Felo Ramírez, miembro ilustre del salón de la fama de Cooperstown. Ídolo de todos y símbolo de más de una época. Leyenda en varios países y paradigma de una profesión que prestigió como nadie, con la humildad de los grandes y la pasión del mayor de los consagrados.
En Cuba, Venezuela, Puerto Rico y toda Latinoamérica su voz y estilo únicos no dejaron indiferente a nadie.
Comenzó a narrar en 1945 y estuvo más de 72 años deleitando con frases emotivas en béisbol y boxeo. “Yo soy mejor en boxeo que en béisbol…” solía decirme.
Felo llegó y triunfó. Lo pusieron a prueba y mientras narraba nervioso, pendiente de una decisiva llamada, su talento enamoró a todos. La llamada llegó, “Este es el hombre…”, dijeron desde la otra parte de la línea.
Junto a Buck Canel llegaba a más de 200 estaciones de Latinoamérica con la emblemática versión latina de la “Cabalgata Gillette”.
Imponía su estilo criollo con frases muy suyas, una descripción muy dinámica y sin tratar de copiar a B. Canel, éxito y característica que este último siempre le reconoció.
Para su última pareja radial por más de 20 años con los Miami Marlins, Yiky Quintana: “Felo fue el mejor, único en su estilo y dedicación. Nadie narró más juegos que él, disfruté cada transmisión a su lado, consciente de que era historia viva en cada palabra…”
Felo fue fundador de las transmisiones radiales de los Marlins en español, es para mí un orgullo y responsabilidad enorme haberlo sustituido y que en vida él mismo aprobara que lo reemplazaría en algunos viajes largos que ya pretendía evitar. En uno de esos se accidentó mortalmente y ya no pudo regresar al micrófono. Aún así y en plena convalecencia, le decía a su sobrino Santiago: “Tráeme el pantalón que nos vamos al estadio”.
Vivió para la profesión, y aunque su vida se tornó triste y vacía tras la muerte de su esposa, Fela, el dolor que lo acompañaba nunca le impidió sonreír a todos y tener siempre una frase amable.
Bromeaba con los peloteros y ya en sus últimos años de andar lento, contaba cuentos, anécdotas y hablaba muy bajito, con esa misma voz que luego llenaba el micrófono de toda la emoción y algarabía posible.
Y aunque fue inmortalizado, en el 2017 cerró los ojos sin cumplir el sueño de narrar de nuevo en una Cuba libre.