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No había tiempo que perder. Generamos de inmediato apoyo de la ciudadanía, tomamos decisiones económicas y sociales acertadas y, en una consulta popular que, entre otras preguntas, pedía la opinión popular sobre la eliminación de las reelecciones indefinidas de los mandatarios, el pueblo respondió mayoritariamente con un enorme “Sí”.
Inútil decir que la ira del exmandatario recrudeció. Si continuaban las políticas anteriores de despilfarro y fanfarria publicitaria (2.8 millones de dólares semanales, durante 10 años), el país y la dolarización no tendrían futuro, e iríamos camino a ser otro Estado fallido como Venezuela.
Había que escoger entre lo correcto y lo popular. Me decidí por lo correcto. Refrescamos las relaciones internacionales (privilegiando de nuevo a los países que, de larga data, tenían una muy buena relación con el nuestro); renegociamos las deudas en condiciones totalmente favorables; hubo tolerancia, respetamos la libertad de expresión y los derechos humanos, y pusimos en orden las finanzas públicas.
Y algo muy importante: creamos la red de protección social más grande de la historia del país. Los más excluidos se convirtieron en los privilegiados.
Dispusimos una lucha frontal contra el narcotráfico que había gozado de una extraña permisividad durante el gobierno anterior. Se pidió al Ejército de Liberación Nacional -ELN- que abandonara el país pues, mientras negociaban la paz de Colombia, continuaban los asesinatos y secuestros en esa hermana nación. En esas condiciones no podíamos seguir prestando el territorio nacional para supuestas “negociaciones de paz”
Pedimos al hacker internacional Julián Assange que abandonara nuestra embajada en Londres, ya que había violado repetidas veces las normas del asilo (interviniendo groseramente en la política de países amigos) y realizado actos de agresión que el respeto a este espacio de opinión no permite mencionar.
Está por demás repetir que la oposición del expresidente se enardeció y buscó la oportunidad de desestabilizar al gobierno, como lo hizo en Octubre del 2019, en momentos en los que el movimiento indígena protestaba contra la eliminación del subsidio a los combustibles que el gobierno había decretado. Durante mucho tiempo, este subsidio había favorecido principalmente a los contrabandistas, a los narcotraficantes y a quienes poseían autos de alta gama, por lo que proponíamos crear -con ese dinero- un fideicomiso que beneficiara al desarrollo del campo y que, además, fuera administrado por el movimiento indígena. No lo aceptaron y ejercieron su derecho a la protesta.
Más temprano que tarde, se unieron huestes correístas distorsionando la protesta del movimiento indígena, generando caos y destrucción con una violencia nunca antes vista en el país. Algo similar a lo que hoy sucede en Colombia. Acaso el acto más delincuencial fue la quema del edificio de la Contraloría General del Estado, con especial dedicación a las oficinas en donde reposaban los documentos probatorios de la corrupción de ese gobierno.
Con el propósito de recobrar la paz, decidí dialogar y derogar el decreto. Hoy, el subsidio a los combustibles es eliminado de forma gradual.
Muchos se preguntan, ¿cómo derrotó Ecuador al mentiroso Socialismo del Siglo XXI? Creo que tengo una respuesta que se aproxima mucho a la realidad y que se basa en las tareas que corresponden a cada quien para salvar la democracia de un país.
El gobernante debe, ya lo decía, hacer lo correcto aunque sea impopular y -puede parecer de Perogrullo- decir la verdad a cualquier costo. Debe respetar la institucionalidad y la libertad de expresión. Debe renunciar, desde un inicio, a la vanidosa tentación de candidatizarse. Debe trabajar para las futuras generaciones, no para las próximas elecciones.
Los ciudadanos deben evitar engañarse pensando que el desarrollo se logra sin esfuerzo; deben dejar de pensar en soluciones mesiánicas para sus problemas, porque ellas nunca llegan de forma milagrosa. En este caso, el tiempo no actúa como factor de cambio, por lo que deben dejar de creer que la situación no puede empeorar, y -por el contrario- mirarse en el espejo de Venezuela. Podría, eso sí, haber un punto de no retorno. La libertad es un don divino, destinada a los que están dispuestos a trabajar y luchar por ella; no esperemos a perderla para reconocer su importancia.
El candidato debe alinearse con lo que piense que es correcto en las decisiones del gobierno y tener la valentía de no dejarse convencer de los asesores políticos que suponen que la oposición a ultranza genera réditos electorales. El correísmo empezó inclusive a utilizar las muletillas de “Lasso es Moreno” o “Lasso empuja la silla” (en referencia a mi discapacidad) pues pensaban, equivocadamente, que eso “interpretaba el sentir mayoritario” y ayudaría a sus pretensiones de triunfo.
Siempre he insistido en que no se debe confiar en demasía en las encuestas. La historia reciente de las elecciones nos enseña que suele haber sorpresas absolutamente inesperadas y que, en el balotaje, las diferencias pueden remontarse. Hay que lograr que la indecisión tome partido para que no ocurra lo que pasó en Perú en las últimas elecciones. No hay margen posible: si no se trabaja con ellos, los indecisos terminarán jugando del lado contrario a la libertad y a la democracia.
Un cuento que escuché en mi juventud (y nunca supe quién era su autor) decía que ....el bosque se estaba quemando y los animales veían con estupor su desgracia. Solo un pajarito (no confundirlo con aquellos que se les aparecen a ciertos gobernantes) iba al arroyo y con su pico tomaba agua que luego depositaba en el fuego. Un elefante le recriminó: “no seas tonto, ¿crees que con el agua que llevas en tu pico vas a acabar con el fuego?” a lo que el pajarito respondió: “seguramente no, pero estoy haciendo la parte que me corresponde”.
¿Cómo acabar con el nefasto y mentiroso Socialismo del S XXI? pues haciendo cada quien la parte que le corresponde.