueden detener o hasta disparar. Pero seguimos.
En poco más de una hora llegamos a la frontera ucraniana, increíble lo cerca que estábamos.
Los agentes de aduana se sonríen al vernos llegar, nos atienden en casas de campaña que de día reciben a los refugiados. Los hemos visto llegar y hemos reportado cómo los mueven en pelotones informales hacia la frontera polaca luego de clasificarlos.
Pero durante el toque de queda no hay paso, no llega nadie, solo los cuatro ateridos reporteros que luego de tomar un café caliente siguen el camino hacia el control fronterizo polaco.
Los polacos llaman a su jefe que nos vuelve a interrogar para confirmar que de verdad entramos como reporteros a Polonia y que regresamos caminando, finalmente conversa y se ríe con los otros militares.
Dice Lázaro que nos está llamando locos, que por eso se ríen.
Nos dejan pasar.
Un periodista de CNN también nos llama locos dos días después cuando nos encuentra en el refugio de Médica y repasa nuestra aventura. Por esos días nadie se arriesgaba a entrar a Ucrania.
Pero a nuestro regreso a Miami vemos al periodista de CNN junto a otros de la misma cadena transmitiendo desde los mismos lugares de la ciudad de Liv que le recomendamos. Hace poco volvieron a lanzar misiles contra el lugar.