El año 2021 en nuestra Isla quedará sellado por la crueldad del castrismo, la rebeldía del pueblo y el abandono que ha enfrentado. Los cubanos, contra todo pronóstico y fatalismo, mostramos que el espíritu de libertad sigue vivo. El 11 de julio no dejó dudas de que el fin de la tiranía es nuestro sueño, nada de reformas al sistema socialista o cohabitación con el neocastrismo.
Las protestas tomaron por sorpresa al régimen y encontraron a una oposición en su punto más bajo en varios lustros. Muchos, en medio de las protestas, creyeron que se acabaría la nefasta tiranía. El régimen lanzó con prontitud a sus tropas élites con la orden de arrasar. La catarsis popular se impactó contra esa cruda realidad, se vieron denuncias y muestras de apoyo simbólico desde el exterior, aunque también abundaron los discursos manipuladores, demagógicos y vacíos.
Algunos medios de prensa hicieron su agosto, montados sobre lo ocurrido, si bien fueron altavoz contra la brutalidad del régimen, muchos mantuvieron falsas expectativas y triunfalismos, aun sabiendo que las protestas pacíficas habían sido rápidas e impunemente aplastadas por las fuerzas represivas.
El castrismo vino con una ola de detenciones violentas a modo de escarmiento, pues mantener el imperio del terror siempre ha sido su objetivo. No les importaron ni las posibles condenas de organismos internacionales, ni la reacción de otros gobiernos. La realidad es que no ha existido respuesta firme, más allá de ciertas declaraciones.
El año termina con centenares de presos políticos, farsas judiciales con carácter sumario y crueles condenas. Las cifras reales son muy difíciles de determinar pues dadas las presiones de la Policía política muchas familias prefieren no denunciar sus casos. El castrismo irá en búsqueda de otro proceso de negociación donde pueda canjear a los presos por una relajación de las sanciones económicas. Una vez más.
Lo ocurrido mostró a centenares de cubanos y familias la dramática situación que a diario vive la oposición. Enfrentar a un régimen totalitario que desprecia profundamente al pueblo conlleva un altísimo costo, pero la falta de apoyo y compromiso real de quienes se suponen aliados y parte de la lucha genera una frustración sin límites.
En los últimos tiempos se hace evidente que no solo esa bestia llamada castrismo es quien tritura o diezma a la oposición. Los propios mecanismos que se suponen en función de ayudar han terminado afectando a proyectos y sujetos al interior de la Isla.
Algunas ONGs radicadas fuera de Cuba y que orbitan en nuestro conflicto, hoy son parte del problema y no de la solución.
Muy similar se puede decir de actores políticos que, en la búsqueda del voto fácil o protagonismo, entran en una dinámica manipuladora donde se venden falsas expectativas y discursos triunfalistas que terminan muy pronto en el olvido y sembrando decepción, desaliento y desidia.
La tiranía continúa usando otro elemento fundamental: el éxodo permanente como válvula de escape y futura fuente de ingresos a través de las remesas. Un método de desangre, atomización social y parasitismo del sistema.
Tanto la familia Castro, como sus servidores, han declarado la necesidad de ponerse a tono con la izquierda internacional en cuánto a la agenda globalista o neomarxista. Dentro de ésta, la absorción de las ideologías de identidad grupal, como las de género, racial, ambientalista, entre otras. La gran mayoría de los actores externos no quieren entrar en conflicto con estas agendas e incluso algunos son hasta promotores de estas. No se condena la burda introducción de la ideología de género, tanto por parte del castrismo como de grupos que se asumen anticastristas.
En el plano económico la crisis es de las peores en 62 años. El régimen anunció ciertas maniobras que no terminan de concretarse en la práctica. Las tan cacareadas micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) son globos que no inician su despegue. Mientras la inflación sigue en su espiral y la producción apenas existe.
Todo lo anterior se mezcla en el engañoso juego de construcción y puesta en escena del neocastrismo. Es decir, travestir el totalitarismo rancio, hecho a la medida de los hermanos Castro, para ser usado por los herederos y fieles. Quienes están conscientes que más allá de las cortinas de humo que empleen, sólo la violencia puede mantenerlos en el poder.
Si bien hoy la tiranía muestra el control, todavía está lejos de consolidar la mutación. Desperdiciar esta incertidumbre podría resultar fatal para la causa de la libertad.
¿Qué podemos hacer en este medio adverso y difícil?
Que se entienda de una vez por todas: no hay atajos hacia la libertad cuando se enfrenta a un enemigo como el castrismo. Las simulaciones, las mentiras, las falsas expectativas, la falta de profesionalidad, las excentricidades y estridencias, deben pasar a un segundo plano, si deseamos el triunfo.
El camino hacia la libertad no tiene nada de exótico ni de desconocido. Frente a un régimen que se maneja desde el cinismo, la mentira, la crueldad y la actual impunidad: urge apelar a la verdad, la experiencia, el conocimiento, a nuestros valores, a la libre expresión y el debate obligado, la articulación, el apoyo concreto y resuelto, las sanciones efectivas, el boicot y, sobre todo, el trabajo consistente, profesional y sostenido.