El Pentágono, con el general James Mattis al frente, está asumiendo un papel cada vez más importante en la administración de Donald Trump, particularmente porque el Presidente está buscando la ayuda de su secretario de Defensa.
Primero, Trump se aseguró de que el Departamento de Defensa recibiera un aumento sustancial y ahora con 700.000 millones de dólares en su presupuesto, Mattis deberá comenzar a potenciar este importante bastión para la protección de Estados Unidos, como son las Fuerzas Armadas, que venían de sufrir numerosos recortes en su partida, ordenados por la pasada administración, el presidente Barack Obama, y que según sus críticos, socavó sus posibilidades para enfrentar los desafíos militares de los competidores estratégicos rusos y chinos.
Está claro que Trump quiere ser reconocido como el presidente que le devolvió al Ejército su esplendor y gloria como garante de la seguridad del país, al mismo tiempo que procura aumentar el prestigio de los militares estadounidenses como la fuerza más poderosa del mundo.
Sin embargo, Trump también mira al Pentágono con otros de sus sueños.
Con la mente puesta en construir un enorme muro a lo largo de la frontera con México, le planteó a Mattis la idea de que el Pentágono debería contribuir a financiar la construcción de la obra fronteriza, como parte de la estrategia de defensa del país.
No hay duda de que representa un ejemplo clásico de cómo llevar las estrategias empresariales al plano gubernamental: hacer feliz a su secretario de Defensa dándole más dinero, para luego aclarar que puede haber condiciones.
El argumento del Presidente es que el Pentágono está ahí para proteger a los Estados Unidos de ataques de todo tipo y el muro fronterizo forma parte de un asunto de seguridad nacional, ya que ello ayudaría al país a mantener alejados a inmigrantes que cruzarían la frontera sin permiso y podrían representar una amenaza terrorista o un incremento del narcotráfico.
Tal vez es una movida inteligente por parte de Trump, aunque poco sutil porque pone a Mattis en una posición incómoda frente a las fuerzas que comanda, cuyos miembros consideran que el dinero otorgado debe ser empleado en recursos y/o ayuda para mejorar las condiciones y capacidades en beneficio de su capital humano.
Es difícil imaginar que Mattis esté contento con tal propuesta, después de haber ganado un aumento considerable en su capacidad de gasto, pues lo último que querrá es tener que sacar 25.000 millones de dólares de su presupuesto, que es el costo estimado para construir el muro con México.
Trump podría negarle otra opción, a menos que Mattis pueda demostrar que utilizar una porción tan grande de su asignación presupuestaria dañaría las posibilidades de reconstruir el ejército.
Será una batalla dura de librar para Mattis, pues el Congreso no solo le ha otorgado 700.000 millones de dólares para 2018, sino que también le prometieron 716.000 millones de dólares para 2019, como parte del acuerdo con el poder Ejecutivo para mantener al Gobierno funcionando.
Trump, por su parte, sabe que va a tener dificultades para encontrar el dinero que necesita para construir el muro en la frontera, ya que no cuenta con suficientes aliados en el Congreso y el presupuesto del Pentágono le proporciona la alternativa de financiamiento que podría salvar su promesa mayor a los votantes.
Aunque es seguro que Mattis dará la pelea, después de perder tantos funcionarios de su administración, incluidos tres secretarios de Gabinete, Trump no puede darse el lujo de perder al general, dado que sigue siendo un apreciado miembro, incondicional de la alta administración y alguien en el que Washington confía.
Sin embargo, si Mattis se niega a usar su presupuesto para construir el muro fronterizo, Trump pronto podría volverse en su contra y tratar de encontrar un reemplazo más afín a su proyecto.
Un acuerdo beneficioso para ambos podría ser la respuesta.
Mattis ha dicho que necesita todo el dinero adicional que se le ha dado para mejorar la preparación militar, construir más barcos y aviones y aumentar la defensa con misiles del país.
Trump necesita de tales progresos para presentarlos como parte de su legado presidencial, ya sea que sirva como presidente uno o dos mandatos al frente de la Casa Blanca.
Pero tal vez el punto medio sería encontrar formas de persuadir a Mattis, para que contribuya al menos con una parte del dinero, pero sin asumir toda la carga porque no hay duda de que Trump no desistirá de su empeño.