Puede gustar o no. Puede ser respetuosa, o no, con el debido proceso y los derechos humanos. Puede dejar en un lugar complicado, o no, a la oposición. Puede en algunos casos manejar narrativas contradictorias. Pero sobre lo que no hay duda es que esta administración -con Donald Trump a la cabeza- está desarrollando una estrategia diferente a las de gobiernos anteriores para acabar con la dictadura en Venezuela.
Y es que Donald Trump y Marco Rubio están intentando dinamitar la poca credibilidad que le queda a Nicolás Maduro como líder político e interlocutor internacional. El mismo Maduro inició el trabajo con el fraude tan grosero y evidente de las pasadas elecciones presidenciales donde perdió por goleada con Edmundo González. Con la imagen por los suelos, tanto interna como externamente, aferrarse a la silla con el supuesto título de presidente de un país parecía el último asidero de “Superbigote”.
Pero Trump y Rubio le han dado la vuelta a la narrativa convirtiendo al supuesto presidente de un país en el líder de un cartel de la droga. La estrategia ha funcionado, en primer lugar, el mundo empieza a ver a Maduro como el líder del Cártel de los soles, y en segundo, el hombre cuya recompensa por ser capturado asciende a 50 millones de dólares no puede ocultar su nerviosismo y, por qué no decirlo, su pánico a ser capturado. El peso de cada narcolancha hundida ha caído como una losa en el Palacio de Miraflores. Si esta administración está avalando la destrucción de embarcaciones sin dar una oportunidad a ser abordadas, capturar a sus tripulantes e incautar la droga, todo indica que próximamente podría haber un ataque en territorio venezolano centrado en aquellos que Estados Unidos considera promotores del narcotráfico hacia Estados Unidos. Las pesadillas de Maduro ya no pueden ser disimuladas en forma de ojeras y de cartas de amor y paz dirigidas al buzón de Donald Trump en la Casa Blanca.
Aunque estoy en contra de que un país de instituciones como Estados Unidos, admirado en todo el planeta como ejemplo de democracia y separación de poderes, se salte todos los procesos en esta lucha contra el barco, he de reconocer que estamos en un punto al que jamás habíamos llegado.
Y es que por fin les han dado a Nicolás Maduro y a sus hermanos de poder en dictadura donde más les duele. Está poniendo contra las cuerdas a sus negocios ilegales, no a los legales. Tiene poco sentido torpedear el negocio petrolero de Venezuela, afectando además los intereses de empresas estadounidenses, y dejar que el chavismo se enriquezca con el narcotráfico y otros negocios ilegales.
En un artículo publicado en Diario las Américas, firmado por Eugenio G. Martínez, se informaba que en el año 2021, “el tráfico de estupefacientes, que involucra a sectores militares, con grupos irregulares, generó 4.919 millones de dólares, el equivalente a 11.3% del PIB de Venezuela. La extorsión en puertos fue calculada en 825 millones de dólares (1.9% del PIB), mientras el contrabando de combustible pudo generar, solo en 2021, 1.900 millones de dólares (4.4% del PIB). En total, en el año en el cual las sanciones sectoriales más aislaron a Venezuela, la economía negra generó 21.7% del PIB del país”.
Estoy convencido de que si consiguieran desmantelar los negocios ilegales del régimen y su red de contactos en el mercado negro con sus amigos, Rusia, China, Cuba o Irán, a Maduro y Diosdado no les quedarían más salidas ni alicientes.
Ahora, con la estrategia belicista de EEUU, el miedo a la desaparición física es una nueva variante, pero también lo es el pánico a la subsistencia económica. Eugenio G. Martínez, en su artículo en este diario, confirmaba que “un análisis conjunto de la organización Transparencia Internacional y la consultora financiera Ecoanalítica concluyó que solo en 2021 (antes de la flexibilización de las sanciones sectoriales impuestas por EEUU) las actividades de economía negra en Venezuela movilizaron 9.444 millones de dólares”.
Según estas estimaciones el contrabando de oro, que ocurre principalmente en el Arco Minero del Orinoco (estados Amazonas y Bolívar) y que involucra “a grupos militares, y sus allegados con el ELN y las FARC” generó 1.800 millones de dólares, aproximadamente 4.1% del PIB de Venezuela en 2021”.
Maduro está cerca de caer en la paranoia y el pánico a ser eliminado físicamente pero además sabe que la fiesta de los ingresos oscuros está llegando a su fin. Insisto en que no concuerdo en los métodos y en que es triste ver el nulo papel de la oposición venezolana, pero el final de la dictadura está más cerca que nunca. A Maduro, Diosdado, Cabello, Padrino y Rodríguez no les va a quedar otra que negociar y marcharse. La clave ha sido darles donde más les duele: en sus fuentes de ingresos ilícitos.