En un principio, la invasión de Rusia a Ucrania copó titulares a nivel mundial, no solo por el peligro del uso de armamento nuclear o las masacres, sino por las repercusiones económicas que traía implícitas. EEUU no fue la excepción y el drama bélico pareció sustituir a la menguante línea informativa en torno de la pandemia del COVID-19. Muchos medios con tendencia a la izquierda encontraron una justificación perfecta para tratar de maquillar la paupérrima situación económica y las fuertes críticas a la administración de Joe Biden en materia de política exterior o liderazgo.
De hecho, la estrategia funcionó en cierta medida: la popularidad del Presidente se recuperó un poco en el mes de marzo, según encuestas realizadas por la cadena NBC. En ese momento, el 83% se mostraba preocupado porque la guerra provocara un aumento en los precios de los bienes y servicios, como la gasolina. Casi las tres cuartas partes de los estadounidenses decía temer que las tropas de combate estadounidenses pudieran terminar involucradas en un conflicto con Moscú. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, el tema de la guerra se fue diluyendo, los niveles de aceptación de Biden tocan fondo, el país se hunde en una inflación récord en las últimas cuatro décadas y sufre de continuos aumentos en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal (FED) para tratar de hacerle frente al abismo.
Los medios liberales y la Casa Blanca se lanzaron a una cruzada para reforzar la idea de una economía víctima de factores externos. Esta vez no surtió efecto. Incluso el propio presidente de la FED, Jerome Powell, admitió que los niveles de inflación eran sumamente elevados antes de la invasión rusa, contradiciendo así, de manera directa, la insistencia demócrata.
Powell reconoció la no relación en una audiencia del Comité Bancario del Senado ante los cuestionamientos del senador republicano Bill Hagerty, cuando aseveró: “Me doy cuenta de que hay una serie de factores que juegan un papel en la inflación histórica que estamos experimentando: interrupciones en la cadena de suministro, regulaciones que restringen la oferta, tenemos expectativas de inflación crecientes y un gasto fiscal excesivo, pero el problema no ha surgido de la nada”.
El legislador señaló que la inflación era del 1.4% en enero del año pasado y que en diciembre del mismo año había subido al 7%, lo que supone un aumento de cinco veces. Es cierto que desde que las tropas rusas invadieron Ucrania el 24 de febrero, estos niveles se dispararon a un máximo del 8.6% en mayo.
“Dado que el mayor impulsor de la inflación es la guerra de Putin contra Ucrania, [Biden] ha tomado medidas para atenuar el impacto de la subida de precios de Putin para las familias”, escribió la Casa Blanca en Twitter.
“La inflación era alta… ciertamente antes de que estallara la guerra en Ucrania”, dijo Powell ante los senadores.
“Me alegro de oírle decir eso”, respondió Hagerty, y añadió que Biden “parece estar empeñado en desviar la culpa” y que “justo difundió la información errónea de que la invasión de Putin a Ucrania es el ‘mayor impulsor de la inflación’”.
Numerosos expertos sostienen que la inflación y la volatilidad de los precios del petróleo son resultado de una serie de decisiones erróneas del propio Biden. Entre ellas, suspender el oleoducto Keystone XL, que iba a transportar 900.000 barriles diarios de crudo, el denominado Plan de Rescate Americano de 1.9 billones de dólares en marzo de 2021 y la Ley de Gasto General de 1.5 billones de dólares en marzo de 2022.
En medio de todo el conflicto, ¿dónde está la prensa, sobre todo la autonombrada liberal o progresista?
Dijo el exprimer ministro británico Winston Churchill que “en época de guerra, la verdad es tan preciosa que debería ser protegida de la mentira por un guardián”. Ahí radica la importancia del periodismo.
