viernes 26  de  diciembre 2025
RELATO

El primer tronado en Cuba

Vivencias que toman forma de relatos y conllevan a la reflexión

Diario las Américas | CAMILO LORET DE MOLA
Por CAMILO LORET DE MOLA

El partido comunista de Cuba tiene a su gran figura en Julio Antonio Mella, su fundador y mártir, supuestamente asesinado en México por sicarios enviados por el entonces presidente y dictador Gerardo Machado.

Pero hay un secreto escondido en el historial de los comunistas cubanos que el noventa por ciento de la militancia actual conoce:

Resulta que desde sus inicios los comunistas de la isla cargan, sin discusión, el título de “la madre de todas las intrigas políticas”, y en esa vocación del chisme y la denuncia la primera víctima fue precisamente su fundador y supuesto mártir Julio Antonio Mella.

Sí, lo botaron ellos mismos de sus filas, uno de los primeros expulsado de la nueva organización que precisamente él ayudo a crear, siendo “acusado de indisciplina, insubordinación, oportunismo táctico, nejo con la burguesía y falta de sentimiento de solidaridad”.

Haga clic aquí para consultar la copia del documento.

Es decir, que al momento de su muerte el mulato de porte elegante no era militante comunista cubano sino afiliado del partido comunista mexicano, muy a pesar de las cartas que desde La Habana los comunistas cubanos enviaban a sus colegas aztecas para que no aceptaran a Mella en sus filas.

Mella murió en condición de expulsado de las filas partidistas y traicionado por los mismos que luego decidieron usar su imagen como ícono de la organización.

La cortina de humo creada para esconder esa incómoda historia utiliza, como elemento recurrente, una melodramática amistad entre Mella y Rubén Martínez Villena. Esta leyenda de amor, repetida hasta el aburrimiento, ha intentado cubrir de olvido las diferencias viscerales que existieron entre ambos, tan profundas, que llevaron al poeta tuberculoso a perseguir con saña al mulato remero, conspirando contra él hasta lograr su expulsión del engendro que había fundado.

Dicen los historiadores de la hoz y el “machete” que el bribón de “la carga para matarse a sí mismo”, lloró la muerte del perfilado dador, otros, sin embargo, saben que, de haber existido, esas lágrimas fueron de remordimiento, despecho, o teatro, pero nunca sinceras.

Algunos van más allá y acusan a Rubén de haber sido el autor intelectual del asesinato de Julio Antonio, ¿la verdad?, sepultada en los archivos secretos de los “ñángaras”.

Asombra entonces que, en 1960, Fidel Castro, al momento de decidir el derrotero, escogiera a los amos de los laberintos rojos, impopulares, incapaces y conspiradores en esencia.

El comandante decidió, un aciago día, entregarles su revolución a los rojos. Poco le importó que los comunistas de guayabera y zapatos de dos tonos le hubieran condenado por el Moncada y el Granma, que lo criticaron mientras subsistía con su movimiento en la sierra y en el llano; o que fueran los mismos que apoyaron a Batista hasta ya tarde en 1958.

Tampoco le importo que conspiraran contra él durante el Sectarismo y la Microfracción, luego de la aparente reconciliación..

Esos rojos bajitos, al final, fueron premiados con una Constitución rosada y un CAME que los retrotrajo, nostálgicos, a los sueños de aquella noche de verano de 1940 en que colaron a varios de los suyos entre los constitucionalistas y funcionarios de la primera ronda batistiana,.

Esa alianza a destiempo con el general golpista, no sólo le permitió a los impopulares miembros del PSP torcer el camino de nuestra joven república, sino también reescribir su historia oficial, intentando desaparecer, a como diera lugar, sus traiciones y oportunismos, sus reprochables contubernios y el infinito rosario de actos impopulares que han caracterizado su existencia.

Les facilito colgar en el altar rojo la foto de un Mella contrariado, defenestrado y hasta es posible que asesinado por ellos mismos.

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