jueves 6  de  noviembre 2025
OPINIÓN

Alberto Nolia se fue y solo nos queda el trago amargo y lúgubre de su maldad

La verdad se abre paso para hacernos entender que el molino destructor de la “Revolución Bonita” no distingue entre sus enemigos

POR JESÚS MARTÍNEZ

El pasado viernes 3 de octubre se conoció que Alberto Nolia, un periodista militante del chavismo había muerto fuera del territorio venezolano. Tenía 72 años de edad, era ciudadano español y en los tiempos de la democracia ejerció el cargo de director del periódico “El Nuevo País” y la “Revista Zeta”, medios de comunicación impresos propiedad del editor Rafael Poleo, hoy en el exilio.

Nolia tuvo una variedad de programas de opinión que fueron transmitidos por Venezolana de Televisión, Canal 8. “Dando y Dando” “Los Papeles de Mandinga” y muchos más, estos fueron espacios para insultar, vejar y humillar a empresarios, editores de medios de comunicación, periodistas, políticos, representantes de la iglesia católica y todo aquel que se atreviera a disentir del régimen que encabezó el difunto comandante Hugo Chávez Frías.

Su verbo mordaz e implacable ayudó a construir expedientes verbales y matrices de opinión que hasta el momento afectan a muchas personas decentes que tuvieron que huir de Venezuela y aún enfrentan las vicisitudes de un exilio forzado.

Nolia se prestó, sin menoscabo del daño moral y ético causado, para formar parte de esa maquinaria de propaganda negra y de agitación que el régimen totalitario enquistado en Venezuela aplaude, defiende y financia con dinero del erario público. Al igual que Mario Silva, el conductor de otra cloaca denominada “La Hojilla” y los tres o cuatro desechos humanos que hacían “Zurda Konducta”, este sujeto solo será recordado por haber mancillado el nombre de familias y personajes honorables.

Su verbo fue tan incómodo que en agosto de 2013 el oficialismo le dio de su propia medicina: No solo sacó del aire su programa “Los Papeles de Mandinga”, sino que hackeó todos sus correos electrónicos, sus líneas telefónicas y cuentas en redes sociales y lo obligó a huir del país porque se atrevió a cuestionar a ciertos personajes del alto gobierno y a criticar la política de desarme anunciada por Nicolás Maduro.

La verdad se abre paso para hacernos entender que el molino destructor de la “Revolución Bonita” no distingue entre sus enemigos. Nolia murió fuera del territorio venezolano, solo, sin el afecto de sus amigos y sin recibir los honores que seguramente alguna vez soñó. No nos queda sino aplaudir esta decisión del destino porque lo mismo y peor les ha sucedido a muchos venezolanos de bien.

Celebramos que su fallecimiento haya sucedido lejos de Venezuela, puesto que sus restos, de haber sido enterrados en la tierra de verdaderos intelectuales, hubiesen contaminado o afectado la paz de otros difuntos y si las cenizas hubiesen sido esparcidas por el Guaire hoy estuviéramos viendo sendas cuadrillas desinfectando el lugar.

Vuela alto Nolia, tanto como para no recordarte nunca jamás. Te fuiste y solo de ti nos queda el trago amargo y lúgubre de tu maldad.

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