Eufórico me interrumpe Andrés en mi oficina, “o se murió o está al estirar la pata, pero lo cierto es que lo llevaron horizontal para el hospital CIMEQ, que es la superclínica esa a donde se mueren todos ellos”
Vivencias que toman forma de relatos y conllevan a la reflexión
Eufórico me interrumpe Andrés en mi oficina, “o se murió o está al estirar la pata, pero lo cierto es que lo llevaron horizontal para el hospital CIMEQ, que es la superclínica esa a donde se mueren todos ellos”
Le espeto que ya deberíamos estar curados de espanto para perseguir con tanto revuelo los recurrentes anuncios de la muerte del último de los Castro.
Aprovecho para traer a colación el comentario de Carlos Alberto Montaner sobre la muerte de los dictadores: mi desaparecido amigo aseguraba que el despido de este mundo de los esbirros solo se consumaba cuando ellos lo anuncian de forma oficial y no cuando versiones, rumores o supuestas filtraciones nos adelantan su partida.
Ahora soy yo el que molesta a Andrés, preguntándole ¿qué piensa que puede cambiar de inmediato con la muerte de Raúl?
“Muchacho, aquello se cae en cuestión de minutos, eso se mantiene por el miedo que le tienen”, le recrimino que eso mismo me dijo con la muerte de Fidel y mira como estamos nueve años después. “no es lo mismo, entonces quedaba Raúl, ahora no queda nadie, se fueron todos”. Discrepo, ahora hay mas oportunistas que en la época de Fidel, son muchos más los que están viviendo de los pocos dólares que genera el régimen, por ende, tiene que haber más “gordos” dispuestos a defender su negocio a expensas de los demás.
El optimismo de Andrés es compartido por alguno que otro que asoma la cabeza en la puerta de la oficina para adelantarme que debemos preparar cobertura en el Versailles , claro, si se confirma la noticia. Pero yo voy cauto, más de una vez nos hemos preparado para este acto en la puerta de la catedral del café cubano y al final nos quedamos en las vísperas.
Por la edad de Raúl y por ley natural cada vez estamos más cerca del desenlace final, pero mientras tanto, un ejercito de optimistas vive cazando cada aparente señal para cantarle “el manisero” al verdugo de la Sierra Maestra como también se conoce al hermano menor de Fidel, que no acumula tantos nombretes como “el Fifo” pero tiene su propia cosecha, incluso de sobrenombres más ofensivos que los dedicados al líder histórico de la revolución: Desde La china, charco de sangre y el lampiño, hasta otros tan fuertes que no me atrevo a reproducir en esta crónica.
Andrés sigue defendiendo su aparente exclusiva, “el mundo entero está atento a la muerte del último dictador cubano”. Lamento decirle que ya no somos referencia, que nadie nos dedica ni una mirada.
David me da la razón, y confirma que ni una sola vez han mencionado a Cuba en la asamblea anual de Naciones Unidas esta semana, que Ucrania, Venezuela y hasta Nicaragua se roban el show noticioso pero que, de Cuba, nada.
“Raúl está detrás de todas esas crisis, eso lo sabe hasta Trump”, Andrés no ceja en su empeño y quizás tiene razón en el caso de Venezuela y Nicaragua, pero son sus herederos los que llevan el circo de la mediocridad latinoamericana y no el veterano dictador.
David es mas tajante, “Si algo ha conseguido Diaz Canel es quitarle el protagonismo al régimen cubano, lo ha convertido en una vieja agonizante a la que nadie prestará atención hasta el día de su muerte”.
“Por eso mismo”, dice Andrés, “este es el día de su muerte, con el fin de Raúl se acaba todo”. David lo tacha de optimista, yo repaso desde cuando vigilamos la muerte del hermano dictador, En 1991 cuando los absurdos juegos panamericanos de La Habana tuvieron que sacarlo de urgencia al campo de béisbol del estadio del cerro: allá llegó el general enclenque, desentonando entre deportistas, con su uniforme militar, para desmentir los rumores de su muerte.
Raúl no tuvo mejor idea que preguntarle a la tercera base Lázaro Vargas si él era el pesado que siempre arrastraba el bate y miraba con mala cara a los rivales.
Así sucedió en muchas oportunidades: o un video a destiempo en el noticiero o una comparecencia forzada en un acto público servían para decir que el muerto gozaba de perfecta salud.
Por lo pronto no me importa lo que pase con él, para mi ya no existe ni representa nada en el futuro de una isla que se ahoga entre basura a falta de agua.
En un país donde nadie tiene esperanza, para mi ya esta muerto y condenado, mejor me dedico a pensar como salvar a los otros, a las víctimas que a duras penas sobreviven a los caprichos de este vejete de uniforme y voz estertórea.
“A lo mejor el régimen esconde el cadáver por lo mala que esta la cosa” sigue Andrés con su novela, David cree que no, que los muertos apestan al tercer día y a veces es mejor llevarlos directo al hueco.
Yo pienso que la isla entera es un hueco y que fue él el que nos llevó a esa dimensión de la que ahora tendremos que salir.