sábado 12  de  octubre 2024
CINE

Dune: Part Two. El poder del mito y la creación del Mesías

La historia comienza poco tiempo después del final de Dune (2021) con un Paul Atreides (Timothée Chálamet) intentando acoplarse a la cultura de los Fremen en el desértico planeta Arrakis

Diario las Américas | LUIS BOND
Por LUIS BOND

Para la mayoría de las personas la palabra mito designa un relato de ficción que, en el mejor de los casos, sirve de divertimento o vehículo para algún tipo de enseñanza. Los catedráticos realzan su valor cultural, como si fuese una radiografía de un tiempo lejano. Para la escuela de Psicología Analítica Profunda, representa una fuente inagotable de conocimiento y la vía regia para delinear una parte del inmarcesible contenido arquetipal que reposa en el inconsciente colectivo. Joseph Campbell sostendrá que su fin último es teleológico. María Tatar propondrá la necesidad de deconstruir y reinterpretar el mito para que se adapte a la modernidad. Todas estas visiones, aunque son de suma utilidad, suelen pasar por alto la definición Tradicional que expone Mircea Eliade en Mito y realidad: “El mito designa, una historia verdadera, y lo que es más, una historia de inapreciable valor, porque es sagrada, ejemplar y significativa (…) revelación primordial, modelo ejemplar fijado por los dioses y héroes fundadores”.

Viéndolo desde esta perspectiva, el mito se nos revela como algo sumamente poderoso: es la piedra fundacional de religiones, escuelas de misterios, sectas y líderes (desde los albores de la humanidad hasta el sol de hoy). ¿Qué sucede cuando las fronteras entre lo sagrado y lo profano se desdibujan?, ¿qué tan peligroso es que un mito se tuerza hasta transformarse en profecía?, ¿cómo se puede diferenciar entre ideación y revelación?, estas son algunas de las preguntas que nos deja Dune: Part Two, la nueva entrega de esta laureada trilogía de Denis Villeneuve y uno de los títulos más esperados del 2024.

La historia comienza poco tiempo después del final de Dune (2021) con un Paul Atreides (Timothée Chálamet) intentando acoplarse a la cultura de los Fremen en el desértico planeta Arrakis. Acompañado de su madre Jessica (Rebecca Ferguson) y lidiando con los prejuicios del lugar, nuestro protagonista deberá enfrentarse a una serie de pruebas (de vida o muerte) para demostrar que puede ser un guerrero digno. Una tarea harto complicada, pero factible gracias a la ayuda de Chani (Zendaya), una de las jóvenes del pueblo, con la que Paul comienza a desarrollar una relación sentimental. En paralelo, el despiadado Baron Harkonnen (Stellan Skarsgård) manda a su terrible sobrino Beast Rabban (Dave Bautista) a que ataque constantemente a los Fremen con el fin último de corroborar la extinción de la casa Atreides. Las cosas se complican cuando Stilgar (Javier Bardem), uno de los líderes de Arrakis, comienza a alimentar en el pueblo la idea de que Paul es el Mesías de una antigua profecía que tiene como fin la liberación de Arrakis. Un mito que es alimentado por Jessica y que obligará a Paul a tomar una serie de decisiones para que se transforme en el líder de una poderosa revolución.

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Dune: Part Two se enfoca en el sustrato religioso y mitológico que anima la fe de un pueblo oprimido y en circunstancias de vida paupérrimas.

Dune: Part Two se enfoca en el sustrato religioso y mitológico que anima la fe de un pueblo oprimido y en circunstancias de vida paupérrimas.

Así como Dune se dedicó a presentar las estructuras de poder político y social, Dune: Part Two se enfoca en el sustrato religioso y mitológico que anima la fe de un pueblo oprimido y en circunstancias de vida paupérrimas. No hay que ser profeta ni haber leído la novela para que el resultado salte a la vista: estamos frente a una olla de presión alimentada por una sociedad donde el fundamentalismo, los delirios mesiánicos, el consumo de enteógenos, la manipulación política, el juego de poder alrededor de la explotación de recursos naturales y las fantasías de una guerra santa están a la orden del día.

