martes 18  de  noviembre 2025
AnÁLISIS

La redención como política de estado III. Justicia Transicional

Reconstruir la confianza entre ciudadanos, instituciones y distintos sectores políticos y sociales (comunidades, sindicatos, universidades, iglesia, empresas, comunidades afectadas) es una empresa histórica e impostergable

Diario las Américas | ORLANDO VIERA-BLANCO
Por ORLANDO VIERA-BLANCO

Hemos desarrollado en nuestras dos entregas anteriores, La redención como política de estado [La Paz difícil I y La pedagogía del alma II], lo que concebimos como el factor fundamental de transición sostenible en Venezuela.

Los primeros capítulos de nuestra reflexión se centran en la paz sostenible donde el elemento clave es la reconciliación colectiva de un pueblo sumido en la miseria, la violencia y un doloroso engaño histórico, que rompió el tejido social y a un quiebre identitario y moral. Hemos dicho que la redención, el perdón, el reconocimiento de las causas que nos llevaron a esta tragedia colectiva sería la primera tarea, conjuntamente políticas de seguridad, humanitarias y económicas. Sin justicia de paz no habrá gobernabilidad, porque lo primero es la recuperación de la confianza grupal.

Venezuela arrastra colapsos institucionales, una economía profundamente dañada (hiperinflación previa, deuda elevada, recuperación irregular) y necesidades humanitarias significativas. Cualquier transición que ignore la reparación social por la vía de la recuperación emocional y cultural, corre alto riesgo de fractura o retorno autoritario.

En esta ocasión, último capítulo de la redención como política de Estado [III], cerramos con la justicia transicional y otros factores conclusivos de una transición sostenible.

Recuperación del tejido social (confianza y cohesión)

Reconstruir la confianza entre ciudadanos, instituciones y distintos sectores políticos y sociales (comunidades, sindicatos, universidades, iglesia, empresas, comunidades afectadas) es una empresa histórica e impostergable.

Hemos mencionado en artículos anteriores, Política y Perdón, la clave de la salida [31/07/2018]; Crónica del Perdón [19/02/19]; Los Notables y la antipolítica [04/12/23] o Tiempos de redención Política [23/04/2024]; que la pospolítica en Venezuela no debe reeditar actitudes de vocación hegemónica, que impidan un reencuentro social profundamente humanista, cultural y originario.

De Páez a los Hermanos Monagas; de Soublette a Guzmán Blanco, de Falcón a Gómez, pasando por las revoluciones de todos los colores [legales, liberales, conservadoras o restauradoras]; Venezuela fue un candelero de montoneras avivadas por los sables de los hombres a caballo. Murió Gómez y llegaron López Contreras y Medina, los primeros soldados de la democracia, los primeros redentores. Redención republicana, civilista y reformista. Y Betancourt con un Pacto de gobernabilidad y modernidad, nos condujo a una era de estabilidad inédita, pero también de rentismo y diferencias sociales inoportunas, nacidas de un bipartidismo extendido.

Chávez teniendo en sus manos el momento estelar para redimir a una sociedad fatigada y descompuesta producto de una borrachera democrática y petrolera, lo que eligió fue sabotear el perdón y la reconciliación, exacerbando los reflujos históricos y los odios irredentos.

Algunas medidas prácticas serían la implementación de programas masivos de comunicación pública que expliquen el proceso (transparencia desde el día 1): i.-Iniciativas locales de reconstrucción comunitaria (empleo temporal, rehabilitación de servicios básicos) que den resultados visibles en meses [paz comunal, de fondo, originaria]; ii.- Apoyar a ONGs para facilitar diálogos locales y proyectos conjuntos entre comunidades afectadas por violaciones y comunidades receptoras [creación de comisiones de enlace en diferentes disciplinas a saber: educación, salud, migración, seguridad; FFAA, Policías; suministro eléctrico, agua, energía; construcción, vialidad, infraestructuras; agroindustria, pesca; turismo, comunicaciones, tecnología, finanzas [Estado de prosperidad y seguridad]; iii.- Un Estado de justicia sostenible [Justicia transicional conductora del Estado Moderno].

