Los malévolos cantos de sirena
Para nadie es un secreto que el gigante asiático se aprovecha de la tecnología para robar propiedad intelectual estadounidense de toda clase: económica, industrial, médica, en fin… Y que, para ello, se vale de cuanto recurso tiene a su alcance: desde sus tristemente famosos hackers hasta científicos, funcionarios, estudiantes, influenciadores y corporaciones del patio.
Por estas razones incuestionables, no solo es considerado nuestro principal enemigo comercial, sino también un contrincante al que tener en la mira por su descarado afán de superarnos en todos los frentes, principalmente, el tecnológico y el militar, claves para salirse con la suya en su deseo de posicionarse como la primera potencia mundial.
Un reporte del New York Post afirma que "Beijing ha creado la “fusión civil-militar”, lo que significa que cualquier avance tecnológico en el mercado civil debe aplicarse directamente a la esfera militar. [Por eso] ha cortejado y seducido efectivamente a muchas personas poderosas en la industria tecnológica de EEUU para que voluntariamente y, a veces, con entusiasmo, le sigan el juego".
Por desgracia, muchas de nuestras Big Tech se han dejado llevar por esos cantos de sirena, quizás pensando sólamente en cómo llenarse (más) el bolsillo e ignorando el peligro que representan las “encantadoras”, pero (en verdad) malévolas intenciones de los comunistas chinos hacia nuestra nación.
Es que la colaboración entre las empresas tecnológicas estadounidenses y los laboratorios de investigación vinculados al Ejército chino, por solo citar un ejemplo, tiene enormes implicaciones para nuestra seguridad. Y lo que hace que esa colaboración sea todavía más riesgosa, es que China usaría la tecnología de un modo muy diferente a cómo la usaríamos nosotros.
La tentación del mercado chino
Realmente, resulta bastante inverosímil que la élite de las Big Tech se doblegue ante la amenaza china. Kara Frederick, directora del Tech Policy Center, perteneciente a The Heritage Foundation, sostiene que al parecer el mercado chino encontró un modo de tentar a estas plataformas en general.
Durante una entrevista con David Zhang para el programa China Insider, de Epoch TV, la experta dijo que un buen número de negocios de alto perfil se han establecido entre esas grandes compañías norteamericanas y el PCCh o entidades vinculadas al régimen chino.
Frederick ejemplificó con el caso del CEO de Apple, Tim Cook, quien en el 2016 estuvo relacionado con un negocio de 275.000 millones de dólares destinado a contribuir con el progreso tecnológico de China.
Según trascendiera después, el objetivo de ese trato multimillonario es fomentar las inversiones, los negocios y la formación de empleados en suelo chino a cambio de que Apple siga creciendo sostenidamente en el gigante asiático hasta conseguir un éxito sin precedentes en ese país.
La ejecutiva de The Heritage Foundation también mencionó al fundador y director ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, quien estaría trabajando en función de la propaganda del PCCh, así como a Google, que estaría financiando laboratorios de investigación en Beijing.
La hipocresía en medios sociales
En tiempos en que redes sociales como Twitter se han atrevido a censurar al expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuesta creer que esa misma plataforma no restrinja a otros que sí representan una amenaza para la opinión pública internacional.
Según Frederick, estos ejemplos de hipocresía parecen no tener limitaciones en estas plataformas. "No es solo el hecho de que el vocero del PCCh pueda expresar lo que quiera en Twitter, sino que el líder supremo del régimen iraní pueda vomitar su retórica genocida, que es antisemita; que el talibán pueda tener voceros en estas plataformas y que el presidente de Rusia pueda tener una cuenta en Twitter".
En opinión de esta experta, "esta hipocresía es desenfrenada porque esta gente ha sido señalada antes y las compañías tecnológicas se han encogido de hombros, [lo que] significa que realmente no les importa y que están siendo hipócritas".
En cuanto a la libertad de expresión que debería existir en estas plataformas, Frederick considera que no existe en justa capacidad. Según ella, "hay un doble estándar. Y no solo podemos señalar que esto está pasando, sino que realmente tenemos que hacer algo al respecto".
Naturalmente, a esta estudiosa de las políticas relativas a las tecnologías emergentes le preocupa el impacto que esto puede tener en nuestra sociedad. "Pienso que hay una crisis general de la verdad en estas plataformas de medios sociales. Y esa crisis se intensificará cuando los estadounidenses vean propaganda del PCCh, y no sepan qué es real y qué no".
La elección de nuestra bandera
En torno al rol que deberían asumir estos monopolios tecnológicos, Frederick enfatiza que tienen que elegir una bandera. "Si estas compañías fueron creadas en EE. UU., si están aprovechando nuestro sistema para prosperar, entonces le deben a este sistema un mínimo de gratitud y deben elegir la bandera estadounidense, no la china".
