viernes 17  de  octubre 2025
OPINIÓN

Maduro y Petro en la mira de la CIA y DEA

Colombia vuelve a estar en el centro del tablero. Petro puede seguir jugando a la narrativa de soberanía mientras deja crecer los cultivos de coca y abraza a sus socios del Foro de São Paulo

Diario las Américas | Sofy Casas
Por Sofy Casas

Nada es casual en geopolítica, menos cuando Estados Unidos empieza a mover sus fichas. Mientras en Bogotá aterrizaba de manera reservada el director de la DEA, Terrance C. “Terry” Cole, para reunirse con la fiscal general Luz Adriana Camargo y la cúpula de seguridad colombiana, en Washington se filtraba que Donald Trump había autorizado operaciones encubiertas de la CIA en Venezuela. Dos hechos que, vistos por separado, parecen parte del protocolo. Juntos, revelan una maniobra estratégica mucho más amplia: la administración Trump volvió a jugar fuerte en el tablero latinoamericano con el objetivo de asfixiar a la narcodictadura venezolana y advertirle al gobierno de Petro que no puede seguir jugando a dos bandos.

La reunión de la DEA en Bogotá no fue un gesto de cortesía. Fue un recordatorio de poder. Ocurrió en el búnker de la Fiscalía, sin presencia del inquilino de la Casa de Nariño —solo asistieron su ministro de Defensa y el director de la Policía—, y tuvo como interlocutora a Luz Adriana Camargo, la fiscal de bolsillo de Petro, cuestionada por su cercanía con el Palacio de Nariño y por el sesgo con que ha manejado procesos clave. Que haya sido precisamente ella quien recibió al director de la DEA no es un detalle menor. Es una señal de Washington hacia el propio Petro y la misma fiscal, un aviso directo de que la cooperación antinarcóticos seguirá viva con o sin su bendición política.

Hoy Colombia ostenta un triste récord: es el primer productor de drogas del mundo, con más de 300.000 hectáreas de coca cultivadas. Un país que no combate el narcotráfico ni a los grupos narcoterroristas, y que en cambio se ha convertido en el gran cómplice logístico y político de la narcodictadura de Nicolás Maduro. La DEA lo sabe, y por eso vino en silencio. No a negociar, sino a reafirmar que Estados Unidos no dejará perder su influencia en la región, mucho menos ante un gobierno que coquetea con narcoregímenes sancionados y con dictaduras amigas del crimen organizado.

Mientras tanto, desde Washington, el New York Times revelaba lo que hasta ahora se mantenía en la sombra, Trump había autorizado a la CIA a ejecutar operaciones encubiertas en territorio venezolano. Una jugada que reconfigura la correlación de fuerzas en un país convertido en epicentro del lavado de dinero, las rutas ilícitas y la protección de estructuras criminales vinculadas al Estado.

No es coincidencia. Es una estrategia sincronizada. La DEA aprieta el cerco en Colombia, clave para cortar el flujo de cocaína que financia al chavismo, mientras la CIA abre un nuevo frente para asfixiar políticamente a los narcotraficantes de Miraflores desde adentro.

El mensaje es doble y contundente. A Petro le dicen que su política de complacencia con Maduro tiene un costo y que su retórica antiimperialista no detendrá la maquinaria de inteligencia norteamericana. Y a Maduro le dejan claro que el tiempo de la impunidad se acaba, que su sistema de complicidades financieras y militares está siendo desmantelado pieza por pieza.

Durante años, la frontera entre Colombia y Venezuela ha sido un corredor vial del delito. Las fuerzas bolivarianas funcionan como un cártel del narcotráfico, conocido como el Cartel de los Soles, comandado por Diosdado Cabello. El tráfico de armas, el oro ilegal y el contrabando de combustible han servido para financiar la represión política y los movimientos subversivos. Es la economía del caos sostenida por el silencio de gobiernos vecinos. Eso ahora con Trump cambió. Las agencias estadounidenses decidieron pasar de la advertencia a la acción.

Lo que viene no se verá en los titulares, pero se sentirá en la región. Es una asfixia controlada. Primero las finanzas, después los operadores y finalmente el poder. Una estrategia quirúrgica que no requiere bombardeos ni invasiones, solo cortar el oxígeno económico y judicial que mantiene vivos a los regímenes de Caracas y sus aliados ideológicos.

Colombia vuelve a estar en el centro del tablero. Petro puede seguir jugando a la narrativa de soberanía mientras deja crecer los cultivos de coca y abraza a sus socios del Foro de São Paulo, o puede asumir la responsabilidad de recuperar la autoridad moral que el país perdió en materia de seguridad. Pero Washington ya trazó su línea y no hay vuelta atrás.

En el fondo, lo que estamos viendo es el inicio de un reacomodo hemisférico. El chavismo agoniza, el narcotráfico será combatido con contundencia y los gobiernos que se escudan en la ambigüedad pierden legitimidad y poder. La DEA y la CIA lo saben. Cuando los discursos se agotan, la inteligencia actúa.

Y esta vez, lo hace sin micrófonos, sin discursos, sin fotos oficiales. Solo con un propósito claro: desmontar la estructura criminal que ha secuestrado a Venezuela y ponerle freno a quienes, desde Colombia, han decidido servirle de puente político y protector silencioso.

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