El hambre es mala consejera, escuchaba desde niño de la gente del barrio. Mientras crecía y tomaba conciencia de la naturaleza de mi entorno, concebía más sabias aquellas palabras de Publio Virgilio sobre el hambre. Entonces ya era un joven instruido y me preguntaba cómo y por qué la vox populi puede hacer un diagnóstico tan certero de la situación diaria.
Muchas personas de la población tuvieron la suspicacia del guajiro, quien al ver las palomas volando y luego posarse sobre los hombros del tirano Fidel Castro dijo: "si aquel era el hijo de Dios y se le posó la paloma, entonces este (Fidel) debe ser el hijo del diablo, me voy de aquí". Dice la vox populi que, a los pocos días, el guajiro se fue con su familia de Cuba.
En realidad, la población cubana sufrió el control de la alimentación, propio de una sociedad comunista. El régimen castrista estuvo en una crisis económica que afectó la alimentación de la población en los primeros años y esto justificó la instauración de la libreta de racionamiento el 12 de julio de 1963.
En Cuba, antes de 1959, existían miles de pequeños negocios, entre ellos las bodegas, donde la gran mayoría de los cubanos compraba sus productos alimenticios de primera necesidad y las golosinas para los niños. Por las calles, en los pequeños negocios, “timbiriches”, podían consumir el pan con bistec y los batidos de frutas, ambos de gran calidad y abundancia, por precios risibles en centavos. El café de primera, buen gusto, agradable aroma y puro, una taza grande y limpia al vapor, por tres centavos cubanos.
Por supuesto, existen algunos fanáticos comunistas que quieren negar esa realidad en la isla cubana y expresan que en el campo la gente la pasaba mal. Pero cuando me encuentro con esas escasas opiniones les recuerdo que quizás en su región eso era posible, pero estoy seguro de que ningún médico, maestro o ingeniero estuvo en la miseria y la hambruna como en estos días del castro socialismo.
Esas vivencias históricas de la población cubana pueden hacerles evocar que el hambre es mala consejera, pues las gentes, cuando tuvieron la oportunidad de emigrar, se arriesgaron a la aventura dramática del éxodo del Mariel, 1980, y el de Guantánamo, en 1994. Asimismo, entre esas fechas y también en la actualidad, miles de cubanos abandonan su país por mar y atraviesan las selvas centroamericanas para llegar a la frontera sur de los EEUU. La gran mayoría expresan que solo es por un problema económico, para no tener dificultades con el régimen castrista y poder regresar a su país en un futuro inmediato.
Como cualquiera de esos millones de cubanos bajo el yugo del castrocomunismo viví yo, en la niñez y adolescencia, sin las preocupaciones del país. Es verdad que no entendía que me tocaban tres juguetes por la libreta, pues al final disfrutaba y sonreía con los regalos de mis padres o cuando joven debía escoger para vestirme una de las tres oportunidades racionalizadas, la camiseta o el calzoncillo o las medias. Sin embargo, sí entendí claro, cuando joven recién graduado de médico, que debía satisfacer las necesidades entre vestir, comer o pasear; ya había asimilado perfectamente la frase popular el hambre es mala consejera y que el futuro sería un fracaso enorme en la Cuba socialista.
La archipobreza se apoderó de Cuba en la de cada del 90, durante esos años la gran mayoría de la gente conoció el hambre y la cúpula comunista seguía en la abundancia de riquezas, lo que en años posteriores salió a la luz pública por la revista Forbes, al clasificar a Fidel Castro como uno de los grandes millonarios del mundo en el poder de un país.
En ese tiempo podía alimentarme, pero no podía ni vestirme ni pasear y eran un buen médico, especialista en medicina interna. Y así, como a mí, le aconteció a muchos galenos y profesionales de las diversas ramas del conocimiento en Cuba. La verdadera escasez y hambre las conocí en carne propia en la prisión, cuando fui encarcelado injustamente por la tiranía de Castro. Ahí palpé de primera mano la esencia del consejo de Virgilio, el hambre es mala consejera, pues muchos de los individuos en cautiverio, hacían cualquier cosa por un pedazo de pan.
En esas circunstancias carcelarias de violaciones continuas y flagrantes de los derechos humanos de los reclusos, protesté en muchas ocasiones; nunca lo hice por comida. Sin embargo, levanté mi voz al contemplar a tantas personas desnutridas, algunos se desmayaban por hambre, y solo hacían murmuraciones o silencio ante las arbitrariedades.
Una vez, por la galera pasó el mando militar, escogí un pan, se los mostré y les dije: si no le dan una comida correcta a esta gente, guardaré varios de mis panes, les escribiré a todos abajo Fidel y el comunismo y se los lazaré por los barrotes para el patio. Durante unos días mejoró la calidad, pero después los militares siguieron robándose la comida de los reclusos para sus crías de puercos.
En estos días de enclaustramiento por la pandemia de la COVID-19 en Cuba, la carencia y los elevados precios de los alimentos hacen más grande la hambruna y el fracaso del régimen castrosocialista. Tan adversa es esa circunstancia que una familia se suicidó por hambre. Nunca antes se había observado un suicidio colectivo y muchos menos de una madre y sus hijos por la escasez de alimentos en el país. Mucha gente perdió libras de peso corporal pero conservaron las ideas. El hambre y los ideales son combinaciones perfectas para hacer la revolución por los derechos humanos. Cuba se encuentra enferma y necesita la urgencia quirúrgica de Libertad y Democracia.
@OscarBiscet