Para esta especialista, está claro que las Big Tech, las empresas de Silicon Valley, tienen que detener su trabajo conjunto con el PCCh y otras entidades que quieren dañar a EEUU. "No importa lo que estas empresas quieran hacer: si es una empresa estadounidense que creció, prosperó y floreció en nuestro sistema, es hora de ser estadounidense".
Al calor de las actuales circunstancias, y en medio del conflicto ruso-ucraniano que, según expertos, favorece grandemente a China, Frederick cree que "hay mucho en juego si estos grandes y masivos motores de innovación de Estados Unidos no se ponen del lado de Estados Unidos".
Desde su punto de vista, "necesitamos actuar juntos de manera efectiva. Si estas grandes empresas tecnológicas quisieran actuar como un baluarte contra una China en ascenso, entonces tienen que desvincularse de sus relaciones con el PCCh e incorporarse a la agenda estadounidense".
La reverencia al régimen comunista
Con la aparición de los medios sociales en la escena digital, cada vez son más los internautas que navegan diariamente por estas plataformas, no solo para socializar en sí, sino también para informarse. De hecho, para una inmensa mayoría, las redes sociales son la principal fuente de información y eso, naturalmente, es preocupante.
Según un reporte de El Confidencial, "una gestión ineficaz del espacio digital por los gobiernos o las grandes empresas tecnológicas perjudicará a ambas partes. Y las consecuencias, a su vez, perjudicarán a la sociedad en forma de una desinformación más generalizada, una innovación reprimida y un mayor riesgo de que la tecnología potencialmente peligrosa caiga en las manos equivocadas».
Sin que parezca importarles ese peligro, las élites de Silicon Valley ayudan a la China comunista a lograr su objetivo final, que no es más que la supremacía tecnológica sobre Occidente. Así nos lo recuerda Peter Schweizer en Manos en la masa, libro en el que revela cómo las Big Tech buscan riqueza en Pekín en detrimento de nuestra seguridad.
El propio presidente chino, Xi Jinping, lo ha dicho sin cortapisas: "La ciencia y la tecnología son un arma nacional". Más claro, ni el agua. Entonces, ¿por qué los principales medios tecnológicos surgidos aquí se desentienden de esa amenaza y actúan como perfectos reverenciadores de ese régimen comunista?
Según el mismo reporte del New York Post, la principal razón estriba en los datos. Es decir, "los datos ayudan más que cualquier otro algoritmo, por tanto, en la era de la inteligencia artificial, si los datos son el nuevo petróleo, entonces China es la nueva OPEP [Organización de Países Exportadores de Petróleo]", tal como remarca el Dr. Kai-fu Lee, inversor en tecnología y autor de "AI Superpowers: China, Silicon Valley, the New World Order".
A juzgar por el propio artículo, todo indica que el gigante asiático tiene muchos más datos que los Estados Unidos, lo que obedece a dos razones fundamentales: los internautas chinos están más conectados y el Gobierno de ese país recopila mucha más información que los gobiernos occidentales, a veces, con la ayuda de empresas estadounidenses.
La ganancia sobre la ética
Ese es el caso de la Fundación OpenPower, fundada por Google e IBM y que trabaja con la firma china Semptian con el fin de ayudar al Gobierno chino a vigilar más a sus ciudadanos a través de la recogida de grandes cantidades de datos, en franca violación de los derechos humanos, según publica The Intercept.
Tal como señala esta fuente, un empleado de la citada empresa dijo que su tecnología se está utilizando para monitorear de forma encubierta la actividad en Internet de 200 millones de personas.
Para la investigadora principal adjunta del Center for a New American Security, Elsa Kania, "cuando se trata de una empresa conocida [como Google e IBM], estar tan estrechamente ligada a la censura o la vigilancia, y ser profundamente cómplice de abusos a los derechos humanos, entonces es muy preocupante".
Sin ir más lejos, Kania afirma que, en el comportamiento de ciertas compañías norteamericanas a veces predomina la política de 'no preguntes, no digas', porque la ganancia es más importante que la ética. O parafraseando al dicho: a bolsillos llenos, oídos sordos.
Definitivamente, las grandes corporaciones tecnológicas estadounidenses no pueden seguir actuando como avestruces, metiendo sus cabezas en el suelo para no ver, o no querer ver lo que en realidad significan sus negocios con empresas chinas o sus condescendencias con la propaganda comunista en sus plataformas.
No pueden seguir volteando la cabeza a un lado para percibir ganancias por el otro. No deben tener un doble rasero en torno a lo que difunden y defienden. No deben poseer un doble estándar en sus políticas. Inobjetablemente, si son estadounidenses, deben portarse como tales y estar a la altura de lo que este país necesita.
Sobre el Dr. Rafael Marrero
Multipremiado economista, empresario, comentarista de noticias y autor Bestseller. Graduado de las universidades de Stanford y Cornell, es un reconocido experto en EE.UU. en contratación federal, emprendimiento para pequeñas y medianas empresas y gestión de proyectos.