Por supuesto, los paralelismos con nuestra actualidad son más que aterradores y esto hace que el guion de esta entrega se sienta mucho más complejo y rico en subtexto que su predecesora. Escrita por Denis Villeneuve (Incendies, Dune) y Jon Spaihts (Dune, Prometheus, Doctor Strange), Dune: Part Two saca provecho de ser una secuela y partir de la premisa que el espectador ya está familiarizado con el mundo que presenta. De esta forma, la historia no gasta tiempo en el world building y se centra en desarrollar mucho más la cultura de los Fremen, las intrigas alrededor del poder y las relaciones entre personajes. Esto da como resultado una historia con un ritmo mucho más dinámico, casi libre de diálogos expositivos, y que se permite explorar mucho más el viaje interior de Paul. Por último, y sin ningún tipo de spoilers, el cierre de esta entrega es casi redondo y no termina en un cliffhanger tan incómodo como el de Dune (cuya principal crítica es su final abrupto).

La dirección de Denis Villeneuve (Arrival, Blade Runner 2049, Sicario, Dune) en esta entrega está en todo su esplendor. Más allá de su impronta característica (llena de planos perfectamente compuestos, movimientos de cámara estilizados, secuencias cargadas de tensión y locaciones imponentes), la película avanza in crescendo con un ritmo que en ningún momento se pierde entre los cambios tan extremos de registro que desarrolla la historia (thriller político, ciencia ficción, delirio místico, peleas cuerpo a cuerpo, tiroteos bélicos y drama shakespeariano con ligeras dosis de romance). Gracias a la precisión de la puesta en escena de Villeneuve y su maravilloso cast, logra que personajes completamente excéntricos —y que fácilmente pudiesen ser caricaturas ridículas— se sientan terriblemente reales y peligrosos. La solemnidad de las dunas de Arrakis, las intrigas de pasillo, Sacerdotisas misteriosas, coliseos enormes, naves espaciales, guerreros fundamentalistas, visiones apocalípticas, emperadores maquiavélicos, herederos psicopáticos, héroes con delirios de grandeza, madres manipuladoras y hasta un feto que habla: todos estos elementos completamente heterogéneos —y muchos más— encajan a la perfección en el mosaico visual que construye su director, hipnotizándonos con la diversidad del mundo de Dune, pero sin jamás sacarnos del mood de la historia.

Por supuesto, al lado de Villeneuve tenemos a todo el equipo creativo que arrasó en el 2022 con los premios de la Academia en las categorías técnicas. En esta ocasión, la fotografía Greig Fraser ( The Batman, The Creator, Rogue One: A Star Wars Story, Foxcatcher) sube la barra en su preciosismo visual y pericia técnica. Desde la secuencia con el gusano de arena, pasando por el coliseo en blanco y negro, hasta explorar toda la paleta de colores del desierto, Fraser consigue que cada cuadro de Dune: Part Two sea coherente en su look and feel aunque tenga lugares completamente heterogéneos en color y luz. El diseño de producción de Patrice Vermette ( Arrival, Enemy, Prisioners, Vice) explora espacios más “rudimentarios” que en la primera entrega, pero sin perder el setting de ciencia ficción o caer en los lugares comunes del género. Gracias al trabajo previo en Dune, acá la personalidad visual de la historia se termina de consolidar y todas las locaciones nuevas calzan sin problema en la impronta del universo. Por si fuera poco, Vermette incluye algunas referencias veladas a otros títulos de la ciencia ficción y la fantasía sin romper la unidad estética del film (algo que será el deleite de los cinéfilos).

Otro punto clave y reverenciado en Dune: Part Two es la edición de Joe Walker (Arrival, Sicario, The Creator). Apoyándose en el montaje sintético para exprimir la expresividad de cada cuadro (que parece casi inagotable gracias a su impecable estética y composición), Walker logra conseguir el perfecto equilibrio entre tensión y contemplación. Al mismo tiempo, construye el dinamismo del relato valiéndose del montaje paralelo (pasando de una trama a otra, insertando visiones o cambiando de registro dramático), sin necesidad de echar mano de artificios exteriores como el montaje rítmico. Por último, la música del laureado Hans Zimmer (Inception, Interstellar, The Dark Night) sigue explorando otras versiones de los temas creados para Dune, poniendo el énfasis en composiciones donde se mezclan voces del Medio Oriente con acordes que nos resuenan a ciencia ficción (donde el feeling épico/mágico/imperial/religioso está a la orden del día en una perenne tensión).