La recuperación de la confianza y de las instituciones pasa por un diagnóstico profundo de los problemas y del estado de cada sector, lo cual demanda transparencia y buena comunicación. El miedo a informar y pertenecer debe desaparecer. Si el cambio no es consensuado no será percibido como legítimo. Entonces resurge la polarización y se bloquea la gobernabilidad.

Reconciliación y justicia de paz: la justicia transnacional

Una de las misiones esenciales para la viabilidad de la gobernanza, es diseñar mecanismos que combinen verdad, reparación, garantías de no repetición y, cuando proceda, sanción proporcional—sin sobrecargar al sistema penal ni provocar venganzas. Estas son las bases de la justicia transicional:

i.-Comisión de la verdad plural e independiente (con mandato público, plazos y poder de recomendación); ii.-Mecanismos alternativos de justicia restaurativa/justicia de paz para casos de menor gravedad y para facilitar reparaciones comunitarias (mediación, programas de reparación simbólica y material); iii.- Procesos penales selectivos y transparentes para casos de crímenes de lesa humanidad y corrupción sistémica—evitando “purgas” masivas que deslegitiman el sistema; iv.- Programas de vetting para jueces, fiscales y policías (evaluación profesional y disciplinaria).

La justicia transicional es la forma de transformar la impunidad en confianza institucional. Mal diseñada puede perpetuar resentimientos o paralizar la gobernanza. Fuentes y modelos y lecciones están disponibles para adaptar al contexto venezolano.

El precedente más citado para un enfoque que prioriza el perdón y la reconciliación sobre el castigo es la transición de Sudáfrica tras el apartheid. En lugar de una cadena de juicios penales, el país estableció la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), presidida por el arzobispo Desmond Tutu.

Politólogos como Jon Elster y Ruti G. Teitel abordan estas tensiones. Ruti G. Teitel en su obra Transitional Justice define la justicia transicional como una "justicia en situaciones excepcionales". Sostiene que el dilema entre justicia y paz es un rasgo definitorio, no un defecto. La justicia transicional es intrínsecamente "imperfecta" poque debe sacrificar algo de justicia penal para lograr la estabilidad y la democracia.

Jon Elster [Closing the Books; Transitional Justice in Historical Perspective], analiza las motivaciones de la justicia transicional (castigo, disuasión, exclusión, verdad, etc.). Él subraya que “aunque el castigo es una motivación a menudo se elige la verdad a cambio de impunidad.” Un tipo de perdón como el mejor compromiso para que una sociedad pueda "cerrar los libros" y mirar hacia el futuro.

Soy porque tú eres. La Fuerza transformadora, la corresponsabilidad colectiva.

Desmond Tutu-ganador del Premio Nobel de la Paz-articuló poderosamente que la justicia verdadera no es meramente punitiva, sino restaurativa. Su filosofía se centró en el Ubuntu, un concepto africano que se traduce aproximadamente como "la creencia en un vínculo humano universal que conecta a toda la humanidad” […] "Soy porque tú eres".

La CVR ofreció amnistía a los perpetradores que confesaran plenamente sus crímenes ante las víctimas, promoviendo el reconocimiento del daño y la posibilidad de la reconciliación como camino hacia una nueva nación.

El líder sudafricano Nelson Mandela encarnó este espíritu al elegir el perdón y la unidad nacional sobre el revanchismo tras 27 años de prisión. Comprendió que la amargura personal y la sed de venganza destruirían el futuro de la nación, sentando las bases para una solución negociada sin vencedores ni vencidos. Este acto demostró que el perdón, lejos de ser debilidad, es una fuerza transformadora que puede construir puentes entre mundos divididos.

