“Año nuevo, vida nueva” es el título de una de las canciones más recordadas del maestro Billo Frometa, como se le conocía popularmente a este músico y compositor, oriundo de la República Dominicana, que llegó a Venezuela y fundó en 1940 la que fuera una de las orquestas más conocidas en América Latina: La Billo’s Caracas Boys.
La agrupación interpretaba exitosos ritmos cubanos, de la costa colombiana, valses y boleros venezolanos, así como merengues dominicanos.
Año Nuevo se convirtió prácticamente en el himno de cada 31 de diciembre porque representaba un canto de esperanza, bajo la premisa de que con todo inicio de ciclo se abren nuevas oportunidades de vida.
La esperanza sigue siendo lo que alimenta nuestro presente, especialmente ahora cuando estamos a punto de abrir un capítulo político diferente en el país.
El presidente saliente Donald Trump tuvo que lidiar con una inesperada pandemia de proporciones mayores y con todas las repercusiones negativas que trajo para la salud, la economía y la vida en general, justo en pleno año electoral.
Muchos en Washington DC consideran que, tal vez, si no hubiera sido por la llegada del virus COVID-19, Trump habría ganado nuevamente.
En todo caso, ahora con dos vacunas aprobadas (BioNtech- Pfizer y Moderna) y una tercera en camino (AstraZeneca), además del programa de inoculaciones en marcha, hay muchas razones para esperar que el presidente electo Joe Biden empiece con buen pie su gobierno.
Hay que reconocer que fue durante la administración Trump cuando se dio el impulso necesario a uno de los logros científicos más notables de todos los tiempos: la disponibilidad en corto tiempo de vacunas de gran calidad, destinadas a impedir la propagación del coronavirus.
Todos esperan que cuando Biden asuma el cargo de presidente, el próximo 20 de enero, los beneficios de las vacunaciones ya se empezarán a sentir, aunque es claro que todavía se necesitarán varios meses antes de lograr la llamada inmunidad del rebaño.
“Estados Unidos tiene la mayor incidencia de COVID-19 del mundo. Si bien representa sólo el 4 por ciento de la población mundial, tiene más del 20 por ciento de todos los casos. Los costos proyectados relacionados con la salud y otros costos económicos de la enfermedad son asombrosos: más de 16.000 millones de dólares, (16 billions). Esta cifra eclipsa lo que Estados Unidos ha gastado tratando de prepararse para futuras pandemias y otras emergencias de salud pública. La contabilidad más generosa del gasto federal en preparación para la salud pública indica que Estados Unidos invirtió poco menos de $100 mil millones durante la última década, y sólo una fracción se destinó específicamente a enfermedades infecciosas “emergentes”, según un artículo publicado por Michelle Gavin, Alice C. Hill, Jennifer Hillman y Jennifer Nuzzo del centro de estudio Council on Foreign Relations de Washington.
Luego de la experiencia reciente, el punto es que debemos estar preparados para enfrentar la posibilidad de futuras pandemias.
Por el lado económico, una gran mayoría de empresas aún enfrentan la quiebra por lo que la atención estará puesta nuevamente en la asistencia financiera que pueda proporcionar el Gobierno.
La batalla en el Congreso para aprobar un paquete de estímulo de 900 millones de dólares fue amarga, pero ahora que se llegó a un acuerdo y la Casa Blanca le dio el visto bueno, puede que las esperanzas se mantengan a flote, aunque solo sea por corto tiempo.
Cuando se empezaron a sentir los efectos devastadores del coronavirus, en marzo de este año, la Reserva Federal (Fed) puso en marcha nuevos programas de créditos, mientras mantenía las tasas de interés cercanas a cero.
Muchas de esas provisiones vencen el 31 de diciembre, pero no se descarta que si las condiciones económicas no mejoran el próximo año se produzca un nuevo forcejeo político que busque favorecer algún tipo de flujo económico para los gobiernos regionales, las pequeñas empresas y las grandes corporaciones.
Uno de los episodios lamentables de este año ha sido constatar que muchos todavía “desafían” la integridad de las instituciones que han reconocido la victoria de Biden, ya que esta actitud añade combustible al fuego de la división; y es que un país unido tiene más posibilidades de prosperar en el futuro, especialmente después de un año tan traumático que muchos preferirían olvidar.