Los hay de todas las edades, son las víctimas principales del conflicto y causan asombro porque, en medio de la tragedia que están viviendo, con cualquier detalle que les dediques recuperan la alegría, son felices, al menos por un ratico.
Los hay de todas las edades, son las víctimas principales del conflicto y causan asombro porque, en medio de la tragedia que están viviendo, con cualquier detalle que les dediques recuperan la alegría, son felices, al menos por un ratico.
Entre las donaciones que llegaron al refugio de Médica hay un balón de fútbol. Buscamos a varios muchachos y organizamos un partido. Nos dieron una paliza, no les pudimos anotar ni un gol, pero los hicimos reír y así posaron para la foto del recuerdo.
Le presto la cámara y el micrófono a una niña que por un segundo se imagina reportera y ríe, sigue riendo cuando termina el juego y nos devuelve los equipos. Nos dice adiós, contenta.
Unos españoles han viajado hasta la puerta del refugio con una camioneta cargada de arroz y los ingredientes para miles de raciones de paellas. Cada noche cocinan una y otra vez enormes ollas de este exquisito manjar, con el que reciben a los refugiados en medio del frío, incluidos los niños que sonríen agradecidos por ese primer plato de comida caliente, también ríen los padres y ríen los españoles que cocinan y sirven las porciones a la misma vez.
Pero los niños pasan más tiempo llorando que riendo, los sientes quejándose desde el interior del refugio, cuando les toca dormir lejos de sus camitas y sus habitaciones.
Por eso aquí, cada sonrisa es una importante victoria.