El escritor y pensador checo Václav Havel, líder de la "Revolución de Terciopelo" en Checoslovaquia, enfatizó el papel de la ética y la moral en la política. Abogó por una "política de la palabra" y la "vida en la verdad", que en el contexto venezolano se traduce en la necesidad de nombrar la realidad del daño, pero con la mirada puesta en la responsabilidad cívica compartida para reconstruir. Llegamos a un concepto crucial de empatía y redención: la culpa colectiva. Un reto complejo pero impostergable.

Es primordial subrayar que después de casi tres décadas de desencuentros éticos, ciudadanos, humanos y republicanos, no tenemos una evaluación profunda y detallada de los factores que nos condujeron al mayor descalabro social de nuestra historia. Se habla con propiedad [no negamos otros factores desencuentro] del rentismo petrolero, la borrachera democrática de la IV (y ahora la orgía democrática de la V); la cultura de la corrupción; la desagregación social originaria; las deficiencias en la educación, el estado ausente; el estado docente; el estado voraz, etc.

[…] Pero por razones que no logramos incorporar si acaso por prudencia, tabú o resistencia a confesar, son las [causas] más sensibles y nocivas que nos llevaron a un quiebre grupal histórico: la exclusión social, la indiferencia hacia el otro [violencia pasiva] y la alarmante ausencia de corresponsabilidad civil y ciudadana. Es aquí donde nace el deber de perdonarnos nuestras propias carencias humanas y la impostergable necesidad de reconocer el rechazo y la ignorancia del otro, como factor de distanciamiento y vulnerabilidad a tope.

Sospecho que nadie quiere asumir la responsabilidad de esta pesadilla. Es válido si se piensa que una gran mayoría no puede ser señalada de corrupta, maledicente o criminal. Pero no se trata de esa corresponsabilidad. Se trata de asumir el deber ciudadano de desprendimiento, amor y generosidad, que es solidaridad.

Mucho hemos aprendido de estas virtudes en estos lustros de oscuridad, pero poco se ha escrito como el estado rentista y buchón que parió la democracia pactada, nos condujo a una delegación peligrosa de los gestos fundamentales del ser humano consciente, como la fraternidad, la misericordia y el amor al prójimo. Entonces una sociedad banalizada y embriagada de hedonismo dejó en manos del Estado Mágico-Dios [que todo lo puede, lo manda o lo inventa] la salvación de los justos. El resto nos lavamos las manos.

La Empatía como Herramienta Política

Entonces la transición venezolana requiere que los líderes y ciudadanos abracen la empatía–la capacidad de ponerse en el lugar del otro–como una herramienta política. Esta no es una simple emotividad, sino una estrategia consciente para desescalar el conflicto.

Esto significa: i.- Liderazgo Moral: Los líderes deben ser los primeros en reconocer nuestros errores y omisiones grupales e históricas; modelar el perdón público y la moderación, sustituyendo los llamados al "paredón" por discursos de concordia. ii.-Espacios de Escucha: Crear mecanismos que superen los tabúes para abordar la dimensión social, política y económica del conflicto. iii.- Después la redención económica: La redención social debe ir de la mano con la redención económica, buscando que la recuperación beneficie a los más vulnerables, independientemente de su antigua afiliación política, para romper el círculo de la cooptación y el resentimiento social.

Los pactos de redención política comportan tres condiciones [concurrentes] fundamentales: i.-Acabar con una etapa autoritaria para abrir una de paz y orden institucional; ii.-Construir un estado de prosperidad, agregación social y reivindicación de derechos civiles y ciudadanos iii.-Edificar un Estado moderno sobre la base de los Derechos Humanos, propiedad, justicia y la libertad del individuo frente al Estado. Cada una de estas cualidades obedecen a distintas corrientes de pensamiento, sea socialista, positivista, liberal, republicano o autocrático.

Conclusiones. La posverdad, la pospolítica: la redención.