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Las actuaciones del cast, como en Dune, son maravillosas. La evolución de Timothée Chálamet como Paul es bastante palpable, pasando de guerrero inseguro, joven enamorado a

Mesías en hybris. Su transición a la esfera de poder es completamente orgánica y las secuencias de acción que tiene (sobre todo las peleas cuerpo a cuerpo) están muy bien coreografiadas. A diferencia de la entrega anterior, acá Zendaya si tiene bastante tiempo en pantalla. Su actuación sigue la misma línea de los personajes que suele encarnar: la chica ruda, independiente, que se enamora de un chico que quiere cuidar, pero sin demostrar demasiado su emocionalidad (una suerte de tsundere). Registro que funciona perfecto, pero que no es nada nuevo en su carrera. Rebecca Ferguson, como siempre, es de lo mejor de la película. Acá saca su lado más oscuro y manipulador, transformándose en una especie de bruja que, por momentos, eclipsa a cualquier otro villano de la historia. Como una suerte de Lady Macbeth ejerce su poder tras bastidores y su personaje nos mantiene enganchados sospechando de cada uno de sus movimientos. Javier Bardem funge como mentor y comic relief con intervenciones puntuales que, entre risas, nos permiten acercarnos con cautela al tema del fanatismo religioso. Stellan Skarsgård y Dave Bautista siguen encarnando personajes peligrosos y detestables, pero el que les roba el show es Austin Butler quien da vida a el mejor antagonista de toda la saga (y que con pocos minutos en pantalla nos seduce). De la misma forma, las apariciones de Florence Pugh, Léa Seydoux y Christopher Walken son puntuales, pero sumamente potentes, manteniéndonos hipnotizados por su performance y las decisiones de sus personajes.

Dune: Part Two sube la barra de la primera entrega transformándose en una de las mejores películas de la ciencia ficción moderna. Denis Villeneuve hizo con la obra de Frank Herbert lo que Peter Jackson con Tolkien o Francis Ford Coppola con Puzo: una adaptación perfecta que enriquece con sus imágenes al texto original. Mientras que Dune se enfocó en las intrigas políticas y las diferentes casas que interactúan por el poder (en la onda de Game of Thrones), esta entrega se dedica a desarrollar la cosmovisión de los Fremen y las complejidades religiosas que encarnan (divididos entre agnósticos y fundamentalistas). A través de la construcción del mito del Mesías que encarna Paul vemos la compleja —y peligrosa— dinámica entre religión y política. Utilizando la profecía para elevar a un “extranjero" a la categoría de Mesías (ungido por Dios), las desérticas dunas de Arrakis se nos presentan más cerca de nosotros de lo que quisiéramos. Los miedos alrededor del fanatismo, la guerra santa, la manipulación política, el poder nuclear y las fantasías de un Salvador omnipotente que cambie la balanza en el juego político siguen estando a la orden del día en nuestras noticias. Como lo dijo Patrick Harpur, “el mundo que vemos, es el mito en el que estamos” y Dune: Part Two nos confronta con una pregunta demoledora… ¿quién tiene realmente el poder?: ¿aquel que encarna el mito o aquellos que lo construyen?

Lo mejor: el ritmo que mantiene de principio a fin. Sus lecturas alrededor del fanatismo religioso y la política. La dupla Villeneuve y Fraser, hacen de cada cuadro un espectáculo imponente. Las vueltas de tuerca del guion y el cierre “redondo” a diferencia de la anterior.

Lo malo: tener que esperar 2 o 3 años para el capítulo final de la trilogía. Aunque la película se sostiene por sí misma, si no recuerdas mucho de la primera te puedes perder cosas importantes de la trama. Le hicieron a Anya Taylor-Joy lo mismo que Zendaya en la parte uno.

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