Miami.- Quizás pasarán algunos años antes de que sean palpables los efectos en el futuro de Cuba de la reciente decisión del presidente Barack Obama de establecer lazos con el régimen de Raúl Castro e incrementar los viajes de estadounidenses, el envío de remesas y las exportaciones a la empobrecida isla, entre otras medidas.
Pero si en algo pueden coincidir quienes de un lado y otro del Estrecho de la Florida apoyan y rechazan con igual pasión el sorpresivo y no exento de riesgos paso dado por la Casa Blanca, es que estas Navidades tendrán un toque diferente para los cubanos de la isla, quienes durante décadas fueron obligados a soslayar la temporada navideña, considerada en total contradicción con los muy cacareados principios marxista-leninistas del Gobierno de los hermanos Castro.
Cuenta en su crónica de esta edición nuestro corresponsal en La Habana, Iván García, que muchos de los nuevos empresarios privados que han abierto restaurantes en la capital cubana (“paladares”, en el lenguaje popular) se preparan con renovado optimismo para la ocasión.
El espíritu navideño parece haber contagiado a muchos cubanos en esta ocasión.
El anuncio del presidente Obama dejó un grato sabor de optimismo en los cubanos de a pie muy a diferencia del discurso del anciano gobernante cubano, que agobió –quizás haya un mejor verbo- a los habitantes de la isla con las mismas frases huecas y atrincheradas con que el régimen ha dirigido con mano de hierro las riendas de los destinos de toda una nación por más de cinco décadas.
Este año parece que Santa llegará a La Habana y será recibido por un gran cartel que, a lo mejor, revela el signo de los tiempos que corren: “Yankees, come home!”