  • 1.-La paz duradera en Venezuela no se logrará sólo mediante la aplicación de la ley, sino cuando una masa crítica de venezolanos decida colectivamente que el amor por el país y por los connacionales prevalece sobre el odio y la venganza; amor entendido como comprensión colectiva y consciente de lo sucedido, de nuestra realidad y de la voluntad de extenderse para nutrir el crecimiento espiritual de otro [definición de M. Scott Peck en El camino menos transitado].
  • 2.-El reencuentro será el resultado de una decisión ética profunda: la de perdonar, recrear el pasado para liberar el futuro; perdonar porque [me]reconozco y comprendo como [co]responsable de un pasado tórrido que [nos] condujo a un presente fragmentado y oscuro. De esa corresponsabilidad colectiva nace la empatía para un reencuentro identitario profundo, que permita llegar a la verdad, la justicia y la paz duradera, que es verdadera la reparación. No sólo material sino espiritual.
  • 3.-El perdón no es un antivalor de la justicia sino una prolongación de ella. Es la justicia como camino hacia el perdón, que es camino hacia la verdad por encima de la impunidad. Ambos se reconcilian en el reconocimiento, concepto hegeliano que Ricoeur retoma para afirmar que “el perdón es el horizonte ético del derecho”.
  • 4.- El argumento que la justicia penal absoluta y la ley deben primar incondicionalmente sobre el perdón republicano en una transición-aunque moralmente sólido-resulta políticamente inviable y estratégicamente ingenuo en contextos de profunda polarización y crímenes masivos como el venezolano. La ley sí se aplica sin matices ni consideración por la paz futura, puede convertirse en la enemiga de la democracia que se busca establecer.
  • 5.-El desafío no es elegir entre perdón o justicia, sino conciliar ambos en un modelo de Justicia Transicional que equilibre la necesidad de la verdad y la responsabilidad con la urgencia de la paz. La clave es no equiparar "justicia" únicamente con la cárcel, sino adoptarla como un concepto más amplio que incluye la verdad, la reparación [material y espiritual], la corresponsabilidad ciudadana y las garantías de NO repetición.
  • 6.- En esencia la justicia no puede "olvidar" (la verdad es irrenunciable) pero la ley penal puede ceder ante un imperativo político y moral superior: salvar la República de la autodestrucción y sentar las bases para una convivencia basada en la empatía y la redención social. Es una elección difícil, pero que prioriza la vida y la estabilidad de millones sobre la satisfacción legal absoluta.

Otros aspectos relevantes como seguridad, recuperación de nuestras FFAA y reordenamientos de nuestras policías [Nacional y regionales]; transparencia de gestión, medidas de emergencias humanitarias, creación de un Consejo de Transición; Construcción de un nuevo Consenso Nacional; desarme y reinserción de grupos violentos; estabilidad económica, etc, los abordaremos en futuras entregas

Estamos en vísperas de una transición histórica. Hagámosla sostenible comprendiendo lo que debemos hacer al día siguiente. La posverdad, la pospolítica, no puede conducirnos al revisionismo, al desquite, al odio irredento y la instalación de una nueva hegemonía de notables, verdugos o supuestos revolucionarios. La tempestad provocada por borracheras democráticas y bacanales violentas debe permutar por la luz de la reintegración grupal, un estado moderno de seguridad y prosperidad, pero igual de espíritu sanador.

Shakespeare en su obra La Tempestad, elevó a Próspero-en medio de su destierro y su dolor-a una proclama de redención cuando su hermano, quien había usurpado el Ducado de Milán, se marchaba de aquella isla desolada a la que [Próspero] había sido exiliado injusta y penosamente […] Sin haber conseguido su perdón, Antonio se dirigió a su hermano Próspero: “Os restituyo el ducado y os suplico que perdonéis mi ofensa. Más, ¿cómo es que Próspero está vivo y vive aquí?

Próspero respondió: Esperad. ¡Ceñid el viento!, ¡Ceñid la tormenta! ¡La grandeza está en la virtud, no en la venganza! Dejadme que su indulgencia, me haga libre…"

Y seremos libres…Ceñid el viento, ceñid la tormenta.

@ovierablanco [email protected]

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