En conversación con DIARIO LAS AMERICAS, el periodista Emmanuel Alejandro Rondón, de “El American”, sostiene que: “Ucrania fue, en su momento, el tema más cubierto tanto por medios liberales de corte progresista como conservadores por el impacto que tuvo a nivel global. Incluso, por algunas semanas, las críticas hacia la administración Biden llegaron por ambos bandos debido a la imagen blanda que estaba demostrando EEUU ante el mundo. Sin embargo, la crítica del “mainstream media liberal” fue fugaz y hasta solapada; focalizando durante mucho tiempo su lente en Ucrania e ignorando problemas básicos y comunes del país y de los americanos de a pie. Hablamos de inflación, inseguridad, crisis fronteriza y otros tantos temas que fueron ignorados o solapados por los propios medios masivos”.
Por su parte, el escritor, periodista y productor ejecutivo de KVC MEDIA, Luis Leonel León, subraya que “lo que ha pasado con la cobertura a la guerra de Rusia contra Ucrania no es una sorpresa ni un fenómeno aislado. Era perfectamente predecible y va a tono con lo que pasa con otras cuestiones de igual o mayor importancia, como puede ser la permisibilidad de la represión sostenida en países como Cuba y Corea del Norte. Un día son noticia y otro día no lo son, depende de las tendencias, la poca memoria de los periodistas y el ritmo acelerado de la vida. Hay quienes creen que seguimos viviendo en la era de la información y la informática, que debería funcionar como una confluencia maravillosa, una especie de bendición tecnológica y cívica tremenda, pero desgraciadamente no es así”.
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El periodista Emmanuel Alejandro Rondón, de “El American”, sostiene que: “Ucrania fue, en su momento, el tema más cubierto tanto por medios liberales de corte progresista como conservadores por el impacto que tuvo a nivel global.
Collage AP Archivo/cortesía
En cuanto a la situación actual de las agendas noticiosas, Rondón agrega que “ahora, con la guerra en Ucrania ya menos interesante para el público general, estos propios medios quedan retratados por su complaciente cobertura en medio de varias crisis que enfrenta Estados Unidos; incluyendo en política exterior, con los casos de Afganistán, Ucrania, el acercamiento de Rusia a China o su deficiente enfoque hacia Latinoamérica donde parece estar más cercano con enemigos que con potenciales aliados. Todo esto está impactando directamente en la imagen y los índices de aprobación del propio presidente Biden, quien ha visto cómo su popularidad está por el suelo entre latinos”.
Entretanto León enfatiza que “desde hace tiempo vivimos en la era de la desinformación y la manipulación mediática e informática, en los medios tradicionales y en las redes sociales. La gran mayoría de los grandes medios se encuentran atrapados en un pantano de compromisos comerciales e intereses partidistas. A tal punto que cada vez es más difícil para los medios y para los periodistas y comunicadores en general decir la verdad por encima de los acuerdos editoriales, políticos y económicos. Pero mientras la verdad no sea lo primero para el periodismo, estaremos cada vez peor y será más difícil para el receptor ubicarse en el terreno de la veracidad y confiar, otra vez, en la prensa libre, que es una especie en extinción y muy pocos se preocupan de verdad por salvarla”.
Las imágenes desde Ucrania son desoladoras. El Kremlin mantiene su ofensiva ante la aguerrida defensa local, pero las cifras de muertos siguen aumentando y no se ve una luz al final del túnel de la barbarie. En EEUU muchos critican los paquetes de ayudas desmesurados enviados a Kiev en medio de la crisis inflacionaria, y no son pocos los que consideran que la Casa Blanca ha actuado con cierta tibieza y permisibilidad a pesar de su política de ayuda y sanciones.
Las preguntas son: ¿Logrará la guerra en Ucrania ser un bálsamo a las aspiraciones demócratas de no ceder la mayoría en las elecciones de medio término o tendrá un efecto boomerang entre los votantes? ¿Seguirá la prensa definiendo valores y noticias en función de una agenda política o retomará, en algún momento, el compromiso con la información? ¿Puede Joe Biden movilizar a Occidente cuando su autoridad diplomática y crédito político se ven menguados?